Tampoco hay engaño en Israel

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Hace unas semanas publiqué una nota señalando que no hay engaño: el apoyo que la mayoría de la gente otorga a sus gobiernos en las potencias militares (en Estados Unidos, Rusia o China, principalmente) no es producto de la habilidad de sus dirigentes de engañar o confundir a sus poblaciones. Es necesario abandonar la visión conspirativa de la política y aceptar que la mayoría de esas poblaciones apoya a sus dirigentes porque comparte con ellos su visión del mundo. Mas aun, ese apoyo mayoritario es lo que ha dado lugar a que esos dirigentes hayan alcanzado el poder y lo mantengan.

Ya es hora de dejar de atribuir a Trump, Putin o Xi Jinping, facultades ilimitadas para engañar, seducir o confundir a la mayoría de la gente en sus respectivos países. Comienza a parecerme irritante el discurso que centra sus críticas o invectivas en esos dirigentes como si ellos fueran el verdadero problema. Insisto, el problema no es Trump sino la enorme cantidad de gente que le vota convencida. Cuando ese discurso centra su crítica en esos dirigentes, personalizándola, confunde a la opinión pública, porque da la sensación de que el problema refiere a un manipulador y su equipo, cuando lo único que hacen esos dirigentes -y esa es su cuota de responsabilidad- es contribuir a reproducir una visión de mundo que emana de las entrañas de la sociedad.

Si esta reflexión es aplicable en profundidad a un lugar del mundo, ese es el caso de Israel. Todavía hay gente que hace referencia al genocidio que está ocurriendo en Gaza como si fuera una obra particular del primer ministro Benjamín Netanyahu. En realidad, ya estaba muy avanzado el genocidio cuando las encuestas mostraban el apoyo mayoritario que tiene entre la población israelí. Una última encuesta, impulsada por la Universidad de Pensilvania, muestra que el 82% de las personas consultadas está de acuerdo con la expulsión de los palestinos de Gaza. Definitivamente, todos los sondeos coinciden en señalar que la mayoría de la población israelí es partidaria de que exista un solo Estado en la zona, el Estado de Israel. Claro, no es la totalidad de la gente la que tiene ese planteamiento, pero si es una abrumadora mayoría. Con un agravante, ni siquiera esa mayoría es toda partidaria de Netanyahu, sino que defiende directamente la propuesta sustantiva de eliminar o desplazar a la población palestina de toda la zona.

En definitiva, se confirma el axioma de que cuando se otorga una carta blanca moral a un colectivo discriminado o perseguido, se correo un elevado riesgo de que se convierta en su opuesto. Algo que es independiente de su tamaño o su naturaleza: movimiento obrero, judíos, mujeres, minorías étnicas, etc. Y el vehículo más común para que ocurra esa trasmutación refiere a los elementos identitarios. Recuerdo las discusiones con miembros del laborismo israelí, en los viajes de apoyo a los movimientos por la paz en los años ochenta, que, con alta frecuencia, terminaban de la misma forma: el interlocutor se remangaba el antebrazo y nos mostraba el número marcado en el campo de concentración. Fin de la discusión. Claro, la mayoría de aquellos interlocutores ya no están, pero su cultura política ha permanecido indeleble. Es la que justifica la ilimitada extensión de los colonos, la limpieza religiosa y étnica, la perpetración de un genocidio como instrumento de seguridad.

Israel se ha convertido en la otra cara de la moneda de un conflicto radical, que no parece tener solución sino mediante medidas de fuerza, que puedan llevar a la práctica el acuerdo de Naciones Unidas de los dos Estados. Unas medidas que difícilmente se llevarán a la práctica dado el apoyo del sionismo en las potencias occidentales. Como suele suceder con este tipo de conflictos, la violencia de una parte realimenta la violencia de la otra. A la vista de la masacre de niños y niñas palestinos en Gaza, se ha extendido el comentario de que caben pocas dudas de los que sobrevivan se convertirán en aguerridos fedayines. No, no hay engaño en Israel. Simplemente otra vuelta de tuerca.

Analista político

Revise también

Chapultepec

El Castillo de Chapultepec

Bazar digital Calos Revilla Maroto Si uno visita Ciudad de México, hay que ir por …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *