Luis Paulino Vargas Solís
1) El tema de la reactivación se puso de moda con excesiva tardanza, tan solo hace alrededor de un año. Yo venía insistiendo en el punto (inútilmente desde luego) desde mucho antes, años ha.
2) El énfasis en lo fiscal, en mucho motivado ideológicamente, impidió reconocer la necesidad de la reactivación. Contradictoriamente, ello implicó crear condiciones para que el propio problema fiscal se agravase, y para que su solución se hiciese mucho más costosa. Simple: una economía comatosa y entrampada en graves problemas de empleo, constituye la peor noticia para la salud de las finanzas públicas.
3) El tema fiscal quedó así inmerso en una borrachera ideológica anti-estatista, cargada de odio contra empleadas y empleados públicos y de un malsano furor antisindical. Desde ahí las élites políticas, económicas y mediáticas, acordaron un plan fiscal que constituye una propuesta antitética respecto de cualquier posible reactivación: agravaría irremediablemente la crónica anemia económica y dificultaría seriamente cualquier esfuerzo de reactivación.
4) La reactivación de la economía solo tendría sentido como un esfuerzo masivo destinado a rendir frutos en un plazo corto, y concebido como un primer paso dentro de un proceso refundacional que defina nuevos énfasis y derroteros de desarrollo para Costa Rica. Lo primero, sin lo segundo, suponiendo que tuviese éxito, tan solo daría lugar a una reanimación económica momentánea, que se agotaría al chocar contra los obstáculos más profundos –por lo tanto estructurales– que el actual “modelo económico” impone.
5) Ninguna de las anteriores condiciones –absolutamente elementales– han estado presentes, ni en las propuestas gubernamentales, ni en las del empresariado ni en las de los economistas de la ortodoxia dominante, pero tampoco en las que se presentan como “propuestas alternativas”. Ni se reconoce que el esfuerzo debe ser masivo –de gran envergadura– para tener posibilidades de éxito, ni menos se reconoce su engarce con el necesarísimo, y cada vez más urgente, proceso de reorientación del desarrollo del país.
6) Un dato es claro: si excluimos las zonas francas –un universo paralelo con apenas unos muy débiles vínculos con la economía costarricense– lo cierto es que se sufre un estancamiento económico en toda la línea: la economía está congelada, y a un pelito de caer en números rojos, aunque hay sectores que ya entraron a terreno negativo. Reactivar la economía significaría relanzarla desde ese piso al que ha caído, hasta alturas del 5-6% de crecimiento anual u ojalá más.
7) A eso me refiero cuando apelo a la “masividad” del esfuerzo requerido. Saltar del 0% al 5-6% o más, solo es posible mediante una movilización a gran escala de recursos ¿Cómo lograrlo?
8) Las versiones oficiales (las del gobierno y las del empresariado y sus economistas), o bien optan por agravar los extendidos fenómenos de precarización laboral, o bien se distraen en medidas que podrían ser necesarias y positivas (como la simplificación de trámites), pero de efectos anodinos. Lo primero intenta reducir costos salariales para tratar de recuperar rentabilidad, pero, por otra parte, ello agrava el estancamiento económico al frenar el consumo de las personas y las familias. Lo segundo, siendo quizá políticas necesarias, no alcanzan, ni remotamente, el carácter masivo y de gran envergadura, que la situación demanda. Es como poner un niño de 4 años a empujar un auto varado.
9) Últimamente el énfasis se ha trasladado hacia medidas que intentan estimular el consumo. El Banco Central asumió un cierto liderazgo, con diversas medidas destinadas a reducir tasas de interés y, presuntamente, poner más crédito a disposición de la gente (lo cual no pasa de ser una burda tontería: el crédito siempre “está a disposición” y se concreta solo si hay demanda). Transcurridos seis meses desde que iniciaron estas políticas los “no-resultados” están a la vista: cero mejoría. Otras ideas, como las de limitar las deducciones sobre salarios de personas funcionarias del sector público altamente endeudadas, agregan ruido a algo que es solo una esperpéntica sinfonía de ocurrencias.
10) Hay propuestas “alternativas” que van en la misma línea. En particular, a los proyectos de ley para poner tope a los intereses de usura. Algo sin duda necesarísimo pero, a corto plazo ¿cuál sería la magnitud de los recursos que esto movilice para estimular el consumo y reactivar la economía? Insignificante, en el mejor de los casos.
11) ¿Aumentar los salarios para reactivar el consumo y empujar la economía? Esta es otra de las ideas del progresismo. Creo que la cuestión debe ponerse en el contexto de una economía capitalista que, casi, casi, está en recesión, y que arrastra un larguísimo período –todo un decenio– de empobrecidos índices de crecimiento, con grave debilidad en la formación de nuevas capacidades productivas (inversión productiva) y nulo avance en la productividad ¿Lo soportarían las pequeñas y medianas empresas?
12) Un detalle es importante: el movimiento de una economía capitalista, tiende a ser acumulativo y auto-reforzante. O sea: las fuerzas que arrastran a la economía, lo mismo en sentido descendente como ascendente, se refuerzan las unas a las otras, y con ello profundizan y amplían el movimiento. De ahí que desde finales de 2015, y por ya cuarto año al hilo, el dinamismo de nuestra economía se mueve cuesta abajo. Algo debería romper ese círculo vicioso que nos jala en sentido descendente, y revertir el movimiento. Solo hay un mecanismo que podría lograrlo: un masivo programa de inversión pública.
13) Cierto: hay muchos “peros” que dificultan llevar adelante algo así, y muy poco interés y ninguna voluntad para romper esos “peros”. El primer “pero” tiene que ver con la conocidísima situación de déficit fiscal, lo cual, sin embargo, se podría eludir si se lograsen desarrollar –cosa que no es fácil pero sí factible– mecanismos innovadores y alternativos para el financiamiento de la obra pública. Pero eso genera mucho “susto”, lo que a su vez provoca parálisis. Hay otros “peros” (la corrupción, la burocracia, las trabas administrativas, etc.), los cuales, para ser resueltos, demandarían diálogo, generosidad y mucha capacidad de liderazgo. Todo lo cual es hoy escasísimo en Costa Rica.
14) Dije que hay muchos “peros” para hacer lo que se debería, y poco interés en dar la lucha para superar tales obstáculos. En realidad, agrego, más bien pareciera haber complacencia en que tales “peros” existan, como si se estuviese a la caza de pretextos para no hacer nada. Dije que, además, ello causa “susto”, aunque, a decir verdad, más susto debería ocasionar la posibilidad, nada descabellada, de que la economía caiga en depresión. Se prefiere entonces, no reconocer ese peligro. Un ejercicio de negación, tan vano como irresponsable.
15) En resumen: creo que se ha perdido, y se sigue perdiendo, tiempo valiosísimo ¿Podría esto cambiar? Lo dudo: no hay ni el coraje ni la visión para cuanto menos intentarlo, y ello vale lo mismo para los sectores dominantes que para los que se autoproclaman “alternativos”. No sé si la economía podría sufrir un colapso, aunque tampoco lo descarto. Lo que sí veo como muy probable es que el deterioro continúe y pase mucho tiempo antes que se registre ninguna mejoría.
– Economista, Director CICDE-UNED
Fuente: Soñar con los pies en la tierra