Especial para Cambio Político
Y LLEGO LA PATRULLA DE BARES
Al rescate de la más noble de las tradiciones culinarias costarricenses: la boca
Enemigo mortal del karaoke y los bares de pipicillos
Misión: Bares en Copacabana Dónde: Copacabana en Rio de Janeiro, Brasil (ver mapa) |
La playa de Copacabana llamada “la princesita del mar”, tiene cerca de cien metros de ancho y está impecablemente acondicionada para atender a multitud de cariocas, en la fiesta de fin de año llegan allí tres millones de personas. En sus cuatro kilómetros de extensión está bordeada por un hermoso boulevard llamado Avenida Atlántica y su infraestructura comprende una amplia acera de llamativos mosaicos, diseñada por el famoso arquitecto Roberto Burle Marx, abundantes instalaciones para practicar deportes de playa, zonas de vestidores y por supuesto locales para que los bañistas calmen su sed. Hay unos que están prácticamente a mitad de playa, llamados barracas y los que bordean la famosa acera se llaman quiosques. Cada cien metros hay unas estructuras modulares muy agradables que albergan un par de quiosques.
No hay jornada épica sin su correspondiente experiencia gastronómica y en Copacabana el mejor lugar para hacerlo es un quiosque que invita a tomarse una caipirinha en el ardiente clima tropical. Podrán imaginarse la cara de disgusto del Cronista cuando luego de las prospecciones de rigor, hizo su escogencia y posó su humanidad en Quiosque Chopp Brahma 23, ubicado en la Avenida Atlántica 13d, que aunque es una franquicia de la empresa cervecera más grande del mundo, sabe conservar su aire de chiringuito playero.
Satisfecha la sed procedióse a examinar con meticulosidad la carta de comidas del lugar, que como era de esperar, estaba dominada por fritangas y demás manantiales de colesterol. Para dicha del Cronista había abundancia de raciones que podían calificar como bocas y para iniciar la degustación de viandas exóticas escogió un pastel de carne seca com catupiry, que es una variedad de queso muy popular en Brasil. La cosa comenzó muy, pero muy bien…
Lo único malo era que al ser un día laboral, la enorme playa estaba prácticamente desierta, nada de las famosas garotas, lo único que había era un grupo de señores de la tercera edad jugando voleibol de playa, nada de lo que ofrecen las agencias de viajes. La exploración del cardápio (menú) siguió con una coxinha do frango, que son unas albóndigas de pollo que estaban buenísimas.
En esta jornada el Cronista no consiguió catadores de refuerzo, por lo que su aventura se ejecutaría en solitario. Así que decidió poner a reposar su vientre y regresar en una incursión nocturna en donde además enriqueció su ingesta degustando la cerveza Skol, la más popular de Brasil, que para ser muy sinceros, no resultó nada del otro mundo, son más apetecibles las otras marcas de gran consumo de la empresa dueña de la taberna que son la Brahma y la Antárctica. La velada comenzó con un espetinho de pernil, que es un pinchito de carne de cerdo, acompañado de molho vinagrete (una especie de salsa barbacoa) y la famosa farofa, la harina de yuca que es uno de los platos más típicos de Brasil.
De noche obviamente el ambiente es mucho más animado, la amplia avenida frente al quiosque se cierra al tránsito, estaba llena de gente paseando y haciendo ejercicio, lo que hacía olvidar la tremenda mala fama que tiene Río de Janeiro por su delincuencia, claro, más tarde lo cosa no es igual, aunque alegremente el Chopp Brahma 23 cierra a la una de la mañana. El periplo culinario del Cronista continuó con un pastel de queijo, que no requiere mayor traducción y que resultó ser lo más gustoso del saludable menú.
Desafortunadamente el Cronista ya no posee la vitalidad de sus años mozos y el tamaño de las raciones no permitía una exploración más amplia. Así que con la abnegación que suele dedicarle a su oficio, regresó en una tercera jornada para proseguir con su sacrificada labor. Esta vez sí había un ambiente mucho mejor, la playa tenía algunas tangas de buen ver y en el quiosque había un grupo de samba tocando con mucho sabor. Así que en correspondencia había que pedir algo bien alegre, un espetinho de chouriço, esta vez acompañados de un molho muy parecido a nuestro pico de gallo (que no es chimichurri, polos).
Y para la despedida, un marisquito, unos lula dorê, aritos de calamar empanizados, acompañados de salsa tártara. Mientras tanto, ya el ambiente había calentado, las cervecitas hacían su efecto y algunos parroquianos se animaban a cantar con la banda.
¿Y los precios? Las boquitas estaban muy bien, dependiendo de su tamaño andaban a un equivalente entre 1500 a 3000 colones, mientras que la cerveza, en botella de 600 mililitros costaba unos 1700 colones. La caipirinha era más cariñosa, a unos 2700 colones. Y la jarra de cerveza de barril de 300 mililitros salía a solo 950 colones. Al mediodía había promoción de 2×1, comprenderán por qué el Cronista regresó…
En resumen, fue posible patrullar en Río de Janeiro y concretamente en la icónica Copacabana, en donde como en todo ambiente playero, dan ganas de no volver a trabajar nunca y quedarse disfrutando del sol y la brisa marina. Pero el Cronista no pudo permanecer más, su heroica presencia era llamada en otras latitudes y relatos futuros narrarán sus nuevas aventuras.
Y si después de esta edificante lectura tenéis el apetito abierto, para terminar de tentaros, os dejo este vídeo
LLOREMOS POR SIEMPRE POR LA EXTINTA SAINT FRANCIS
¡LA BIRRA EN VASO SIN HIELO! ¡NI A PICO DE BOTELLA!
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Los aborrecibles Pancho’s, Millenium, Yugo de Oro Cinco Esquinas y el Valle de las Tejas dichosamente de Dios gozan