Política entre bastidores
Manuel Carballo Quintana
Las siguientes líneas quizás no tengan tanto que ver con “Política entre bastidores”, aunque sí veremos alguna relación no tan directa.Siendo muy joven fui electo diputado a la Asamblea Legislativa por la provincia de San José, en representación de la Juventud Liberacionista. Residía entonces con mi esposa frente a la Urbanización Finsa de Paso Ancho, distrito de San Sebastián. Poco después, ya con una hija, nos mudamos a otra casa también en Paso Ancho, en el barrio El Carmen. Paso Ancho se convirtió en lugar de reunión con mis compañeros de la Juventud Liberacionista y con don Daniel Oduber.
Recordaré siempre que don Gonzalo Solórzano González, compañero diputado del período legislativo 1970-1974, fue quien me vendió a pagos mi primer automóvil. Era un viejo Datsun que lo conduje en segunda (marcha) desde la Asamblea Legislativa hasta mi casa en Paso Ancho, sin contar con licencia de conducir y sin jamás en la vida haber conducido un vehículo. Era la apacible ciudad de San José de 1970. Hoy día no hubiera podido hacerlo.
En 1972 consideramos en la familia que ya era necesario tener casa propia. Y entonces empezamos a buscar oportunidades. Mis padres habían adquirido una casita en El Porvenir de Desamparados y Míriam (mi esposa) y yo creímos oportuno hacer lo mismo, contiguo a la vivienda de ellos.
El Porvenir es una urbanización en un terreno que antes fue un cañal, propiedad de la familia Ortuño Sobrado. Se urbanizó y se vendió por medio de un fideicomiso del Banco Nacional de Costa Rica. A pesar de estar localizada la urbanización apenas a 1 500 metros del parque de Desamparados, un político se refirió a El Porvenir, estando yo presente pero sin saber que soy de allí, como un barrio en el c… del mundo. Pero la verdad que no es en ese lugar ni donde el diablo perdió la chaqueta. Bueno, pero eso no tiene importancia.
Nuestra casa la adquirimos gracias a que Moisés Valitutti Chavarría, incomparable amigo, me hizo un préstamo —sin habérselo solicitado, por decisión personalísima de él—, para pagar al Banco Nacional la prima de la casa. Tardamos 15 años en pagarla.
Hemos disfrutado de nuestro entorno social y nada nos haría mudarnos de El Porvenir después de residir 51 años. Pero no hemos sido sólo nosotros, hemos conocido vecinos que se han mudado a otros barrios o cantones y al cabo de pocos meses han regresado a esta comunidad de 2 000 a 3 000 habitantes, pero que cuenta con todos los servicios que requiere su población. El barrio inicialmente estuvo conformado por familias provenientes de Guanacaste y Limón. Hasta la fecha, el 25 de julio, día de la Anexión del Partido de Nicoya, se celebra como si estuviéramos en Guanacaste, con diana al amanecer y baile en la noche en el centro comunal.
Por cierto, hace pocos años, viajé por invitación a la República Popular China. Cuando regresé me encontré en El Porvenir con mi amigo dueño del principal negocio de abarrotes, un ciudadano oriental. Le conté que había estado de visita en su tierra. Me contestó: “Ah, ¿Limón?”. No hay duda que era un chino ya culturizado.
A lo largo de los 51 años, hemos tenido la satisfacción de compartir con grandes “celebridades” del medio costarricense: Olegario Mena Barrantes (Antonio Gutiérrez), Hernán Medford, Parmenio Medina, Austin Berry, Glenda Peraza, Isaac Marín.
Olegario Mena, grande y popular humorista —inseparable de Carmen Granados en el programa radiofónico “El matrimonio igual”, con doña Chona y don Tranquilino—, era el hombre más serio y formal fuera del escenario. Con Hernán Medford, ídolo del barrio, tuve la oportunidad de jugar una “mejenga” en la playa de Esterillos, cuando nos visitó en nuestra pequeña cabina por invitación de un yerno. Parmenio Medina se detenía diariamente frente a mi casa a conversar conmigo temas políticos, recién llegado de Colombia, con deseos de conocer más de ese escabroso tema de la política en Costa Rica. Austin Berry y Glenda Peraza estaban recién casados; de Glenda se hacía el chiste de ser de las primeras personas en Costa Rica que tenía un “blackberry”, la marca de los primeros teléfonos celulares que hubo en el país; recuerdo también que los más jóvenes y los viejos también se paseaban cerca de la casa de Glenda los sábados cuando se dedicaba a lavar personalmente su automóvil. Isaac Marín, campeón latinoamericano de boxeo peso welter, fue un personaje también idolatrado por los vecinos de El Porvenir. Son famosos los bailes dos veces al año en el Salón Comunal de El Porvenir; Isaac Marín no faltaba a ellos. En mi mente quedó grabada la imagen de Isaac Marín bailando merengues. Todos lo rodeábamos coreando Isaac, Isaac, Isaac. El boxeador Isaac poco a poco se iba transformando y en vez de bailar el merengue parecía que hacía “sombra” de boxeador. Era como verlo entrenando, en vez de bailando.
En mi función de diputado, la Fracción me asignó la coordinación política con los cantones de Acosta y Aserrí, y por supuesto de El Porvenir.
En la planificación urbana del barrio, los Ortuño contemplaron una serie de terrenos para fines comunales: terrenos para parques, para construir un polideportivo, y para construir la escuela de la comunidad. Con gusto asumí los contactos con el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) y la empresa constructora de los Ortuño. Uno de los terrenos se destinó a sede del Movimiento Scout, hombres y mujeres. No sé en qué momento, después de diez años, ese local lo convirtieron primero en agencia de la Guardia Rural y hoy oficina de notificaciones de la Fuerza Pública.
Desde mi punto de vista la gran obra comunal indispensable de El Porvenir tenía que ser la escuela. Establecí contacto con el Viceministro de Obras Públicas, Ing. Enrique Soto Borbón, para casi rogarle que su Ministerio asumiera la construcción de la
escuela en un amplio y hermoso terreno. Don Enrique se comprometió con una condición: que la nueva escuela llevara el nombre de un profesor que él tuvo y admiraba mucho cuando fue estudiante del Colegio Seminario. La comunidad no estaba muy de acuerdo en bautizar la escuela con un nombre desconocido para los vecinos. Mi consejo a la Asociación de Vecinos fue que aceptaran la condición, que para el caso eso no tenía importancia, que lo indispensable era tener escuela. Hoy es una escuela de primera, tanto por su personal docente como por sus bellas instalaciones, amplia, espaciosa con todos los requerimientos de un centro escolar de 2023. Su nombre: Escuela Reverendo Francisco Schmitz.
La verdad es que nadie sabe en El Porvenir quién fue ese sacerdote, y no parecieran interesados en saber. Me refiero a los profesores, los alumnos, las autoridades del Ministerio de Educación, los vecinos de El Porvenir. Tengo la impresión de que sólo yo lo sé. Mi recomendación es que le cambien de nombre al centro escolar, por el de alguien que represente algo para Costa Rica y para ellos. Creo que ni siquiera los parientes del Reverendo Francisco Schmitz conocen de la existencia de la escuela. Son alemanes y hasta donde yo sé nunca han puesto un pie en Costa Rica. Dicho con el mayor respeto y agradecimiento a quien fue el Ingeniero Enrique Soto Borbón.
Bueno, hasta aquí este breve relato. Espero que lo lean al menos mis amigos más cercanos.