Conversaciones con mis nietos
Arsenio Rodríguez
Tal vez los granos cósmicos, en algún momento se cansan de acelerarse alborotados, como locos saltando en el espacio. Y se van acercando despacio. Se juntan en rondallas de burbujas, haciendo murallas y tribus en la espuma. Hasta que se van apreciando a sí mismos y lo que las está rodeando. Hasta hacer consciencia y canción de amor.Yo a veces me pregunto ¿y dónde está ese amor? El que nacía en las manos de Francisco, sanando lobos y ovejas. El que se derramaba en los trastes de Teresa, y se asoma en las palabras de Rumi y Hafiz. Ese amor de manos que acarician almas, que enloquece y a la vez calma. Ese fuego de agua.
Porque siento que no está en palabras, ni en observancias de creyentes. Está en ojos encendidos, que son mudos, en labios descarnados por el fuego de los besos, en anhelos de anhelos, en desvelos. No está, en interpretaciones de libros, ni en conversaciones sapientes, ni en votos de pureza o de fe.
Aparece como una locura de repente, que inunda y ahoga la mente. Sé que existe, he sentido sus pasos, he visto su rastro. He hecho rogativas y esfuerzos para alcanzarlo, pero sigue escondido. Y vivir, sin lo que uno no sabe que es, pero que siente que es todo, no es vivir.
Por eso siento que estoy atrapado en una colmena celular multitudinaria, formando siluetas en el espacio-tiempo. Enclaustrado en este maravilloso templo del cuerpo, compuesto por pequeños saquitos acuosos, ensamblados por ramos de flores moleculares y patrones cambiantes de energía, que van creando sonrisas, besos y vida.
Sí, estamos todos atrapados en esta casa de espejos y ecos. Donde las reflexiones se multiplican en pensamiento, recuerdos, definiciones y opiniones. Programados al nacer por la cultura, la historia, prejuicios, vicios, aspiraciones y alegrías. Circunscritos en trayectorias, sueños y pesadillas a los escenarios de la vida.
Estamos atrapados también, en antiguas corrientes de vida, que van más allá de cultura y etnicidad, en los imperativos biológicos de la evolución, donde la consciencia se fue desarrollando, hasta que estuvo lista para ver su reflejo en la casa de los espejos, a través del instinto, el impulso, el deseo, la solidaridad, el miedo, la satisfacción y la frustración. Finalmente, generando pensamiento y autorreflexión, después de miríadas de ensayos entre curiosidad y entorno, para manifestar el potencial latente de la consciencia.
Estamos atrapados en imperativos cosmológicos de origen, impulsados por partículas excitadas y alborotadas, rebotando unas con otras haciendo átomos, moléculas y galaxias. Buscando con pasión el verse y conocerse a sí mismas, a través de ojos y mentes, eventualmente.
Pero ¿quién es el que está atrapado en esta colmena, en esta casa de los espejos? ¿En estos imperativos de evolución? ¿Quién está entretejido en este tapiz de información? ¿Quién está enhebrado por ADN, enlaces kármicos, relaciones entre átomos, neutrinos y toda clase de partículas, manifestándose en este continuo espacio/tiempo en este ser de condición consciente?
A veces, en cautiverio sentimos una libertad, un despertar más allá de estar despierto y por un santiamén estamos solos, ausentes de cualquier definición. Y nos sentimos más allá de la yuxtaposición de tú y yo. Solos, pero en una totalidad, más allá de la colmena, más allá de la casa de los espejos, más allá de los antiguos impulsos evolutivos que destilaron esta esencia de libertad total, una soledad de todos juntos. Una plenitud que no se parece a nada y que no necesita nada. Más allá del tiempo, el espacio, el pensamiento y la definición.
Estamos atrapados en sueños soñados, pero a veces despertamos y sentimos una sensación de amor profundo, que se derrama a lo largo de esos instantes de ser. Cómo hacer ese instante permanente, es la meta del sueño, de los impulsos cosmológicos, de los espejos y sus reflejos, de los extremos de la dualidad ambivalente. Entonces vale la pena estar atrapados, en esta maravillosa colmena compleja, en los reflejos de la casa de los espejos, en ser instinto y distinto.
Porque llega un momento en santiamén cuando el tiempo y el espacio se tornan en instrumentos, para traer a luz un ser consciente para siempre. Es un impulso de amor tan infinito, que hace que todo salga de la nada, que hace que la unicidad se busque y se encuentre; como la esencia del amor.
Sí, estamos atrapados en esta gloriosa cárcel imaginaria, en esta historia interminable con un final feliz. Atrapados y agradecidos.
Pretendemos estar separados en multitudes. Donde cada uno juega un papel asignado, convencidos de que somos la actuación. Es la trama de esta magna producción dirigida, producida, actuada y coreografiada por la misma existencia. ¡Y el espectáculo tiene que seguir!
Así que perdonemos nuestros átomos y pecados y todas esas sinuosas criaturas que adentro piensan. Continuemos jugando este juego divino, hasta que nos demos cuenta, de que ni nombre tenemos. Pero si las cosas en nuestro rincón del estrado se tornan muy intensas, o tal vez un poco salvajes, y apretadas, (y ustedes saben lo que quiero decir…). Entonces por un instante o dos inspirémonos (sin dejar de desempeñar nuestro papel). Y seamos quienes verdaderamente somos, recordando el juego que jugamos como uno. Y sonriamos, hermano, hermana, sonriamos adentro.