En el nombre de Dios o las Hermanas de la Magdalena

Ocean Castillo Loría
Ocean Castillo Loría

La semana pasada, en un cable internacional publicado en la prensa escrita, se hablaba de “Una historia de terror que fue real”, imaginamos que el medio que la publicó buscaba impactar a los lectores, con las cercanías del “Halloween”.

Según el citado cable, la historia en cuestión era digna de ser llevada al cine…

Y he aquí la motivación de este artículo, resulta ser que los eventos que se describen en la nota ya fueron llevados a la pantalla grande (A lo mejor el redactor no se había enterado o no investigó bien el objeto de su texto). Aquí hablaremos de la película: “En el nombre de Dios” o como se le conoció en otros países: “Las Hermanas de la Magdalena”.

La película es del 2002 y prácticamente tiene las dos horas de duración…

Desde una perspectiva de comunicación, la película busca presentar y cuestionar o hacer reflexionar, sobre los actos humanos que se hacen en nombre de la religión: por ejemplo, las cruzadas, el conocido 11 – S o más recientemente, los actos del Estado Islámico (EI)

Lo cierto es que antes de la presentación de la película, muchos auditorios (Incluidos nosotros mismos), no sabíamos de los hechos que allí se relataban: el filme trata de un grupo de tres mujeres, que son recluidas en un convento (En el fondo son hechas prisioneras), por haber hundido en la deshonra a sus familias.

En este contexto, las “deshonras”, son de distinto talante, por ejemplo, parece que el “pecado” de una de ellas es el ser bonita… lo cierto es que allí habitaban desde prostitutas, pasando por madres solteras hasta llegar a mujeres violadas.

Se suponía que las recluidas habían atentado contra la “moral cristiana”, pero el peor atentado lo cometía la institución religiosa y sus personeras y personeros…

Lo cierto es que el medio para la “purificación de las faltas”, era el ser sometido a trabajos forzados, en la enorme lavandería del convento, muchas de aquellas mujeres llevaban muchas décadas en ese proceso de “purificación”. Ese “purgatorio”, fue en realidad su infierno, pero de toda suerte en la lógica del convento, “las internas”, ya tenían el infierno ganado.

Ahora bien, contrario al titular del cable internacional que hemos mencionado, el director de la película (Peter Mullan), concreta un proyecto sobrio, no sensacionalista ni lleno de eventos que conduzcan a la lágrima fácil.

Las mujeres explotadas que se presentan tienen un claro equilibrio: no caen en la “victimización”, pero tampoco son “mujeres maravilla”, son mujeres en una situación extrema, con una apuesta extrema: intentar escapar o morir en el intento.

Así, la religión cristiana que originalmente presenta ideas de servicio, solidaridad y libertad, concreta un proyecto de opresión y claras opresoras y opresores (Otras mujeres, las monjas, que ejercían castigo físico y psicológico y el cura del lugar, que viola a una de las chicas que tiene retraso mental); un proyecto egoísta (En el fondo la lavandería era un negocio); un proyecto de esclavitud.

Otro elemento es que esta historia inicia en 1964, es decir, luego de la II Guerra Mundial y las atrocidades nazis y un año antes, del inicio del Concilio Vaticano II, que le diera un giro copernicano (Que no ha terminado de darse) a la Iglesia Católica. De hecho, las mencionadas lavanderías, funcionaron hasta mediados de los noventas.

Como ya hemos dicho, esta película fue presentada en varios países, con el título: “Las Hermanas de la Magdalena”, esto, porque ellas eran las encargadas del convento donde se desarrollan los hechos, lo irónico es que dicha hermandad era también conocida como las “Hermanas de la Caridad”.

Este filme presenta la “clásica solución social de deshacerse o borrar o desterrar lo que estorba”, las mujeres prisioneras “atentaban”, contra la hegemonía / tranquilidad de la sociedad, por eso había que “deshacerse” de ellas en el convento, había que “borrarlas” / “desterrarlas”, por ello muchas vivían desde su adolescencia hasta su vejez y muerte en esa prisión.

Puede decirse que cierto cuerpo interpretativo de la religión, jugó un papel importante en los hechos, eso es innegable, pero no podemos escapar por esa puerta fácil: ¿La sociedad capitalista – occidental, no busca deshacerse, borrar o desterrar lo que le estorba?

¿Resuelve eso el racionalismo occidental o una ética laica?

En “Las Hermanas de la Magdalena”, se muestra como las estructuras presentan su poder: la sociedad a la que le estorban “las pecadoras”; y el convento que las utiliza para sobrevivir en una lógica de mercado. Las mujeres no venden su fuerza de trabajo, simplemente son explotadas.

¿Cómo trata nuestra sociedad a quienes le “estorban”?; ¿Cómo algunas estructuras no – religiosas despojan a los seres humanos de su dignidad, para sobrevivir en una lógica de mercado?; ¿No refiere a eso el narcotráfico o la trata de personas?

¿No se hace eso al usar una serie de eventos históricos, para escribir una nota “periodística”, ausente de ciertas confirmaciones, para hablar de una “Historia de terror”, en el marco de las cercanías de una “festividad”, que tiene como motor y principal receptor el sistema de precios y mercados?

Por otra parte, la película que comentamos y reflexionamos, plantea como las instituciones (La sociedad, la Iglesia), “cosifican” el cuerpo para ejercer poder: La sociedad enviaba a las “pecadoras” al encierro, por violar las “sanas reglas en el accionar del cuerpo” (Prostitución, maternidad en soltería, violación, que se interpretaba como “culpa” de la mujer)

Y aquí de nuevo, hay una visión social y religiosa hipócrita y esto es cierto, pero una vez más, no se puede escapar por la puerta falsa…

Hoy hay una “cosificación” del cuerpo para ejercer poder y que no está asociada con la religión, pero esa no es tan o el todo señalada; se critica a las instituciones religiosas y eso está bien, pero ¿Cuántas mujeres y hombres a cambio de un pago, usan su cuerpo como instrumento de trabajo (Y no hablamos aquí de trabajadores y trabajadoras sexuales)?

Inclusive, ante ciertas críticas, muchas de estas personas argumentan: “Mi cuerpo es mío y yo puedo hacer lo que me da la gana”; pero esto es falso, el cuerpo pasa a ser mercancía, ya no es de la persona, es más, se le paga para que deje de serlo y pase a ser “La chica o el chico del póster”.

En “Las hermanas de la Magdalena”, el poder de la Iglesia se refuerza y se acepta por la dominación del cuerpo de las mujeres: ¿Cómo se refuerza y se acepta el poder del mercado capitalista por la dominación del cuerpo de hombres y mujeres?

En el pasado, el poder eclesiástico y el conocimiento teológico, se llevaban de la mano para dominar o transformar la sociedad; hoy, el poder financiero y el conocimiento económico casi que cumplen la misma función.

Y esa dominación o transformación, se concretaba en el ser humano, en su cuerpo (En el caso religioso, muchas veces fruto de una matriz cultural machista, en el caso de la economía, convirtiendo los cuerpos en mercancías y a las personas, limitándolas a sus roles de comerciantes y consumidores)

De este modo, así como hoy y en el pasado, se cuestionan a las verdades religiosas en su pretensión de objetividad y universalismo, el desafío también se plantea para áreas del saber como la ciencia, donde debe tenerse claro que por sí misma, ella no tiene ética, o la economía, o la misma forma en el que se abordan las problemáticas de género, en donde determinadas visiones de corte fundamentalista y radical, propenden al rompimiento del tejido de la sociedad.

Esto no quita que en la historia de la humanidad, por lo general, a la mujer le ha sido impuesta el ser reconocida por el varón para “ser alguien”…

Pero hoy, dentro de la sociedad occidental capitalista, ese “reconocimiento para ser alguien”, también se impone a otros sectores:

– “Si no consumes de acuerdo a cierto estatus de ingreso, no eres alguien”.
– “Si no tienes determinada profesión, no eres alguien para el mercado”.
– “Si no tienes ciertas características físicas, no eres alguien”.
– “Si ya pasaste tu edad productiva económicamente hablando, no eres alguien”.

Es en este contexto que la sociedad cuestiona: ¿Qué es ser hombre y qué es ser mujer hoy?

En el caso de “Las hermanas de la Magdalena”, las “internas”, eran esas “otras” que cuestionaban el poder social y religioso con sus “comportamientos irreverentes”, valga decir desde una perspectiva teológica – liberadora, que lo mismo le sucedió a Jesús de Nazaret en su tiempo.

Jesús es el que cuestiona el sistema de dominación judía (El Templo), y el sistema de colonización romano (Por ejemplo, no reconoce al César como dios), para los líderes religiosos de su tiempo, Jesús, era un irreverente (“Está endemoniado”, decían), por ello debe ser “controlado vía eliminación”, por eso es crucificado.

Y aquí vale la pena subrayar, que la sanción / castigo, del sistema de dominación queda marcada ¿Dónde?: en el cuerpo torturado de Jesús en la cruz… lo más irónico y lamentable, es que la comunidad y comunidades (Cristianismos), iniciados por Jesús, por lo menos en importantes sectores, dejaron de lado el cuestionamiento del sistema de dominación, para aliarse a su poder.

Ahora bien, las “internas” del convento, eran parte de la sociedad, pero dejan de serlo por su “comportamiento”. Jesús era parte de su sociedad, hasta que cuestiona el sistema de dominación (Entonces es crucificado “fuera de Jerusalén”); en ambos casos, esos “otros” eran parte de la colectividad y los sacan de ella cuando sus diferencias se hacen perceptibles.

¿Y quiénes los sacan?: en el caso de la película “En el nombre de Dios”, las monjas (Que antes de monjas, son mujeres); en el caso de Jesús, los líderes religioso – políticos de su tiempo, quienes se supone eran los más preparados para entender su mensaje: los presuntamente “iguales”, cuando se alían al poder, terminan explotando a sus pares.

Así las cosas, la principal lección de aquellos y aquellas que pertenecen a un grupo que no está en el poder es, que cuando este se alcanza, no se pueden convertir en servidores de ese poder, pasando de “liberadores a nuevos explotadores”.

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