Tres Amigos y el Amor

Conversaciones con mis nietos

La sagrada corte del Amor es mil veces más excelsa que el templo de la razón.” Hafiz

Arsenio Rodríguez

Fue por la pandemia. Así surgió la conversación. Yo llamé a mi amigo en México, para informarle que un querido amigo mutuo, había fallecido de COVID en Ginebra. Conversamos vía Zoom, después de más de 20 años de no hablarnos. Recordamos los tiempos cuando trabajábamos juntos en la Ciudad de México. Luego se unió otro buen amigo a las conversaciones virtuales.

Los temas fueron variando, a medida que pasaba el tiempo, meses, probablemente más de un año en que continuamos periódicamente nuestros encuentros virtuales. Comenzamos recordando nuestros momentos en la oficina y terminamos hablando del universo, la vida, las creencias, del ser. En fin, las pláticas se transformaron, de recuerdos a vida y filosofía.

La culpa la tuvo, uno de los amigos que trajo a colación un video, que había visto en YouTube, sobre la complejidad de explicar la evolución con base en las teorías de selección natural. Y de ahí pasamos al universo, a las fechas estimadas cuando se dice ocurrió su origen. Claro, 15 mil millones de años no eran fáciles de cubrir en una hora y media, así que seguimos, con la evolución, desde la extinción de los dinosaurios, explicada a raíz del asteroide de Chicxulub, a la evolución de la consciencia.

Hablamos también de Teilhard de Chardin, de nuestra educación católica, de los mitos de Adán y Eva y del paraíso, y tuvimos charlas sobre la consciencia como una propiedad cuántica, según postulado por Federico Faggin, inventor de los primeros microprocesadores que dieron pie a las computadoras personales.

Eran charlas amenas e interesantes, pasábamos del asombro, a reconocer nuestra ignorancia, y por supuesto a cada uno opinar sin en realidad saber. Porque entre los tres juntos, no sumábamos una fracción de erudito y mucho menos de espiritualista, cosmólogo o místico. Pero sí nos enredábamos en largas lecturas, y a manera de panel nos hacíamos preguntas y nos reíamos al final, al darnos cuenta de que no entendíamos nada.

Nos reíamos también al discutir algunas noticias científicas curiosas, como cuando alguno informó sobre un artículo publicado en revistas científicas en Inglaterra y en Nueva York, sobre los ftalatos. ¿Los que? Pues los ftalatos, químicos que se añaden a los plásticos para suavizarlos y permitir que se usen para empacar alimentos, y que por lo tanto están distribuidos por todo el planeta y presentes en los tejidos humanos. Dichos artículos señalaban, que estos químicos desorientan el sentido de dirección de los espermatozoides humanos, y reducen la libido en el sexo femenino de la especie. Reímos mucho con esto, y pasamos a discutir otros aspectos de la demografía humana, y su impacto geopolítico.

Hablamos de que para el 2100 la población en China va a ser la mitad de la actual, y que hoy en día se venden más pañales de adultos en Japón que pañales de bebés. Conjeturábamos sobre como estos datos, son la razón subyacente de trastornos y miedos entre las razas y grupos nacionales dominantes hoy, y el alza del racismo, el populismo y la oposición a las migraciones. Concluimos, que vivimos en un mundo físicamente globalizado, pero con la mayoría de la gente teniendo una consciencia fragmentada y tribal.

A partir de esto comenzamos a hablar sobre la interconexión de todo, de que somos resultado de una evolución que va desde energías primordiales a estrellas, átomos, moléculas, microrganismos, y toda la gama del árbol biológico, hasta llegar al fenómeno.

Esto llevaba la conversación a preguntarnos ¿para qué? Y nos contestábamos: «para desarrollar la consciencia». A lo cual seguía otra pregunta, ¿y por qué? En ese momento nos salíamos de las ciencias exactas, de la física, la biología y la cosmología, y de los hechos de la historia, la sociología y la política, y entrabamos al campo de la filosofía. Lanzábamos las redes del pensamiento para explicarnos el porqué de la existencia.

Sin querer, tuvimos que empezar a explicar quienes éramos nosotros mismos, producto de culturas enseñanzas y creencias, nacidos en diferentes puntos, expuestos a diferentes experiencias, aunque muchas de ellas quizás comunes. Conscientes de que en el mundo había por lo menos 7 mil millones de gentes y que cada uno de ellos tenía un cuento diferente. Al igual que nosotros.

Éramos tres mentes enredadas, tratando de entender algo más allá de la mente, el origen, y más aún el porqué. Y continuamos nuestros paneles de a tres, pero ahora revisando textos, no de revistas científicas o sociales, sino interpretaciones místicas del universo. Y llegamos entonces a discutir el tema ese del amor, tan presente en los tratados y la poesía mística de todas las tradiciones.

Un tema realmente imposible de comprender con el pensamiento, como sabe cualquiera que se haya enamorado o que haya sentido amor. Claro, aquí también tuvimos que entrar en la conversación de sobre si Dios o no Dios. Optamos por concluir que Dios era solo un vocablo que usábamos para describir la existencia.

Deliberamos de si la existencia surgía de la energía por azar, como propone el modelo científico materialista, algo así análogo a que unos monos dotados de máquinas tipográficas, golpeando las teclas por miles de millones de años, pueden escribir El Quijote. O si era el Dios como el del paraíso, o una consciencia unitaria, una fuerza inherente en todo, una esencia de amor.

Nada, que no podíamos entender nada, porque entender algo que va más allá de la mente, es como usar un telescopio para oír música.

Pero con base en analogías y en lecturas de textos de grandes maestros espirituales discutimos un concepto, que fue el de una sola existencia, un solo ser, que simula o sueña una multitud de personajes simulados. Que, en realidad, estos personajes no tienen existencia, que solo son ficciones del simulador, igual que los personajes de un sueño son en realidad el que los está soñando.

Ponderábamos y para qué nos simulamos, por qué la existencia, si es unitaria y sin tiempo se sueña, se imagina, y se derrama en una multiplicidad temporal aparente. Y aquí nos perdíamos tratando de pensar y comunicarnos lo que está más allá de la mente.

Y leímos una cita de Meher Baba que decía así:

Dios es Amor. Y el amor tiene que amar. Y para amar tiene que haber un Amado. Pero como Dios es la Existencia infinita y eterna, no hay nadie para amar, más que a Sí mismo. Y para amarse, tiene que imaginarse a sí mismo como el Amado a quien él como amante imagina que ama. Amado y Amante implican separación. Y la separación crea nostalgia y anhelo; y el anhelo provoca la búsqueda… El anhelo llega a su máximo cuando la separación se vuelve total, entonces el propósito de la separación, que era que el Amor pudiese experimentarse a sí mismo como Amante y Amado, se cumple; y la unión se logra.

Y cuando se logra la unión, el amante sabe que él mismo era todo el tiempo el Amado a quien amaba y con quien deseaba la unión; y que todas las situaciones imposibles que superó, fueron obstáculos que él mismo había puesto en el camino hacia sí mismo. ¡Alcanzar la unión parece ser imposible, porque es imposible llegar a ser lo que ya eres! La unión no es otra cosa que saberse a uno mismo como la única existencia.

Y seguimos los tres amigos hablando sobre algo que no se puede hablar, sino sentir, que no se puede explicar sino vivir, que uno no puede entender, sino entregarse a él. El amor. Tres amigos y el amor son ahora el tópico principal de estas conversaciones virtuales. A fin de cuentas, seguimos sin entender nada, pero ya dijimos que no se puede entender, y seguimos intentando. El mundo, el interior de cada uno de nosotros tres y el que nos enmarca allá «afuera», sigue con sus logros y frustraciones, sus tragedias y alegrías, su excitación y aburrimiento, compasión e injusticia, guerras, conflictos, serenidades etcétera.

Como se dice en Costa Rica, con la pura vida… Y cada semana o dos, nos seguimos reuniendo para seguir explorando, aun sabiendo que el tema no tiene solución. Será quizás por amor.

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