Jesús Miranda Paez, Universidad de Málaga
El reciente seísmo que ha afectado a Turquía y Siria genera múltiples afectados de primer nivel, es decir, personas que han experimentado directamente las consecuencias y quedan lesionadas en mayor o menor medida o acaban falleciendo.
Estas víctimas tienen familiares y allegados que, sin estar físicamente perjudicadas, sufren un alto impacto emocional por las pérdidas y la situación que están viviendo. Nos referimos a ellas como afectados de segundo nivel. La desesperación de no encontrar a sus seres queridos, el pánico ante el desastre que les rodea y la posibilidad de que ocurran réplicas concentran toda su atención.
Cuando la catástrofe golpea a todo el país
Si la magnitud de una situación generada por un desastre natural, como un terremoto, desborda la capacidad de respuesta local, se solicitan recursos extras que puedan sumarse sucesivamente en las labores de rescate y asistencia sociosanitaria.
En el ámbito de la gestión de emergencias habitualmente se establecen diferentes niveles de respuesta. Un nivel 3 significa que afectada toda la nación, lo cual requiere que la gestión se dirija desde el Estado. En España, por ejemplo, implicaría que la Dirección General de Protección Civil y Emergencias delegara el mando operativo en el Teniente General Jefe de la Unidad Militar de Emergencias (UME).
Pero una catástrofe como la ocurrida en Turquía y Siria requiere además la ayuda internacional con los medios humanos y recursos específicos que puedan hacer posible el trabajo de rescate y la atención médica que la población necesita.
La prioridad en las primeras 72 horas se centra sobre todo en esos afectados de primer nivel: la probabilidad de recuperar personas con vida entre las estructuras colapsadas y los escombros decrece exponencialmente con el tiempo.
Mecanismos de coordinación
Esta respuesta rápida ha de estar adecuadamente organizada y contar con procedimientos elaborados. Se precisa una actuación lo más coordinada posible entre los recursos internacionales y nacionales tanto para localizar y salvar a los heridos como para atender a los afectados de segundo nivel.
Aquí va a jugar un papel fundamental la gestión de la información entre los participantes en las labores de rescate y atención, pero también su verificación y comunicación a la población afectada.
En Europa, a principios de este siglo, se empezó a desarrollar lo que se conoce como Mecanismo de Protección Civil de la Unión Europea. Incluye entre sus piezas un centro para coordinar la respuesta ante situaciones de emergencias. Además, cuenta con la oferta de recursos concretos, especialistas y capacidades que los estados miembros de la Unión aportan si se les requiere.
En el caso del seísmo de Turquía y Siria, España aporta, entre otros recursos, los equipos de rescate urbano (USAR) de la citada UME y la Unidad especial de emergencia y respuesta inmediata ERICAM, perteneciente a la Comunidad de Madrid.
Además, esta catástrofe precisa una gestión de la ayuda internacional por parte de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de la Ayuda Humanitaria (OCHA). Su Equipo de Evaluación y Coordinación de Desastres de Naciones Unidas (UNDAC) se traslada rápidamente al lugar para apoyar a las autoridades en la coordinación de los recursos. Para ello se establece un centro de coordinación que se conoce como On-Site Operations Coordination Centre (OSOCC).
Evacuación de los heridos y damnificados
Aparte de la búsqueda y rescate, un objetivo urgente es sacar de su aislamiento a las zonas afectadas. Para ello habrá que habilitar las rutas principales o alternativas que darán acceso a equipos de salvamento, recursos sanitarios y suministros básicos y permitirán evacuar a los heridos y damnificados a zonas seguras.
La instalación de estructuras de emergencia que, mediante procesos físicos y químicos, permitan la rápida potabilización de agua es otra de las prioridades.
Paralelamente, el Estado (si le queda capacidad para ello) y los organismos internacionales instalan albergues de damnificados (conocidos como ADAMS) que les acogen con carácter inmediato y temporal.
Posteriormente, esta población refugiada se traslada a algún campamento con mayor capacidad donde permanecerá periodos más largos, según evolucione la situación, recibiendo atención sanitaria y psicosocial.
Condición fundamental en los equipos que intevienen en este y otros desastres es poder garantizar su autosuficiencia, al menos por un periodo razonable. Lo contrario significará que se conviertan en un problema que se sume a la situación de falta de avituallamiento, alojamiento, etc.
Con estos medios, la Dirección Operativa de la Emergencia intentará reducir el caos ocasionado en el sistema tras el seísmo y reestablecer un orden, lo que en términos físicos llamaríamos entropía negativa. Todos deseamos que se consiga lo más pronto posible en Turquía y en Siria.
Jesús Miranda Paez, Director de la Cátedra de Seguridad, Emergencias y Catástrofes, Universidad de Málaga
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.