Una sola tierra

Conversaciones con mis nietos

Nosotros, la humanidad, contenemos las posibilidades del inmenso futuro de la tierra, y podemos realizar más y más de ellas a
condición de que aumentemos nuestro conocimiento y nuestro amor.
” Sir Julian Huxley

Arsenio Rodríguez

Cuando uno despierta por la mañana, por un instante simplemente estamos conscientes de que estamos conscientes. A este momento le siguen casi inmediatamente las definiciones de quiénes somos, nuestra personalidad, edad, género, nacionalidad, relaciones, miedos, responsabilidades, opiniones, creencias y esperanzas. Todo junto, en una mezcolanza que constituye nuestra carta de identidad y que usamos en las interacciones con los demás.

Las tareas inmediatas asociadas con nuestra identidad, los problemas inmediatos de cada uno, más las noticias de última hora en general; sean sobre, el cambio climático, la política, los huracanes, los políticos intolerantes ganando terreno, los productos que hay que consumir, los nuevos virus, los asteroides o las tormentas, que podrían aplastarnos o inundarnos. Todos se unen, junto a los impulsos, deseos, recuerdos y esperanzas, que surgen adentro de uno y constituyen nuestro estado de ánimo y lo que creemos ser. Los titulares noticiosos, las imágenes parlantes en la televisión, las voces en la radio, los mensajes y memes en las redes sociales se derraman en cataratas sobre nuestras mentes.

¡Oye, acaban de descubrir que los micro plásticos nos están envenenando a todos! O ¡nuevas nebulosas han sido descubiertas por el telescopio Webb! Millones de opiniones distintas rebotan en la internet, Facebook, Tic Toc, Google. Pero no se preocupen por ahí viene la Inteligencia Artificial, todo estará bien, o mal. Y oímos y vemos mil veces el nombre y la cara de Donald Trump y nos enteramos de si Elon Musk o Jeff Bezos tienen hoy mil millones o dos más. ¿Y también que tan qué tan popular es Taylor Swift?

Si, la información sobre todo, se derrama como una constante tormenta de arena sobre nuestro alrededor.

Y luego está todo el cuento de la historia/leyenda acumulada, la narración adornada de la historia sobre el viaje humano colectivo, el elenco de personajes principales y los extras infinitos, las nociones percibidas e imaginadas de lo que ha sido, sea cierto o no.

Así de repente aparece el mundo cuando uno se despierta. La historia, los países, la política, las corporaciones, las invitaciones a la vanidad y al placer, etc. Banderas, colores y símbolos, patriotas, fronteras, rabia contra las tribus con otras mezclas de idiomas, colores de piel, religiones, costumbres y todas las cositas esas que miden y de que viven nuestros egos. Son tantas las películas simultáneas proyectadas hacia y desde estos egos nuestros. Es alucinante.

Claro, también hay extraordinaria belleza, magia, amor, y sentimientos nobles en diferentes proporciones, pero los titulares y los sistemas informativos altoparlantes, se componen principalmente de tiroteos, chismes y la promoción de cosas sobre lo atractivo que puede ser tu cuerpo y tu ego, y lo especial y distinto que puedes llegar a ser frente a los demás.

En algún momento entre tanta obsesión a todos alguna vez nos hacemos las preguntas ¿de qué se trata la vida?, ¿quién soy yo?, ¿para qué es todo esto? Preguntas existenciales que todos nos hacemos y posponemos, mientras nos perdemos en lo emocionante del vivir, o nos escapamos de las amenazas circundantes o adoptamos las creencias de consenso que responden a estas preguntas que parece que no pueden ser contestadas con nuestra mente. Nuestra mente. Esa niña que piensa que es nosotros y que está vestida con tantos disfraces y puntos de vista.

Y si, ¿qué es todo esto? —pregunta la mente a medida que crece en pensamiento. Un creación, un paraíso perdido por culpa de una manzana, o un vacío del espacio que explota en explosión y se sobrecalienta y da a luz a partículas subatómicas que al enfriarse se congregan para inventar y convertirse en el paraíso perdido y manzanas, cosas y pecados originales. Todas las palabras interpretativas, las teorías, vienen de la mente. Ya sea el método reduccionista científico que apuesta a la visión de los sentidos midiendo lo material, o el reino inconmensurable de la sensibilidad y la espiritualidad que percibe la intuición y la inspiración. Y ambos puntos de vista ambos evolucionaron a partir de las estrellas.

Muchos físicos cuánticos creen que las fluctuaciones del vacío subatómico apuntan a una predicción asombrosa: el universo podría haber surgido espontáneamente de la nada. Ellos así lo creen. Por otro lado muchas personas creen que Dios (con diferentes nombres, usando diferentes horarios y circunstancias) creó el universo.

Pero nadie en el ámbito de las noticias y de la mente sabe con certeza lo que sucedió. Tal vez el verdadero conocimiento esta más allá de la mente. ¿Y de dónde viene la mente? Parece que poco a poco creció como una flor en el jardín del universo.

Toda esta avalancha de formas y circunstancias comienza cuando uno nace. Ese momento de aparición en carne y hueso, con un punto de vista, como una gota en un mar de existencia. Como semilla, traemos un potencial, un genoma, quizás un guión basado en innumerables apariciones anteriores en escena, una historia inconsciente de ensamblaje y experiencias de dualidad en tantos niveles, mientras se elabora la plena conciencia de ser.

Cuando niño, antes de que se desarrollaran el pensamiento y la memoria, yo estaba totalmente absorto en el asombro de la aparición que me rodeaba, incluyendo mi propio cuerpo. En algún momento de mi infancia, cuando empecé a tomar conciencia de los pensamientos, fantaseé con ser un pequeño ser dentro de la cabeza de mi cuerpo, que se asomaba y miraba a través de un periscopio todas las cosas circundantes en la vida, incluido mi propio cuerpo y sus reflejos en el espejo. Recuerdo que cuando caminaba hacia mi escuela, giraba la cabeza mecánicamente, enfocando el periscopio en las escenas circundantes. También recuerdo sentir las brisas, traídas por los vientos alisios del Caribe, al pasar por mis manos. Se sentían como las manos etéreas de un ser amoroso, que me acompañaba camino a la escuela.

La vida no te deja quieto. Sus arroyos y rápidos te empujan hacia el océano. Sí, la vida se despliega implacablemente hasta que uno llega a su destino final. Hay caídas y aguas estancadas, pasajes de contaminación asfixiantes, sequías que casi detienen el fluir, inundaciones que dispersan las aguas por todos lados, pero finalmente el agua llega al Océano.

Las fuerzas dentro de cada uno divergen. Pueden traer calma o explosión, caricias o heridas. Las fuerzas de la ignorancia y la verdad ocurren en cada uno en todo tipo de combinaciones, en momentos de noche oscura del alma y en momentos de sublime alegría y paz. En proporciones que varían constantemente.

Al mismo tiempo, uno está interactuando con el contexto exterior, el entorno del universo y sus fuerzas y energías opuestas, desde erupciones ardientes hasta suaves brisas, con flores y espinas. Y, por supuesto, también hay interacciones continuas con nuestros semejantes y sus propias corrientes internas de dualidad que se manifiestan en su proceso de desarrollo.

Y podemos huir, pero no escondernos para siempre. No podemos escapar de las implacables fuerzas de la vida que construyen y deconstruyen, que tarde o temprano nos atraparán. Finalmente uno debe enfrentar la confusión para continuar convirtiéndonos en lo que realmente somos.

El universo es un despliegue de consciencia. Los procesos de este desarrollo evolutivo están contenidos dentro de una dualidad de opuestos, los bloques de construcción de la materia y la vida, átomos, en diferentes conformaciones o elementos, como el carbono, el oxígeno, el hidrógeno, etc., que surgen como subproductos de la intensa energía que ocurre en las estrellas. La vida está hecha de estos mismos elementos combinados, dispuestos exquisitamente, permitiendo la síntesis a través de la cercanía. Los primeros elementos nacieron de energías que vibran a niveles inimaginables de calor y presión. Los pétalos de una rosa y la tierna piel de una mariposa están compuestos por las mismas energías, pero que operan a niveles inimaginables de suave ternura. De principio a fin, un flujo y reflujo de energía sostiene, despliega y nutre el universo.

Vivimos hoy una transición de la humanidad que no tiene comparación con ninguna de las anteriores etapas de nuestra civilización. Ni la del advenimiento de la agricultura, o el lenguaje, ni el encuentro del viejo y el nuevo mundo, o la revolución industrial, la era de la informática etc. Hoy, con la sumatoria de todas estas etapas anteriores, hoy estamos entrando en la mayor transición civilizatoria de todas. A una sola humanidad. Pasando de un mundo de tribal, de naciones fragmentadas, y egos de patria, a un nuevo estar en una sola Tierra. Una globalización de información, economía, genes y amor, que apenas comienza, una nueva cultura planetaria.

Y el torbellino de puntos de vista encontrados que hoy vivimos, tan acelerados, tropezando en las probetas de esta nueva síntesis, se puede ver en los encontronazos políticos, en el derrame de opiniones, en la alternancia de ignorancia y ciencia. Se refleja en cada uno de nosotros y en el colectivo humano. Porque finalmente nos estamos dando cuenta de que estamos absoluta e íntimamente interconectados, entre nosotros y con nuestro entorno, como las hojas y las raíces de un solo árbol.

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