René Castro S.
A partir del 20 de abril de 1948, la lucha armada cesa. El sr. Santos León Herrera, se encargó durante 18 días de la transición del gobierno de Picado y de entregar el poder formal a Figueres y a la junta de gobierno. La Junta gobernaría por 18 meses y luego en Noviembre de 1949 entregaría el poder al Presidente electo Otilio Ulate, quien llamaría a elecciones libres en 1953.
Las familias que perdieron un hijo, un padre o un marido los llorarían por años y aún hoy sin un conteo oficial (una tarea pendiente), se estima en más de 2.000 los muertos de ambos bandos. A estos dolientes se les sumarían los que sufrieron la tristeza del exilio. Mi abuelo, Rodolfo Salazar, mas conocido como Fito, sería uno de los que debió marchar al exilio. Él fue uno de los 27 diputados que anuló la elección de Ulate en 1948, lo que detonó la revolución encabezada por don Pepe.
Las heridas eran terribles, las familias estaban dividas, los amigos distanciados, los vecinos convertidos en enemigos. Mi tío Manuel Jirón, hermano de mi abuela Luz, era uno de los líderes del figuerismo en Guanacaste. Su cuñado Fito, lo era del calderonismo. Al finalizar la revolución armada, al cuñado triunfante le tocó detener al perdedor y posteriormente, exilarlo hacia Nicaragua. Eso les distanció de por vida.
Para mi madre de quince años, sus hermanos menores, y para sus numerosos primos, vendrían años duros. Sin el apoyo de las tías Salazar Solorzano, típicas solteronas de pueblo y unos poco amigos que se atreverían a romper el cerco social, hubiese sido muy difícil superar la tormenta política. Mi madre y sus parientes tendrían que usar una y otra vez los vestidos de los mayores, comer lo que había y sobre todo mantener buena cara ante los malos tiempos. Doña Giselle hubo de abandonar el colegio de Señoritas y regresarse a Liberia, conforme la tormenta amainaba ingresó a la Normal Superior y se hizo maestra. Muchos de los jóvenes de la familia hicieron lo mismo: estudiar conforme se podía y trabajar en lo que hubiese.
No le compre, no le venda, no le hable. Era la instrucción que Ulate había predicado a los suyos respecto al adversario político. A la hora del triunfo se les aplicó con dureza. Mi familia liberiana, fue marginada por muchos. En otras palabras, mi abuela, mi madre Giselle Salazar Jirón y sus otros cuatro hermanos, quedaron casi desamparados en Liberia. Las familias Salazar y Jirón, se distanciaron y así miles y miles por todo el país vivirían un calvario diario por los dolores de parto de la Segunda República y del cambio que se anunciaba pero que no terminaba de llegar. La ansiada estabilidad y la paz aún tardarían en llegar, más aún, se tornarían en elusivas.
En San José, don Pepe y la junta de gobierno, comenzaron a gobernar por decreto. Cumplirían casi al pie de la letra el pacto con Manuel Mora y los comunistas: no sólo no se tocaron las garantías sociales, ni el código del trabajo sino que se profundizaron con la nacionalización de la banca, y el impuesto al capital. Pero sectores de la Junta propugnaban por castigar a los combatientes derrotados y querían proscribir a los comunistas, en muchos casos esos sectores se saldrían con la suya.
El 1 de diciembre de 1948, Figueres da el mazazo histórico a una almena del Cuartel Bellavista y anuncia la disolución del ejército. El 8 de diciembre se realizan las elecciones para la Asamblea Constituyente, y aunque el incipiente partido socialdemócrata de Figueres obtiene una tímida representación de tan solo 4 diputados de un total de 45, Rodrigo Facio y Luis Alberto Monge, soñaban con una constitución más progresista. Todo indicaba que la joven Segunda República estaba por rendir sus primeros frutos y el horizonte de la patria se ensanchaba.
En eso, en un 10 de diciembre por cierto, Costa Rica es invadida desde Nicaragua. Primero el ex presidente Calderón con un grupo armado toman la Cruz y a los dos días se les suma el ejército somocista. El país pasó de la esperanza a la ira, de la reconciliación de vuelta al odio, fue como que de repente el día se volvió noche. En pocas horas Figueres y Ulate llaman al pueblo: miles responden. Mi padre acaba de cumplir 18 años, Luis Alberto Monge acababa de resultar electo diputado constituyente, y así cada quien dejó lo suyo y empuñó de nuevo un fusil y en pocos días miles de voluntarios se movilizaron hacia el norte. La contrarrevolución rápidamente fue repelida y fracasó.
Muchos años después, el abuelo envejecido, me contaba sus historias de exilio y de lo duro que fue y me insistía: “no todos son ángeles en un lado, ni demonios en el otro”. Alguna vez le dije a mi padre, pobre el abuelo, vivió un duro exilio. Mi padre con la dureza de los glostoras me replicó: “¿Y que quería? ¿Que les dieran una medalla?”, refiriéndose a la anulación de las elecciones y a la contrarrevolución.
Relato No. 4. Continuará, tras una pausa para investigar y escribir.
Agradeceré material al email: investigar.guerras.cr@gmail.com