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¿Un nuevo modelo Cepalino?

Progresemos

Carlos Manuel Echeverría Esquivel

Carlos Manuel Echeverría

Hace poco leí el artículo “https://bit.ly/3Ommd8Y»>Industrial Policy Can Rescue Latin America from its Commodities Trap” (La política industrial puede rescatar a América Latina de la trampa de las materias primas), que me llamó la atención. En él, el profesor e investigador Amir Lebdioui de la Universidad de Londres y la prestigiosa London School of Economics, propone una nueva política industrial para América Latina. Me gustaría reflexionar al respecto.

Como Costa Rica ha sido históricamente un país tan distinto al vecindario, la veo proclive a pretender “jugársela” sola, lo cual es sin duda una quimera. Lo vimos en la campaña política, en la que poco se trató la relación de Costa Rica con el mundo, una relación vital para un país pequeño como el nuestro, que ha logrado posicionarse correctamente en algunas actividades. Una cobija que sin embargo no da para todos y que inconvenientemente concentra el control del capital y el ingreso en cada vez menos manos en proporción al resto de la población.

El modelo cepalino. Viendo siempre hacia el futuro, no hay que dejar de examinar lo bueno, lo malo y lo feo del pasado para aprender de él y no caer en los mismos errores. Algo bueno, que también tuvo de malo y de feo por los excesos a los que se llegaron, es el llamado modelo cepalino de mediados del Siglo XIX. Fue un esfuerzo promovido por la CEPAL liderada en ese tiempo por el extraordinario doctor Raúl Prebish. El modelo fue una fórmula para que América Latina dejara de depender de la exportación de materias primas, cuyos precios son fluctuantes en demasía y no generan suficientes recursos para sostener el progreso sostenido. A grosso modo, pues el Modelo Cepalino da para un curso universitario, mediante barreras arancelarias y no arancelarias se limitó la competencia de bienes producidos fuera de los mercados comunes que se crearon (tres al menos, uno de ellos el Mercomún Centroamericano, que acompañaron a países que por su tamaño eran equivalentes a un mercado común), con el fin de construir las economías de escala que hicieran atractivo el invertir en empresas de transformación que le añadieran valor a la producción del sector primario de la economía en lugar de exportar a granel y sustituir importaciones de bienes intermedios o terminados. El modelo fue exitoso y no lo fue más porque contrario a como lo planteó el doctor Prebish no evolucionó hacia esquemas productivos en economía de mercado cada vez más abierta al mundo y requirente de menos subsidios. No evolucionó porque el influyente sector empresarial se sintió cómodo con el proteccionismo. Los gobiernos no se percataron de los desequilibrios que un modelo que no evolucionaba generaba en perjuicio de otros sectores de la socio economía, hasta que el cambio se dio por “shock”, doloroso en muchos casos y difícil de manejar. Sin embargo, si no hubiera sido por el Modelo Cepalino, nos hubiera costado más de la cuenta llegar al grado de diversificación económica y de progreso social que hoy se vive, aunque disparejo. Al amparo del Mercomún creció la institucionalidad del estado y una clase productiva y consumidora; el INCAE no existiría si no es por aquel. Costa Rica acertadamente fue parte de ese modelo, transformó su economía, tuvo su shock y se diversificó, pero generó otro tipo de desequilibrios como más adelante se plantea.

La propuesta. En su artículo el doctor Lebdioui plantea la necesidad de que América Latina retome la idea de una política que él llama política industrial. Debemos entender que en los países desarrollados cuando se habla de una política industrial, en realidad se habla de una política productiva.

Para efectos de claridad vale la pena definir una política como la forma de lograr objetivos de trascendencia, estableciendo parámetros y limitaciones operativas, que sirvan de marco a una estrategia para el logro de las metas derivadas de cada objetivo. El doctor Lebdioui lo que propone es que América Latina se replanteé de nuevo la vía hacia el desarrollo, para lo que aquel ve como fundamental una política productiva, incluyente, coherente y consistente, multidimensional y multi sectorial, lo social, lo ambiental y público incluido, acorde con los tiempos de una globalización que podría moderarse pero que no va a indeseablemente desaparecer. Privilegia temas como la innovación, la educación (formación más bien, educativa y capacitadora), que desarrolle las ventajas comparativas y las competitivas, que ataque la creciente desigualdad social inhumana que a nadie conviene.

El caso de Costa Rica. Le dedica en su artículo un párrafo a una Costa Rica relativamente exitosa que ha creado un “macro cluster” de producción de bienes y servicios de alto nivel, pero que no ha permeado como es deseable en el resto de la economía, generando desequilibrios socio-económicos y políticos indeseables. Él indica que un país como Costa Rica debe replantearse su modelo, lo que difícilmente puede hacerlo solo, cosa que en estos tiempos hasta para los países de mayor peso es difícil.

El reto para la CEPAL. La CEPAL, como en el pasado, es la agencia que debe asumir la nueva propuesta de política latinoamericana a implementar por cada “bloque” de países de acuerdo a las condiciones locales.

Hoy las diferencias entre las condiciones políticas de los países latinoamericanos no son menos variadas de lo que fueron en los años cincuenta y más allá, por lo que ello no debería ser un factor que impida la adopción de un modelo común en lo fundamental, que nos ayuda a progresar sostenible y sostenidamente. Lo que está por verse es si la CEPAL actual tiene la capacidad para proponer como lo hizo antaño. Es así mismo un reto que el nuevo gobierno costarricense. Si logra armarse bien puede promover y hasta liderar internacionalmente por la propia conveniencia del país.

Ex viceministro de Planificación y ex director de Cooperación Internacional de Costa Rica.

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