Tailandia-Camboya, la guerra de los templos

Guadi Calvo

Línea Internacional

Desde hace semanas, los medios occidentales advierten sobre la creciente tensión entre Tailandia y Camboya, dos naciones de mayoría budista, con una larga historia en común. Su frontera de poco más de ochocientos kilómetros se estableció a partir de los tratados franco-siameses (Tailandia) de 1907, cuando Camboya todavía era colonia francesa. Donde, además de la línea divisoria, se establecieron diecisiete pasos fronterizos, los que abarcan siete provincias.

Desde entonces, en diversas oportunidades surgieron disputas particularmente centradas por cuestiones acerca del patrimonio cultural, lugares religiosos y el trazo de la línea fronteriza.

Dichas disputas, a lo largo de la historia, han dado espacio al surgimiento de grupos ultranacionalistas que han salido de su letargo hace unos meses por los reclamos del Prasat Ta Muen Thom (gran templo del anciano Muen), un templo Khmer-Hindu, dedicado a la diosa Shiva de más de mil años de antigüedad. El santuario fue un punto de peregrinación importante en lo que se conocía como el “Camino Real”, que unía Angkor en la actual Camboya con Phimai (Tailandia), que se encuentra entre la provincia camboyana de Oddar Meanchey y la de Surin, tailandesa.

A mediados de febrero, un grupo de mujeres vestidas con trajes tradicionales de Camboya ingresó al templo, donde cantaron el himno nacional y lanzaron consignas nacionalistas al estilo de: “Todos los khmeres (la etnia mayoritaria en Camboya con casi el noventa y siete por ciento de la población) están dispuestos a sacrificar sus vidas cuando la nación está en guerra y derrama sangre”. Rápidamente, efectivos tailandeses ingresaron al templo y expulsaron a los que calificaron de “intrusos”.

En su respuesta, Bangkok recordó los sangrientos enfrentamientos militares entre 2008 y 2011 en torno al templo Preah Vihear, ubicado a ciento cincuenta kilómetros al este, en el mismo tramo fronterizo, en un acantilado del macizo montañoso de Dangrek. Que si bien dejaron menos de cuarenta muertos y algún centenar de heridos, son recuerdos que los nacionalistas agitan constantemente.

En respuesta a lo de febrero último, organizaciones nacionalistas tailandesas, también en el templo Ta Muen Thom, realizaron actos de desagravio. Donde otra vez se repitieron consignas similares, se cantaron himnos patrios, aunque en este caso de Tailandia.

El gobierno tailandés, para evitar una escalada mayor, ordenó suspender los actos programados en el templo.

En marzo, el primer ministro camboyano, Hun Manet, declaró que su país respondería militarmente si efectivos tailandeses ingresaban nuevamente al sector del Prasat Ta Muen Thom.

El veintiocho de mayo, el breve intercambio de disparos en el sector de Chong Bok, al norte de Camboya y al noreste de Tailandia, que dejó al menos un soldado camboyano muerto, elevó la temperatura del conflicto. A pesar de que ambos bandos afirmaron haber actuado en defensa propia.
En junio, en un encuentro entre el Comité General de Fronteras (GBC) celebrado en Bangkok, se autorizó el envío de cinco soldados por cada país a la región del templo en disputa.

Acordaron mutuamente reposicionar sus fuerzas para evitar futuros enfrentamientos. A pesar del compromiso de ambos países con el diálogo y la represión del fervor nacionalista, Bangkok ha amenazado con cerrar la frontera e interrumpir el suministro eléctrico a su vecino.
Hun Sen, presidente del Senado y hombre fuerte de Camboya, apoyó el envío de efectivos y armamento pesado a la frontera “para preparar un contraataque en caso de una nueva invasión”.

Por su parte, el Consejo de Seguridad Nacional de Tailandia llamó a una reunión urgente a principios de junio, donde se evaluaron los últimos movimientos en el país vecino, como el despliegue de más efectivos de lo acordado y el de establecer restricciones comerciales.

Camboya ha prohibido la importación de frutas y verduras, además de censurar películas y programas de la televisión tailandesa. Mientras que los nacionalistas tailandeses exigían a su gobierno el corte de los servicios de electricidad e internet que suministra a Camboya. Al tiempo que se han cerrado varios pasos fronterizos.

Hun Manet, el primer ministro camboyano, informó en junio que su país sometería la disputa por las áreas en torno a los templos de Ta Moan Thom, Ta Moan Toch y Ta Kra Bei a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, donde en 2014 consiguió una resolución a su favor por el caso del templo de Preah Vihear, declarado “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO.

Las tensiones entre Bangkok y Phnom Penh podrían interferir en la ya difícil situación interna de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN) derivada de la guerra civil en Birmania. La ASEAN está compuesta por una decena de países, Vietnam, Laos, Filipinas y Malasia, entre otros.

Una ya larga historia

Las autoridades francesas, para los acuerdos de 1907, habían trazado un mapa topográfico en que dejaba a la región de Preah Viheary su templo, del lado de la actual Camboya, lo que Siam (Tailandia) no aprobó, aunque en ese momento no expusieron sus disidencias ni realizaron un mapa alternativo.

En 1941, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, con la ayuda de Japón, Tailandia, que había tomado el sector en disputa desde 1907, aprovechando la retirada francesa tras la independencia de Camboya en 1954, con el despliegue de más efectivos, se afianza todavía más.

Por lo que Phnom Penh recurrió en protesta ante la CIJ, donde Bangkok argumentó la nulidad del trazado de 1907, ya que nunca fue aprobado por aquella comisión. Además de esgrimir la posesión de facto y el acceso mucho más directo desde su territorio a las zonas en disputa.

La sentencia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de 1962, finalmente, fue favorable a Camboya, pero no fueron considerados los más de cuatro kilómetros cuadrados que rodeaban el dicho santuario, lo que ha dejado abierta la continuidad del conflicto, a pesar de que diversas comisiones han intentado resolver sin éxito.

A consecuencia del mal manejo de la crisis, el Tribunal Constitucional de Tailandia suspendió de sus funciones a la primera ministra Paetongtarn Shinawatra el pasado primero de julio. Tras aceptar la petición de treinta y seis senadores que además acusaron de violación a la constitución, después de conocerse una conversación telefónica de mediados de junio con el ex primer ministro camboyano Hun Sen, ya muy avanzada la crisis fronteriza. La comunicación, alegan los militares tailandeses, también llamada telefónica, deterioró la autoridad del comandante de la Segunda Región del Ejército, responsable de la región donde hasta ahora se concentra el conflicto, en el noreste del país. Mientras la tensión se ha seguido incrementando con la llegada de más efectivos a la frontera, la retórica bélica desde los medios de comunicación.

Una vez más, las heridas provocadas por la presencia colonialista, en este caso francesa, vuelven a quedar expuestas, repercutiendo en sociedades milenarias que no consiguen resolver los problemas que hasta la llegada de los europeos no existían.

En este juego y en áreas tan sensibles como es el sudeste asiático, donde Washington está intentando llevar a una guerra por ahora comercial y diplomática contra China, sin olvidar la guerra civil activa de Birmania, en la que se juegan muchos intereses de Beijing en el contexto de su expansión comercial y búsqueda de recursos naturales, en especial gas y petróleo, la guerra de los templos entre Camboya y Tailandia quizás no sea una estación más rumbo a la madre de todas las batallas entre los dos grandes colosos de estos tiempos.

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