María, mujer del pueblo

Ocean Castillo Loría

Virgen de los Ángeles

Dedico este esfuerzo a Rubem Alves, uno de los iniciadores de la senda de reflexión teológica liberadora.

Desde finales de julio, hasta principios de agosto y aún desde antes, el pueblo de Costa Rica va en Romería al Santuario de la Virgen de los Ángeles en Cartago…

La pequeña imagen, tiene un sinfín de adornos, pero quizá lo más sano, es recuperar a María, la madre de Jesús, como mujer del pueblo…

Mujer del pueblo, que se entregó completamente a la voluntad de Dios, es en esa y por esa voluntad, que María es llena de gracia (Lucas 1: 28) y con una bendición especial entre las mujeres (Lucas 1: 42)

Así, María debe ser bajada de su pedestal… debe volver a ser re acercada al pueblo al que pertenece…

Desde esta perspectiva, lo más sano es recordar que la figura que concreta nuestra “Virgen de los Ángeles”, es una figura con rasgos indígenas, con rasgos de los marginados, de los pobres, no con los rasgos de los conquistadores españoles, de los poderosos.

En el Evangelio según San Lucas, María habla de la “humillación” de la “esclava de Dios” (Lucas 1: 48): ¿En qué consiste la humillación?: en la clase social a la que pertenece, al estrato social de los pobres, de los que eran tratados como esclavos.

Y es por ser de la clase pobre, que María expresa su esperanza: «El brazo (del Poderoso) se hace sentir con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide sin nada» (Lucas 1: 51 – 53)

En el signo de la Romería, cada paso que da nuestro pueblo, sobre todo nuestro pueblo más humilde, confirma la elección de Dios por los pobres… luego vienen los actos y las palabras de los poderosos, pero eso es secundario.

Y es en este marco, que nos resulta de vital denuncia profética, lo escrito por el Apóstol Santiago: «Escuchad, queridos hermanos, ¿es que no ha escogido Dios a los pobres en el mundo para que fueran ricos en la fe y herederos del Reino que prometió el a los que lo aman? Vosotros, en cambio, habéis despreciado al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y os arrastran a los tribunales? ¿No son ellos los que ultrajan el hermoso nombre que os impusieron?» (Santiago 2: 5 – 7)

Y si María es del pueblo, Jesús también lo es, y es a ese pueblo al que Jesús le habla del Reino de Dios y en ese Reino, los pobres son bienaventurados (Lucas 6: 20), la pregunta es: ¿En qué consiste la bienaventuranza?

– En una política de servicio.

– En una economía para la solidaridad.

– En una religión para la verdadera libertad.

Pero hoy por hoy, o mejor dicho, en los últimos 30 años: ¿Cuánta de nuestra política tiene como centro el servir?, ¿Cuánta de nuestra economía se sustenta en la solidaridad?, ¿Cuánta de nuestra religión, dígase católica, dígase protestante, conduce a la verdadera libertad en servicio y solidaridad?

Así, el mensaje de Jesús es para el pueblo, sobre todo, para el pueblo pobre, para el pueblo al que Jesús pertenecía, porque Jesús no era sacerdote o de alcurnia: era un carpintero, el hijo de José y María.

Es más, desde una perspectiva más espiritual si se quiere, dice San Pablo: «Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriquecemos con su pobreza».

Jesucristo se hace pobre, a través de la pobre de María (Pobre desde la óptica política, económica y social de su época y sin exagerar, hasta de la nuestra), pero desde esa pobreza propone el gran cambio, ya lo había dicho María: “…derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide sin nada». Eso es el Reino de Dios.

Es por la participación en la gracia salvadora de Jesucristo, que puede a la luz del Evangelio, pronunciar estas palabras…

Y puede participar en la gracia salvadora, por la sencillez (María, como la mayoría del pueblo en la Romería costarricense, no reviste de razón su fe, no “teologiza” su fe); y puede participar en la gracia salvadora, porque guarda silencio ante lo que supera su mente (El misterio de Dios); y puede ser parte de la gracia salvadora, porque es fiel.

La fe del pueblo de Costa Rica que se dirige a Cartago, es solo fe (Inmensa y profunda)

Pero esa fe, no es discreta, esa fe es pública y si se mira como un signo de la petición del derrumbamiento de los poderosos y el exaltamiento de los humildes, como una petición del fin del hambre y de un cambio profundo en la esfera socio – política del país, entonces esa fe, tiene un mensaje político en sí misma.

Pero para que esa fe pública, sea política, ese pueblo que camina, ese pueblo peregrino, debe tener una experiencia mística, es decir, debe morir a sus egoísmos, para que en ellos viva Jesucristo, es decir en ellos, deben cumplirse las palabras de María: “Hágase en mí, según tu palabra”.

Y cuando se concrete ese cumplimiento, serán realidad las palabras de Jesucristo: «los últimos serán primeros y los primeros últimos» (Mateo 20: 16)

Y entre esos últimos que serán los primeros en el Reino de Dios, está María, su madre…

Por ello, este dos de agosto, sería sano que los católicos, libremos de oropeles a “La Negrita”, que la libremos de desfiguraciones propias de la mala recepción de algunos sectores de la población…

Esto, con el objeto de devolverla al pueblo mismo, al pueblo al que ella pertenece, al pueblo pobre, a aquel pueblo que ante las injusticias de la política, la economía y hasta la religión misma, solo buscan y solo les queda la justicia de Dios.

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