Por Ricardo Veisaga
Buscando noticias sobre el homenaje que la canciller alemán Ángela Merkel, realizó el año 2012 sobre el holocausto gitano, en el archivo que consulté del «Chicago Tribune» hablaba sobre el tardío reconocimiento del Parlamento Alemán, destinado a conmemorar a los muertos y subrayando la necesidad de proteger la vida del odio y del prejuicio. En el mismo cable de la agencia Reuters, la periodista Alexandra Hudson menciona al «gypsy bóxer» Johann Trollmann. Mi «vana curiositas» (vana curiosidad), me llevó a buscar información sobre este personaje, con la seguridad de que detrás de este cable había escondido una historia importantísima.
Mi búsqueda fue al principio algo frustrante, muy pocas noticias al respecto o de un artículo original las distintas reproducciones fueron convirtiéndose en versiones más libres, distorsionando y confundiendo datos y episodios. No así en el idioma alemán, ya que existe bastante material, pero debo confesar mi total ignorancia respecto de la lengua germánica. A medida que avanzaba mi investigación, crecía mi interés, conmovido por el infierno que tuvo que vivir Trollmann.
El 27 de diciembre de 1907, nació en Wilsche (baja Sajonia), Johann Wilhelm Trollmann, miembro de una familia gitana (sinti) quienes abandonando el nomadismo se asentaron en Hannover. La vida de esta familia transcurrió en una calle muy corta cercana a una iglesia, lugar donde pasó gran parte de su vida y comenzó su preferencia por la práctica del box. Rukeli es el apodo que le asignan, que en lengua romaní de los gitanos centroeuropeos, deriva de la palabra «árbol», «árbol joven». A la edad de ocho años empezó a practicar boxeo en el Club Heros de Hannover, gracias a las enseñanzas de un entrenador judío, se abrió camino y conquistó cuatro campeonatos regionales y participó en los nacionales. Tenía una forma muy peculiar de boxear una rareza para la época, jamás vista, mucho movimiento, un estilo ágil, sus juegos de piernas y cintura, sus electrizantes esquives, lo semejaban a un bailarín.
Fue un adelantado y precursor de Ali, Ray «sugar» Leonard, Naseem Hamed y muchos más. Hofsteter dijo que Trollmann fue «uno de los inventores del boxeo moderno», su estilo ágil y su capacidad técnica contrastaba con el estilo que los nazis cultivaban, basadas en las supuestas virtudes de la raza aria: fuerza, rudeza y estatismo. En los años sesenta se desarrollaría este tipo de boxeo en Estados Unidos, no me considero un experto en esta cuestión para certificar si es así o no. Antes de la llegada de los nazis al poder, flotaba en Alemania un sentimiento racista y Rukeli fue víctima de ese odio racial. En 1928 el comité de selección le retiró la plaza olímpica para los Juegos Olímpicos de Estocolmo, en favor de otro boxeador de Hamburgo que había sido derrotado en esa eliminatoria por Trollmann, la excusa del Comité fue «que su estilo no era lo suficientemente alemán».
En respuesta a esa discriminación, al año siguiente Rukeli se trasladó a Berlín y empezó su carrera profesional, a pesar de su poca corpulencia peleó en los semipesados, ganó fama y dinero. De cabello moreno, piel oscura y ojos negros, las mujeres atraídas por su aspecto racial acudían en masa a sus combates. En Colonia, Berlín y Hamburgo se presentaba a combatir con llenos totales, su estilo acróbata-bailarín hacía vibrar al público, su juego de piernas había sido bautizado como «el baile de Trollmann».
En enero de 1933 los nazis llegan al poder, Hitler es nombrado Canciller el día 30. Los nazis toman el control del boxeo, un deporte muy popular durante los años de la República del Weimar (previa a Hitler), Luego de la primera Guerra mundial y del imprudente Tratado de Versalles, ante la falta de trabajo, la gente se había volcado a los deportes de masas, si bien era considerado como un deporte esencialmente proletario, algunas estrellas como el boxeador Max Schmelling, atraían gran público de la burguesía y a celebridades. Hitler fue un gran admirador del box y de hecho sólo dos deportes figuran en su libro «Mein Kampf», el jiu jitsu y el box. Las SS y los soldados practicaban boxeo, se enseñaba en las escuelas y la palabra inglesa fue sustituida por «faustkampf» (pelea a puñetazos).
En marzo de 1933, es despojado del título el campeón semipesado alemán de boxeo Eric Seelig, la razón obedece a que es judío. El mismo año Los nazis adoptan una antigua ley de Baviera que decía «combatir a gitanos, trashumantes e individuos sin hábitos de trabajo». A pesar que el jefe de la SS, Henrich Himmler, pensaba que aún quedaban «arios puros» entre los gitanos, la llamada biología racial decidía quien debía vivir o no. En junio de 1933, a la Asociación de Boxeo Alemán, no les queda más remedio que organizar la pelea por el título entre el «ario» Adolf Witt, famoso por su potente derecha y el «gitano», el Gypsy (su nombre artístico) Trollmann. Witt era pesado. El combate fue a doce round, en la cervecería Bock en Fidicin Strasse (Berlín), con la plana mayor del Tercer Reich en primera fila, en la bockbrauerei de Berlín. El gran Rukeli gracias a su juego de piernas, su rapidez y sus golpes pusieron contra las cuerdas a Witt, incluso se daba el lujo de comentar el combate con la gente que ocupaba las primeras filas (no se usaba entonces protector bucal). Al finalizar el combate, Witt tenía el rostro ensangrentado y el rostro de Trollmann estaba sin huellas, inmaculado.
Los oficiales nazis presionaron a los jurados y estos declararon un empate nulo, el público reaccionó indignado, enfurecieron a tal punto que los jefes nazis temieron por su integridad. La historiadora de boxeo Sofía Schrmitz dijo sobre el veredicto: «Este era un público que entendía de boxeo y podía ver que se estaba manipulando el combate con fines políticos», «la gente definitivamente no estaba preparada para participar de este tipo de manipulación basada en el racismo». Los jurados decidieron cambiar su decisión y anunciaron: ¡gitano Trollmann ganador! Rukeli recibió el cinturón de campeón y se tiró al piso llorando desconsoladamente. En los días siguientes los medios periodísticos especializados, atacaron a Rukeli de manera despiadada, como la revista «Boxsport» que sentenciaban que su boxeo era demasiado «teatral» y que «carece de clase», se mofaban de su «imprevisible carácter gitano», o que un verdadero campeón «no corre por el ring». O de «afeminado» lo calificaba el «Volkischen Beobachter» (El Observador Popular), periódico oficial del partido nazi. Días después la Asociación le quita el título por desarrollar un «mal boxeo» y por «conducta indecorosa» (el hecho de llorar en el ring).
La Asociación aumenta su ataque, Rukeli es obligado a pelear contra Gustav Eder, pero se le advierte que debe combatir según el «estilo alemán», es decir «quieto» e «intercambiar golpes» estático. Alea Jacta est (la suerte está echada), decían los romanos. Rukeli sabe lo que le espera, entonces decide hacer un gesto, dejar un mensaje. El día del combate nuestro héroe ingresó al ring con el pelo teñido de rubio y su cuerpo cubierto de talco o harina, el estadio enmudeció, parecía que Rukeli les estaba diciendo «¿Ahora soy un ario?» Trollmann se quedó quieto en el centro del ring y soportó todos los golpes que le arrojaba Eder, ensangrentado, en el quinto round no pudo aguantar el sádico castigo y se derrumbó más allá de la cuenta final.
Siguió combatiendo pero ya no era él, le habían roto las alas, obligado a pelear quieto y en sus peleas algún funcionario del partido, se acercaba a su rincón y le ordenaba, «¡gitano, túmbate o iremos por tu familia!» Su situación personal insostenible lo llevó a pelear en ferias y en circos, o en circuitos clandestinos de box, enterados los de la Asociación le revocaron su licencia.
Trollmann se divorció de su mujer para protegerla y para que su hija pudiera cambiarse de apellido. Su hija Rita Vowe, que en 1938 aún se llamaba Rita Edith Trollmann, recuerda débilmente como su padre Johann las abrazaba a ella y a su madre, Olga Frieda Bilda, con los papeles del divorcio sobre la mesa de la cocina. Su madre era una gadyé (así se denominaba en romanés a la persona ajena a la etnia gitana). Rita Vowe, después de setenta años llegaría a conocer la historia de lucha, sacrificio y muerte de su padre, quién le diera la oportunidad de sobrevivir. Ese mismo año una ley equiparaba a los gitanos con los judíos, y Trollmann fue detenido y esterilizado. Dos hermanos de Rukeli fueron apresados y enviados a campos de concentración, su hermano menor Henrich Trollmann, llamado Stabeli, también boxeador, fue deportado a Auschwitz, murió en ese lugar a los 27 años, en 1943.
En septiembre de 1942 comienza la guerra y Trollmann es reclutado y enviado al frente oriental, al frente ruso, como soldado de infantería. En diciembre de 1942, Himmler, en lo que se conoce como Decreto de Auschwitz, ordena la deportación de todos los gitanos. Trollmann, durante un permiso que obtiene en 1942, regresa a Alemania pero es arrestado por la Gestapo, y lo envían al campo de concentración «Neuengamme», cerca de Hamburgo, fichado como preso 721/1943. Trabaja junto a los demás prisioneros en la fabricación de ladrillos. El director del campo había sido un directivo de boxeo antes de la guerra y reconoció a Trollmann, fue obligado a pelear para entrenar a los de la SS del campo, debilitado y extenuado, luego del agotador trabajo cada tarde, debía combatir para regocijo de los guardias y por la promesa de una ración extra de comida.
El escritor Roger Repplinger, escribió un libro en alemán: «Leg dich, Zigeuner. Die Geschichte von Johann Trollmann und Tull Harder». Donde contrapone la biografía de Trollmann, boxeador preso en el campo, por su condición de gitano, con la del futbolista Otto tull Harder, ídolo alemán afiliado a las SS, fue guardia en el campo donde estuvo detenido Rukeli. Al concluir la guerra Harder fue juzgado por crímenes contra la humanidad, condenado a 15 años de prisión, sólo cumplió 10 años, falleció en Hamburgo. Durante la Copa mundial de Futbol, se editó en Hamburgo un folleto que ensalzaba la figura de Harder como «modelo a imitar por la juventud», esa iniciativa provocó un gran escándalo y se retiraron todos los ejemplares.
Su supervivencia estaba en juego, y el comité de prisioneros finge su muerte, y bajo una falsa identidad logran que se lo envié al campo de Wittemberge. Pero en este campo, es nuevamente reconocido y empieza su martirio, es obligado a combatir, y organizan una pelea con un antiguo criminal llamado Emil Cornelius, era un «Kapo», un prisionero con privilegios, un espía interno, era un colaborador de los nazis. Kapo era una forma reducida de Kameraden Polizei (camaradas políticos). Rukeli en un último acto de dignidad, se enfrentó a Cornelius, derribándolo en el barro del campo, para risa de los demás carceleros. Trollmann cometió el error de noquear al Kapo. Cornelius cegado por la vergüenza agarró un madero y apaleó hasta la muerte a Trollmann, ante la complicidad y las burlas de los guardias, el cadáver del ex campeón alemán, quedó tirado en el barro, con los guantes puestos.
La vida de Johann Trollmann representa el sufrimiento del pueblo gitano, del Porrajmos que los romaníes sufrieron bajo el régimen nazi. Escribí al principio de este artículo, que Trollmann era al mismo tiempo un Héroe y un Mártir. Recuerdo lo que dijo el dramaturgo Víctor Hugo que: «El infortunio, el aislamiento, el abandono y la pobreza son campos de batalla que tienen sus héroes», y en este campo, el del boxeo, también tuvo su héroe. Rukeli lo fue, porque «Un héroe lo es en todos los sentidos y maneras, y ante todo, en el corazón y en el alma», según la afirmación de Thomas Carlyle. Francis Scott Fitzgerald dijo alguna vez: «Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia», y en este sentido la vida de Trollmann fue una verdadera tragedia. Como aquellas tragedias de las que nos hablaban los antiguos griegos, el «Héroe trágico» de Sófocles, donde se explicaba las cosas más incomprensibles no sólo por lo humano sino por lo divino, el aniquilamiento del hombre, sin ninguna finalidad comprensible, y aun en contra de toda moral, pero siempre buscaron en esas acciones la causa últimas de su padecer.
El héroe trágico griego es aquel que se enfrenta a un destino fatal en una guerra sin cuartel, sabe que su destino será inevitable sin embargo pelea como si no lo supiera, a veces parece que el triunfo está en sus manos pero el destino termina por imponerse, por eso adquiere importancia las palabras de Carlyle cuando dice: «Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate». Disraelí ya nos prevenía: «A menudo los héroes son desconocidos», y al escribir sobre este héroe, lo hago con la intención de que se conozca la vida de Trollmann, pero no sólo para los hombres que participan del mundo del boxeo. Y para recordar que Alemania un pueblo que produjo tantos músicos, escritores, filósofos, hombres de ciencia, etc. También produjo una de las noches más oscuras de la humanidad, pero que no surgió de un día para otro como los hongos después de la lluvia, el nazismo fue hijo no sólo de Himmler o Hitler, sino también de Martín Lutero, del Conde de Gobineau, Nietzsche, Richard Wagner, Chamberlain, de Fichte, de Hegel, Bismarck, de Lessing, Herder, Heidegger, etc.
No hay que olvidar que no existe una raza superior y que al mundo lo domina más de las veces la irracionalidad. «El tirano muere y su reino termina. El mártir muere y su reino comienza», sentenciaba Soren Kierkegaard. Y Rukeli fue en el sentido primigenio de esa palabra un mártir, un testigo, eso significa en griego. Fue un testigo de nuestro tiempo y dio testimonio con su vida. Philip Kerr, en la última emisión de la zaga de Bernie Gunther («Si los muertos no resucitan»), dijo: «La verdad no había historia más triste que la del zíngaro Trollmann».
A finales de 2003, la Asociación Alemana de Boxeo, entregó el cinturón de campeón a los descendientes de Trollmann e inscribió su nombre en el libro de los campeones. En agosto de 2004, se bautizó con su nombre a una calle en Hannover y otra en Hamburgo. En 2006 se filmó una película, «Rukeli» (en alemán). En enero de 2011, el remodelado pabellón de deportes de Berlín, levantado en el mismo lugar donde peleó por el título, fue renombrado como Johann Trollmann Boxcamp. El monumento a Johann Trollmann fue inaugurado el 9 de junio de 2010, en el Victoria Park de Berlín. El monumento es un ring semihundido.
En enero de 2013 se estrenó un docudrama titulado «Gipsy», sobre la vida del boxeador. «La victoria tardía» es el título de una canción en su honor, del grupo «Spatlese».