Socialismo: ¿de qué estamos hablando?

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Carlos Revilla

Carlos Revilla M.
crevilla@cambiopolitico.com

El debate entre los socialdemócratas debe continuar, y si cuestionamos a muchos partidos socialdemócratas como el Partido Colorado de Uruguay (Sanguinetti), el Laboristas inglés o incluso al mismo Partido Liberación Nacional (PLN) actual como propuesta de renovación de la Socialdemocracia (SD), entonces es necesario plantearnos ¿cuál socialismo es al que aspiramos? ¿qué factibilidad puede tener en el presente este conjunto de valores, experiencias y utopías que constituyen el socialismo democrático?

Claro, hablo de socialismo, porque de eso se trata la socialdmocracia y no de otra cosa. Dado esto, debemos hablar de un aspecto básico: a qué se remite el concepto socialismo y qué se entiende hoy en día por este. Una de las definiciones más completas que conozco es la del sociólogo José Félix Tezanos, quien afirma:

socialismo es un ideal liberador orientado a resolver los obstáculos que se oponen a una progresiva extensión y profundízación de la libertad y la igualdad y a cambiar por tanto, aquellas formas de relación social y de organización que dan lugar a desajustes sociales, a arencias, a asimetrías y a formas establecidas de dominación social. En consecuencia, el socialismo aspira a impulsar formas y procedimientos de organización social en los que se puedan desarrollar prácticamente las posibilidades de una vida basada en el pleno desarrollo de las potencialidades humanas de libertad, de creatividad, de innovación, de fraternidad, de cooperación…, es decir; de progreso humano

Otros políticos y pensadores son mucho más parcos a la hora de definir que entienden por socialismo. En su libro ¿Qué era, que es el socialismo?, Felipe González ex Presidente del Gobierno Español, éste afirma:

Voy muy ligero de equipaje cuando se trata de principios (…) Al socialismo que propugnamos le bastan los principios de la Revolución Francesa, o sea; libertad, igualdad y fratenidad

El impulso ético del socialismo se remonta a las primeras utopías y su relación con los valores de libertad, igualdad y solidaridad. Estos son valores de la modernidad heredados de la Revolución Francesa, que el socialismo asume con orgullo, pero no es conveniente buscar el socialismo actual únicamente en el pasado del liberalismo, como se deriva de la definición de Felipe González. Liberales y socialistas tienen diferentes interpretaciones de estos valores: los socialistas han insistido en que la libertad es inseparable de las condiciones sociales para su ejercicio, en que la igualdad de estas condiciones sociales es un requisito indispensable para la libertad, y en que la realización de la autonomía moral del individuo, solo es posible en un contexto social que exige actuaciones individuales guiadas por el principio de solidaridad.

Por esto la definición de un Socialismo debe hacerse sobre la base de ideas y programas pensados en el siglo XXI no en el XIX. El socialismo es mucho más que los valores de la Revolución Francesa, es heredero de más de doscientos años de lucha de la clase trabajadora, de la lucha de las mujeres por sus derechos, de los jóvenes, de las reivindicaciones ambientalistas, de las luchas de liberación nacional en Latinoamérica, Asia y Africa.

En el campo de los valores, una de las preocupaciones fundamentales del Socialismo seguirá siendo la igualdad. El capitalismo como ideología implica una serie de valores que el socialismo no puede aceptar: el individualismo amoral, insolidario y egoista; la libre competencia trasladada desde el mercado a la totalidad de las relaciones humanas; la desigualdad como criterio sobre el que el sistema construye y fundamenta su funcionamiento; el éxito social y el dinero como elementos motivadores del ser humano.

Frente a esto, los valores del socialismo serán siempre superiores desde el punto de vista ético. No solo como una mera perspectiva filosófica, sino fundamentalmente, una aspiración, un objetivo a conseguir y que por lo tanto, solo una sociedad en la que todos sus integrantes puedan desarrollar sus potencialidades, su autonomía, su libertad, puede considerarse civilizada o democrática.

Frente al neoliberalismo que afirma que las sociedades modernas experimentan un «exceso de democracia, un precipicio igualitario que las torna ingobernables», el Socialismo debe reivindicar su fe en la igualdad. Igualdad que implica que las diferentes opiniones, filosofías y culturas convivan en tolerancia y respeto mutuo.

Igualdad no significa que todos sean exactamente iguales, sino que haya igualdad en el punto de partida, en los medios de desenvolvimiento y acción que garanticen una existencia material y moral humana.

Lo anterior es cierto en el sentido de que el socialismo es un proceso o una estrategia, cuyo fin es una radical democratización de la vida social, económica, política y cultural. Ahora bien, ¿cual es el papel del Socialismo y que tan lejos podrá llegar su estrategia? ¿Es su objetivo convertir al capitalismo salvaje en un capitalismo social, con rostro humano, o el socialismo es más que corregir las injusticias que genera el mercado, situando su horizonte en un sistema de valores que puedan ser considerados éticamente superiores a los de la civilización capitalista a la hora de organizar la convivencia humana?»

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* Gracias a Sergio Moya por permitirme apoyarme en su libro «Crisis y renovación del Socialismo Democrático» para poder preparar esta columna.

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Un comentario

  1. José Rafael Calvo Fajardo

    El problema es el tiempo que se pierde identificando enemigos infiltrados, y el peligro a que uno se expone. Por eso al que viste el uniforme del enemigo se le hace una ejecución sumaria. Con los social demócratas «modernos» no hay problema porque ya sabemos que son neoliberales, pero todavía quedan adentro otros que en realidad no son socialistas aunque usan ese uniforme. Es cierto que la clasificación es difícil (como todas), pero la base de la definición es todavía la distribución de la riqueza, y es imposible creerle su socialismo a quien vive en un condominio o en hoteles de cinco estrellas. Una sociedad está muy lejos de ser socialista si tiene multimillonarios como Carlos Slim o Bill Gates y cree en el enriquecimiento, y en esa los ricos empresarios gobiernan. Uno puede saber con facilidad quien cree que tenemos un exceso de democracia porque ese padece de un déficit. Y siempre ha sido muy difícil conocer al que cree en la igualdad, solo que quien dice que «hay unos animales mas iguales que otro» no cree en ella. Yo siento que todavía hay mucho enemigo infiltrado entre los intentos de rehacer el socialismo, y que de no ocurrir antes la debacle de la crisis, todavía se pueden salir con la suya. La crisis es una buena oportunidad para hacer el intento; aunque pudiera ser que el socialismo se imponga como solución. Lo difícil es la expulsión y los infiltrados lo saben.

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