Muerte en el hielo: el misterio de la expedición de Franklin

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

En mi visita a Anchorage, Alaska, fui al museo de la ciudad, y me llevé la grata sorpresa que tenía una exposición temporal a préstamo del Museo Canadiense de Historia, sobre la fallida y trágica expedición ártica de Sir John Franklin, de la que por cierto, tomé el título para mi columna. La presentación es un catálogo de recuerdos, con los artefactos icónicos recuperados después de la desaparición de la expedición, que se presentan con hallazgos e imágenes más recientes, incluido el descubrimiento del HMS Erebus y Terror, que era el nombre de los dos barcos —de los mejores de la época— de la Marina Real británica, al mando de Franklin, que zarparon en 1845 en busca del paso del Noroeste, la que podría ser la ruta más rápida entre Europa y Asia. Dos años después, la expedición no había regresado. Nunca más se volvió a saber de ellos. Los buscadores tardaron más de una década en establecer que todos los miembros de la tripulación estaban muertos, y sus naves perdidas.

Por medio del recorrido de la exposición, se puede apreciar el peligroso mundo de la exploración del ártico del siglo XIX y ver las condiciones a bordo de los barcos, desde los confiados comienzos del viaje hasta su trágico final. También se puede conocer el importante papel que desempeñaron los inuit (nombre común para los distintos pueblos que habitan en las regiones árticas de América del Norte), al revelar el destino de la expedición a través de artefactos e historias orales, piezas cruciales en una historia que, aún hoy, continúa capturando nuestra imaginación, más de un siglo y medio después.

Antes de entrar en detalles, hay que poner en contexto la expedición de Franklin, explicando de que se trata el famoso paso del Noroeste, que es como se conoce la eventual ruta marítima que bordea Norteamérica por el norte, atravesando el océano Ártico y conectando el estrecho de Davis y el estrecho de Bering, o lo que es lo mismo, el océano Atlántico y el océano Pacífico.

La ruta discurre por un conjunto de estrechos localizados en el archipiélago ártico canadiense, entre las grandes islas árticas y las tierras continentales. De oeste a este, el paso del noroeste parte del océano Pacífico, del estrecho de Bering —que separa Rusia y Alaska— y sigue por el mar de Chukchi y el mar de Beaufort. Luego la ruta debe cruzar el archipiélago ártico canadiense y hay de cinco a siete rutas posibles —incluidas la del estrecho de McClure, la del estrecho de Dease y la del estrecho del Príncipe de Gales—, aunque no todas son adecuadas para grandes buques. La ruta continúa cruzando la bahía Baffin y llega finalmente al estrecho de Davis, ya en el océano Atlántico.

Como decía al inicio, en 1845 zarpó de Inglaterra una expedición con dos buques, bien equipada y encabezada por Franklin, que navegó hacia el ártico canadiense con el objetivo de atravesar, explorar y trazar el último tramo del paso del Noroeste, aún inexplorado. Estaban convencidos del éxito, ya que el tramo de costa a cartografiar era de menos de 500 km. Franklin era un oficial de la Marina Real y un experimentado explorador que ya había participado anteriormente en tres expediciones árticas, las dos últimas como comandante en jefe. Esta fue su cuarta y última expedición, que comenzó cuando ya tenía 59 años.

Cuando los barcos no regresaron, presionado por Lady Jane, la esposa de Franklin, y por los familiares de los desaparecidos, el Almirantazgo inglés inició en 1848 la búsqueda de la expedición perdida. Animadas en parte por la fama de Franklin —y en parte por la recompensa ofrecida por el Almirantazgo— muchas expediciones se lanzaron a su búsqueda, siendo así que durante cierto período de 1850 llegaron a participar en la búsqueda hasta once buques británicos y dos estadounidenses. Varios de estos buques convergieron en la costa este de la isla Beechey, donde se encontraron los primeros vestigios de la expedición, incluyendo las tumbas de tres tripulantes. En 1854, el explorador John Rae, que realizaba una exploración científica desde la costa ártica de Canadá al sureste de la isla del Rey Guillermo, pudo contactar con los inuits, que le refirieron algunas historias sobre los tripulantes de la expedición de Franklin y además le dieron algunos de sus objetos personales que aún conservaban. Una búsqueda dirigida por Francis Leopold McClintock en 1859 descubrió una nota en la isla del Rey Guillermo, que habían dejado allí con detalles sobre el destino de la expedición. Paradójicamente todas estas expediciones contribuyeron a explorar también el ártico canadiense, propiciando como resultado un aumento de la cartografía sobre el hipotético paso. La búsqueda continuó infructuosamente durante décadas.

En el siguiente mapa se puede ver —de forma interactiva— el área y lugares mencionados del ártico canadiense. Pongo como punto de referencia la isla del Rey Guillermo (King William Island), por ser cerca de este lugar donde la expedición de Franklin quedó atrapada en el hielo.

En 1981, un equipo de científicos comenzó una serie de estudios científicos de las tumbas, los cuerpos, y otras pruebas materiales dejadas por los miembros de la tripulación de Franklin en las islas de Beechey y del Rey Guillermo. Llegaron a la conclusión de que los miembros de la tripulación, cuyos cuerpos habían sido enterrados en la isla de Beechey, habrían muerto probablemente de neumonía y tuberculosis, aunque también señalaron la posibilidad que hubiesen fallecido a causa de un envenenamiento por plomo, proveniente de las soldaduras de las latas de conservas. Más recientemente se ha sugerido que la causa principal no fue la comida enlatada —habitualmente utilizada en la Marina Real en aquella época— sino las conducciones del sistema de agua potable de los barcos. Se encontraron marcas de cortes en los huesos humanos hallados en la isla del Rey Guillermo, lo que alentó sospechas de canibalismo. La combinación de los resultados de todos los estudios realizados sugirieron que la muerte de los miembros de la expedición fue debida a la hipotermia, el hambre, el envenenamiento por plomo, el escorbuto, las enfermedades y, en general, la exposición a un ambiente hostil para el que carecían de ropa adecuada, todo ello acompañado por una mala nutrición y falta de alimentos.

Después de la pérdida del grupo de Franklin, los medios de comunicación victorianos retrataron a Franklin como un héroe, minimizando el fracaso de la expedición y los informes sobre canibalismo. Se le dedicaron canciones, se levantaron estatuas en su honor en su ciudad natal, Londres, y en Tasmania, donde había sido Gobernador, se le atribuyó el descubrimiento del paso del Noroeste, aunque en realidad este no fue atravesado hasta la expedición de 1903–1906 de Roald Amundsen.

El 7 de septiembre de 2014 uno de los dos barcos perdidos fue hallado en una expedición realizada por investigadores de Parks Canada en un vehículo submarino teledirigido. Los restos del navío fueron hallados cerca de la isla Rey Guillermo, en el territorio de Nunavut. El 12 de septiembre de 2016 se conoció que había sido encontrado el segundo barco, el HMS Terror, también cerca de la isla Rey Guillermo.

Con toda la información recopilada hasta la fecha, se ha logrado determinar que los buques quedaron bloqueados en el hielo en 1846, cerca de la isla del Rey Guillermo, aproximadamente a mitad de camino en el paso, y que no pudieron liberarse. Se sabe que Franklin murió en 1847 y que el último integrante de la expedición falleció en 1848, después de abandonar los buques y tratar de escapar por tierra en trineo.

Sin embargo aún quedan muchos misterios sin resolver, por ejemplo cómo y por qué sucedió esa tragedia, que sigue siendo algo desconocido hasta el día de hoy, a pesar de todos los hallazgos, incluidos los barcos.

A través del tiempo se han realizado muchas obras artísticas sobre la expedición perdida de Franklin: canciones, poemas, cuentos cortos y novelas, así como documentales e incluso una serie de televisión.

No quiero terminar sin hacer mención de los tres oficiales superiores al mando de la expedición, el Comandante James Fitzjames, y los Capitanes Sir John Franklin y Francis Rawdon Moira Grozier.

Lo paradójico de todo esto es que en la actualidad el paso del Noroeste es navegable durante 6 meses del año, y se estima que en poco tiempo, dado el calentamiento global, el paso quedará libre de hielo y podrá utilizarse en cualquier época del año.

Preparé un pequeño álbum con las imágenes que tomé de la exposición en el museo de Anchorage.

 
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Con la ayuda de la Wikipedia y otras fuentes menores, incluido el libro de Kate Ryan que da lugar a la exposición, y del que tomé la portada para ilustrar la columna.

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