165 años del magnicidio

Por Armando Vargas

Juanito Mora y el General Cañas
Juanito Mora y el General Cañas
Mora, Juan Rafael (1814-1860), el Padre de la Patria. Primogénito de Camilo Mora Alvarado y Ana Benita Porras Ulloa, nació súbdito español el 8 de febrero de 1814 en la ciudad de San José, dentro de una familia dedicada al servicio público.

Su primo segundo Juan Mora Fernández fue el primer Jefe de Estado de Costa Rica durante nueve años; también fueron presidentes en lapsos breves su primo segundo Joaquín Mora Fernández y su hermano Miguel Mora Porras.

Aprendió las primeras letras y números en la Casa de Enseñanza de Santo Tomás, aunque, en rigor, su formación fue autodidacta. Contaba 14 años cuando sobrevino la independencia de España que lo cambió todo, luego de tres siglos de coloniaje.

Desde la adolescencia se dedicó al comercio, la correduría de bienes raíces y otros negocios para los cuales fue emancipado por su padre. Era conocido como Don Juanito por el afecto y la llaneza en sus relaciones empresariales y humanas.

A la muerte de sus progenitores, asumió la patria potestad de sus nueve hermanos y al fallecer una hermana suya hizo lo mismo con tres sobrinos; permaneció soltero mientras sus parientes no se casaron.

Contrajo nupcias a los 33 años con Inés Aguilar Cueto, hija del ex Jefe de Estado Manuel Aguilar Chacón, matrimonio que procreó cuatro niñas y tres varones.

Realizó numerosos viajes de negocios en barcos de vela por Europa, Norteamérica, Centroamérica, el Caribe y Sudamérica, en los cuales estableció relaciones de amistad con personas de influencia, experimentó las innovaciones de la Revolución Industrial, aprendió sobre crédito y banca, leyó a pensadores como Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento, estudio a Simón Bolívar y George Washington, asimiló ideas liberales sobre la organización de la sociedad, en fin, esos recorridos completaron su educación en «la universidad de la vida».

Prosperó con el cultivo, el beneficio y la exportación de café, como naviero y en la minería del oro hasta convertirse en uno de los hombres más ricos y prestigiosos del país.

Sus atributos de líder empresarial lo llevaron casi naturalmente al servicio público. Electo alcalde primero de San José a los 23 años pronto fue llamado al servicio de las armas del Estado. Electo diputado, fue vicepresidente de la Asamblea Constituyente que produjo la ley fundamental de 1844. Nuevamente fue electo diputado a la Asamblea Constituyente que dio la constitución de 1847. Ese mismo año fue electo vicepresidente del Estado, cargo en el que destacó por su energía en el control de una rebelión militar y su visión globalizante en la crisis económica de 1848.

Tras 18 meses de separación del mando y atención de sus negocios de comercio internacional, retornó a la función pública como Vicepresidente del Gobierno.

Tenía 35 años de edad al ser electo Presidente de la República y juramentarse el 30 de diciembre de 1849; fue reelecto por seis años en 1853 y nuevamente en 1859. Un golpe de cuartel lo derrocó el 14 de agosto de 1859.

Condujo el proceso que engendró la Revolución de Costa Rica, década en el cual las antiguas ideas coloniales fueron sustituidas por la moderna ideología de orden y progreso. Fundó y fortaleció el andamiaje institucional que sustenta la república, decretada poco antes de su mandato. Impulsó el cultivo del cafeto, el comercio y la inmigración europea, ordenó la construcción de caminos y puentes, favoreció la incipiente industria, renovó el marco legal para el desarrollo, abrió el primer banco y ordenó el fisco. Reglamentó la salud pública, fundó una escuela de medicina, el protomedicato y la sociedad médica, construyó el hospital San Juan de Dios y el hospital de Puntarenas. Fijó el precio de los productos de primera necesidad, distribuyó tierras labrantías a los pobres e introdujo el mutualismo por medio de las cajas de ahorro popular. Declaró obligatoria la educación «en todas las clases de la sociedad», a la manera de la ley de educación elemental en Suecia, y estableció fondos para la instrucción pública porque «el deber más imperioso del Soberano es proveer a la educación de la juventud». Tantos cambios en tan poco tiempo hicieron del respetado empresario un estadista controvertido y combatido en una nación que dejaba atrás la mentalidad colonial para entrar en la modernidad republicana y capitalista de la época.

A la mitad de la década morista, la joven república fue víctima de una invasión militar impelida por el expansionismo esclavista de la Unión Americana. La falange filibustera se apoderó de Nicaragua, su cabecilla William Walker se hizo elegir presidente constitucional y el único gobierno que lo legitimó por el reconocimiento diplomático fue el de los Estados Unidos. El Presidente Mora había dedicado una porción de la riqueza generada por el comercio del café a levantar el mejor ejército de Centroamérica con el objeto de defender la integridad territorial ante posibles invasiones armadas. El Congreso Constitucional lo autorizó el 28 de febrero de 1856 a declarar la guerra a los filibusteros, él dirigió en persona el Ejército Expedicionario y el pueblo se unió patrióticamente en torno a su comandante.

La Guerra Patria tuvo cuatro propósitos: el nacional por la defensa de la soberanía, el regional por la liberación de Nicaragua, el continental por la libertad hispanoamericana y el universal por la lucha contra la esclavitud. Tres de las principales batallas se ganaron dentro del territorio costarricense: Santa Rosa el 20 de marzo, Sardinal el 10 de abril y La Trinidad el 22 de diciembre. Tras el triunfo de Rivas el 11 de abril, estalló un brote de cólera asiático que contagió a la mitad de la población de 120 000 habitantes y mató a casi 10 000 personas. Con los ejércitos aliados de Guatemala, Honduras y El Salvador, Costa Rica alcanzó la victoria el 1.º de mayo de 1857, fecha en que Walker fue expectorado de Centroamérica.

Si en 1821 se obtuvo la emancipación del imperio colonial español, en 1856 se conquistó a fuego y sangre la Segunda Independencia Nacional.

Además de su liderato político, el Presidente Mora adquirió condiciones de caudillo militar. Los adversarios que contrariaban sus políticas progresistas se conjuraron el día que abrió las puertas el Banco Nacional de Costa Rica. Al precio de 20 000 dólares alquilaron la lealtad de unos jefes militares que lo apresaron para desterrarlo. El régimen de facto inició entonces una campaña de propaganda destinada a destruir su buen nombre de empresario, estadista y militar. Al frente de una rebelón fallida desembarcó en Puntarenas; vencido, a los pocos días se rindió bajo falsas promesas y fue muerto el 30 de setiembre de 1860. El asesinato de su carácter se prolongó por siglo y medio.

Sin embargo, la Asamblea Legislativa reconoció en 2010 que «por equívocos circunstanciales fue derrocado en 1859 con el rompimiento inaceptable del orden constitucional y en 1860 fue fusilado en un crimen de Estado, que aún nos avergüenza, motivado por choques de intereses materiales y personales ajenos al bien común de la patria. Al cumplirse 150 años de su muerte, nosotros, los representantes de la nación, decidimos enmendar ambos errores que menoscaban la dignidad de la república». El Poder Legislativo lo proclamó Libertador y Héroe Nacional.

Costa Rica, que recuerda hoy el sacrificio del Padre de la Patria, asienta su idea de nación en el pensamiento y la trayectoria de Don Juan Rafael Mora.

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