Trump desmonta los mitos comerciales

De sus rivales y los propios

Por Jomo Kwame Sundaram

Ilustración: Cortesía de ElNuevoSistemaMundo

KUALA LUMPUR – Los aranceles del presidente Donald Trump han puesto al descubierto la ideología neoliberal del comercio y han socavado a los grupos de presión corporativos que actúan en nombre del libre comercio. Pero su retórica también ha dejado al descubierto las falacias de su propia estrategia económica.

¿Un cambio ideológico?

Sin duda, nunca ha habido una era de libre comercio verdadero. El comercio internacional ha sido típicamente libre de forma parcial y desigual y, en la mayoría de los casos, regulado.

La mayoría de los supuestos neoliberales nunca han promovido de forma coherente el libre comercio independientemente de las circunstancias, sino solo cuando parecía servir bien a sus intereses nacionales y corporativos, por ejemplo, a través del intercambio desigual.

Los aranceles de Trump pretenden reactivar los puestos de trabajo en el sector manufacturero, que Estados Unidos ha perdido a causa de las importaciones más baratas. Pero los puestos de trabajo perdidos a causa de la automatización serán casi imposibles de recuperar.

Peor aún, sus aranceles gravarán de forma regresiva a los consumidores estadounidenses.

El libre comercio no favorece la inversión selectiva ni la promoción de la tecnología. El antecesor de Trump, Joe Biden, trató de promover nuevas industrias, a menudo a un alto coste, con su Ley de Reducción de la Inflación, la Ley Chips y Ciencia y otras medidas de política industrial.

Sin embargo, estas han sido socavadas por la insistencia de Trump en repudiar las iniciativas de las administraciones anteriores y recortar el gasto público no militar, incluso cuando sirven a sus supuestos fines estratégicos.

Con los aranceles, su principal arma política en su enfoque transaccional intimidatorio de negociación exclusivamente bilateral, las ambiciones de reindustrialización de Trump solo pueden tener un éxito parcial.

Su negativa a negociar colectivamente refuerza la ventaja de Estados Unidos en este tipo de negociaciones asimétricas. Otros, ansiosos por ganarse su favor, ya han concedido concesiones excesivas, ¡incluso superando las expectativas de Washington!

Así, el destino de los más desfavorecidos no hace más que empeorar, generando un resentimiento y un antagonismo generalizados. Pero es poco probable que los más débiles obtengan beneficios tangibles, salvo concesiones mineras.

El fin de Bretton Woods
En la década de 1960, el entonces presidente francés, Charles de Gaulle, se quejó de que el acuerdo de Bretton Woods (BWA) de 1944 había otorgado a Estados Unidos un «privilegio exorbitante». El precio de la onza de oro se fijó en 35 dólares.

Esta paridad permitió a Estados Unidos obtener créditos baratos de quienes necesitaban dólares. La venta de bonos del Tesoro estadounidense al resto del mundo le permitió así cerrar tanto su déficit por cuenta corriente (comercial) como su déficit fiscal.

La presión sobre el dólar aumentó a lo largo de la década de 1960, especialmente con el fuerte aumento del gasto en la guerra de Vietnam. Francia lideró entonces a otros países para exigir oro en lugar de mantener dólares.

En agosto de 1971, el presidente Richard Nixon repudió unilateralmente la obligación de los Estados Unidos en virtud del BWA de canjear el oro al precio prometido en dólares. Pero esto no puso fin al privilegio exorbitante de Estados Unidos.

Estados Unidos permitió a la Opep (Organización de Países Exportadores de Petróleo), liderada por Arabia Saudí, subir el precio del petróleo si los pagos se realizaban en dólares. La subida del precio del petróleo también supuso un revés para sus rivales industriales emergentes de Europa y Japón.

Desde 1971, la aceptación del dólar estadounidense se ha basado en la creencia de que seguirá siendo la moneda de reserva internacional. Así, el privilegio exorbitante se ha convertido en una cuestión de fe.

Irónicamente, mientras que los eurodólares habían socavado el BWA, los petrodólares salvaron el estatus del dólar como moneda de reserva y su privilegio exorbitante, convirtiendo el petróleo en el «nuevo oro».

Los mitos del comercio neoliberal

Medio siglo de retórica comercial neoliberal ha afirmado que la «liberalización del comercio» beneficia a todos, por ejemplo, que el libre comercio beneficia a todos, su mito principal.

Aunque esto ni siquiera ha sido cierto en el Norte global, no ha disuadido a los expertos en política económica de defender los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos como la solución a los aranceles de Trump.

Pero incluso el mahaguru (gran maestro) del comercio, el indio-estadounidense Jagdish Bhagwati, insiste en que solo un acuerdo comercial multilateral equitativo puede beneficiar a todos. Denuncia los acuerdos bilaterales, regionales y otros acuerdos plurilaterales como termitas que lo socavan.

Las simulaciones comerciales basadas en el equilibrio general computable (CGE) más populares asumen el pleno empleo, el comercio y los equilibrios fiscales inalterables.

Estas estimaciones de las ganancias del libre comercio son engañosas, ya que sus metodologías suelen ignorar los importantes efectos problemáticos de la liberalización comercial, como la pérdida de producción y de puestos de trabajo y los desequilibrios comerciales y fiscales.

Como era de esperar, los estudios de coste-beneficio realizados por el Banco Mundial y otros organismos proyectaron pérdidas netas para la mayor parte del Sur global a partir de la Ronda de Doha de 2001 de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Narrativas falsas

El anuncio de Trump del «choque y pavor» del Día de la Liberación, el 2 de abril, sometió a gran parte del mundo de un solo golpe. Como se jactó el presidente, decenas de gobiernos se apresuraron a «besarle el culo».

Sin embargo, las prioridades de Trump, especialmente sus recortes fiscales propuestos, la cambiante economía política mundial y la naturaleza diversa de los intereses estadounidenses, erosionarán el apoyo público a su agenda.

La narrativa política de Trump es descaradamente incoherente y contradictoria. The Financial Times señaló: «El presidente estadounidense quiere proteger la industria nacional y mantener el dólar como moneda de reserva».

Despreciando de forma interesada la sabiduría convencional, su retórica patriota y su estilo autocomplaciente logran atraer a sus fieles con pruebas seleccionadas y medias verdades.

Incluso si los aranceles de Trump fracasan según sus propios términos, aún podrá afirmar que ha intentado hacer grande de nuevo a Estados Unidos. Seguirá culpando a la oposición interna y externa para asegurarse el apoyo de su base patriota, la que se aglutina en torno al movimiento Maga: Haz a Estados Unidos grande otra vez.

Jomo Kwame Sundaram fue profesor de economía, secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico y recibió el premio Wassily Leontief por promover un pensamiento económico sin fronteras.

T: MF / ED: EG

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