Política entre bastidores
Manuel Carballo Quintana
“He combatido este proyecto con todas mis energías. Sin embargo, debo reconocer que soy parte de un engranaje, y aunque mi posición ha sido NO, en estos momentos siento que yo no soy yo y mi voto es afirmativo. Mi voto es SÍ.”
Durante toda la campaña electoral previa a febrero de 1970 y en la misma Asamblea Legislativa, me opuse, junto con nuestro compañero Ángel Edmundo Solano Calderón, en nombre de la Juventud Liberacionista, a la aprobación del Protocolo de San José, por medio del cual se creaba el Impuesto sobre las Ventas, impulsado don don José Joaquín Trejos primero y apoyado luego por el Presidente Figueres. Debemos ser claros en que don Pepe, en plena campaña electoral, defendía la política de impuestos de la Administración Trejos. Muy valientemente explicaba que un país no puede vivir sin impuestos y que él no quería engañar a nadie sólo por estar en campaña política. Por el contrario, en la Juventud nos opusimos muy específicamente a la creación del nuevo Impuesto sobre las Ventas. En seminarios, en cursos, en plaza pública dimos la pelea. Ya en el gobierno, la Fracción de Liberación por supuesto acuerpaba la posición del Poder Ejecutivo favorable al nuevo impuesto.Casi simultáneamente en esos días se discutía en la Asamblea Legislativa la Reforma al Artículo 90 de la Constitución Política, presentado por la Juventud Liberacionista, que permitiría la mayoría de edad a los 18 años, y por tanto el derecho al voto a esa edad, en vez de los 21 años como lo establecía la Constitución Política de 1949. Creemos que la motivación que provocó esa reforma constitucional en la juventud costarricense, le dio el triunfo a don Daniel Oduber en las elecciones de febrero de 1974.
Sobre ambos proyectos existía ya una línea de Partido favorable y para nosotros en la Juventud la reforma de los 18 años era irrenunciable. Por ello fue que, junto con Ángel Edmundo solicitamos a la Fracción nos liberara de la obligación de votar el Impuesto sobre las Ventas. Así no falsearíamos el compromiso que desde la campaña política habíamos asumido con la Juventud. Alegamos que nuestros dos votos no eran necesarios para aprobar el Impuesto de Ventas, pues tenía el apoyo del Partido Unificación Nacional (hoy PUSC).
La reacción de algunos diputados de nuestra Fracción fue que si se nos dispensaba de la línea de partido, ellos solicitarían se les dispensara entonces de la línea en favor del proyecto de mayoría de edad a los 18 años. En pocas palabras, en nuestro criterio eso pondría en peligro la Reforma al Artículo 90, que necesitaba la mayoría calificada de 38 votos para ser aprobada.
Sin más discusión llegó el día de la votación nominal -voto razonado-, en el Congreso, con mi …yo no soy yo… Esa frase significó escarnio, burlas, editoriales de La Nación. Para unos el “yo no soy yo” era una vergüenza que reflejaba una pérdida de la personalidad; para otros se trataba de una brutal imposición del PLN hacia sus diputados. Don Daniel Oduber me dijo algo que todavía guardo en mi memoria: “Eso te pasa por hablar en parábola”. Le respondí a don Daniel que lamentablemente fuera de Liberación Nacional no saben lo que es línea o disciplina de partido.
En el libro Cartas a un Ciudadano, de don José Figueres Ferrer expone el tema con la mayor claridad: “En la Asamblea, la aparición del primer partido ideológico democrático, ha traído fenómenos nuevos, confusiones momentáneas, que se deben a la tradición personalista. Pero fácilmente, sobre la marcha, se han ido adoptando fórmulas que permiten combinar la libertad de pensamiento con la voluntaria disciplina de partido, que es indispensable para cumplir un programa ofrecido a los votantes… Si yo me comprometo a estar en Alajuela el 11 de abril a las nueve de la mañana, indudablemente ese compromiso limita mi libertad, puesto que no podré estar en Limón a esa hora. Pero tal limitación es perfectamente democrática porque es voluntaria… No sufro ninguna vejación cuando el oficial de tránsito me hace detener el auto en una esquina para que otros transeúntes pasen antes que yo… Por igual razón, un partido político permanente, programático, no podría realizar labor de conjunto ni cumplir sus finalidades sin una disciplina de grupo, voluntariamente aceptada por sus miembros, que de ninguna manera implica un irrespeto al criterio individual. Ese criterio individual lo expone cada miembro del equipo en las deliberaciones internas, como una ayuda para que se llegue a la decisión que más convenga al país”.
Hoy día, la línea de partido creo que la tienen todos en teoría, en el papel. Sin embargo, ninguno la toma en serio. Mientras tanto, prefiero quedarme con Federico García Lorca en su Romance Sonámbulo, cuando dice:
“Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
Verde que te quiero verde…
…Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa”.
Estos apuntes no tienen ninguna pretensión literaria; son la narración de simples hechos reales poco conocidos que al cabo del tiempo se convierten en históricos.