Pandemia
Yayo Vicente
Existen muchísimas frases famosas de miles de años atrás y de los recientes, ligando los sustantivos “crisis” con “oportunidad”. Tienen la virtud de señalar esperanza en momentos infortunados. Veamos algunos factores que permiten transformar una amenaza en una oportunidad.Con la pandemia se nos hizo una crisis sanitaria, que a su vez desencadenó una social y otra económica. ¿Qué necesitamos para salir del atolladero más grande de nuestra historia? Pocas cosas son más importantes que unirnos como país, resaltar los aspectos identitarios, que nos permiten sentirnos particulares, orgullosos y con deseos de seguir siendo ticos. Tener la motivación para “sudar la camiseta”, para sacar adelante la tarea.
Esa perogrullada se explica con facilidad. Las terribles dificultades que pasa el pueblo haitiano, no nos unen para ayudarlo. La derrota futbolística de Colombia contra Brasil, no hace que sintamos la desazón que sí sienten los colombianos. El enorme orgullo de los chilenos por haber rescatado a los mineros atrapados, no lo sintió nadie fuera de Chile. El sentimiento de pertenencia es importante.
Unirnos solo alrededor de la selección nacional de fútbol, no es suficiente. Se requiere refrescar la narrativa y robustecerla. Lo global y lo local, deben balancearse.
Cada factor globalizante, tiende a socavar aquello que nos caracteriza, por eso es necesario tener claridad y decidir con pleno conocimiento. No parece de gran trascendencia adoptar al arbolito de navidad y dejar atrás al tradicional portal, no nos pasará nada si comemos hamburguesas y tomamos Coca Cola, en vez de empanada de frijol y agua dulce. Pero no ocurre lo mismo con otras costumbres, que, al relegarlas, afectamos gravemente la costarriqueñidad.
Igualiticos
Don Eugenio Rodríguez Vega, en su libro “Idiosincrasia Costarricense”, nos decía que los primeros españoles que llegaron a nuestra tierra, le escribían a los reyes para que los reubicaran. Aquí, donde ellos soñaron con una vida más fácil y próspera, no encontraron lo deseado. No había indios para esclavizar y ellos con sus hijos tenían que trabajar. A la hora de la cosecha, los peones (sus hijos y los hijos de sus vecinos), se sentaban en la misma mesa con el patrón. Tal vez eso nos hizo sentirnos “igualiticos”, tal vez eso explica que nos sintamos más cómodos con las estructuras horizontales y rechacemos las jerarquías piramidales.
La convergencia de las más distintas clases económicas y de formación académica en distintas actividades, fue normal, aceptado, interesante y comienza a desaparecer. Los “avenidazos” donde todos nos encontrábamos, tirábamos confeti y comíamos manzanas escarchadas, están siendo sustituidas por las “moleadas” que se hacen hoy según la clase económica. Fue usual casas de gente rica al lado de casas de gente pobre, hoy los condominios horizontales y verticales, eliminan ese saludable roce. Los centros educativos servían para mezclarnos y actualmente para separarnos. Las plazas donde todos “mejengueábamos”, se convirtieron en parques para resaltar a los edificios de las iglesias.
En Costa Rica, la igualdad que prevalece entre personas con distinto poder adquisitivo o académico, tiene y debe seguir teniendo carta de ciudadanía.
Posiblemente solo están quedando los estadios de fútbol y los servicios de salud de la Caja Costarricense del Seguro Social. Eso debe corregirse cuanto antes.
Buenos modales
Hemos sido un pueblo cortés: “Buenos días”, “Me regala un …”, “Por favor”, “Con mucho gusto”, “No hay de qué”, “¿Le ayudo?”. Esa cortesía es hija de la familiaridad, de pueblo pequeño donde muchos son familia, amigos o conocidos. Si algo caracteriza a los costarricenses, es el sentimiento profundo de afecto que tenemos por el terruño. Difícilmente un tico hablará mal de su gente y de su país.
El lenguaje de los negocios no suele ser cortés y la pandemia nos obligó a aislarnos y modificar algunos hábitos: compras en línea, servicios a domicilio y el auto servicio, disminuyen la interacción entre personas y con la pandemia, se aconseja la mascarilla y el distanciamiento físico.
Clase media
Con la Segunda República y sus nuevas políticas públicas, se empezó a crear una vigorosa clase media, con ingresos y nueva visión de vida, que moduló gran parte del pensamiento y la economía. Es posible que uno de los factores más interesantes que creó a esa abundante clase social, sea la educación, creadora de oportunidades donde no existían y que fue complementada por salud, nutrición, control de la natalidad, incorporación de la mujer (50% de la población), infraestructura, creación de un sector empresarial basado en industrias de sustitución de importaciones y otros.
Tengamos cuidado con el discurso de moda. Los “pluses” es lo que quedó de la política de salarios crecientes. Son aumentos que no corresponden a la inflación y aunque parezca que solo se aplica al empleado público, repercute en todos los asalariados. A diferencia de otros pueblos, aquí no tenemos, ni queremos gerentes con sueldos de primer mundo, mandando a empleados con salarios del tercer mundo.
Los llamados privilegios, se concentran en los empleados públicos que no están sometidos al régimen del Servicio Civil, institución que sí ha conseguido orden en materia salarial y ha eliminado la mala costumbre de “quita y pon” de los trabajadores, en cada cambio de administración, pagando el país con una costosa e interminable curva de aprendizaje. Tal vez no sea una ley de empleo público la solución y si más burócratas bajo el régimen de una institución técnica y fortalecida.
Economía mixta
Independientemente de la rentabilidad, un modelo de economía mixta, permitió universalizar desde los servicios de salud, hasta la red telefónica y eléctrica a todo lo ancho y largo del territorio. Los caminos de penetración, primero de tierra, luego de lastre y finalmente pavimentados, dejaron atrás el cabotaje y la aviación doméstica. El agua potable intradomiciliaria, acabó con muchas enfermedades hidrotransmisibles.
La generación del 900, un grupo de intelectuales, maestros, historiadores, políticos y escritores de pensamiento liberal, cuyas ideas y propuestas filosóficas, políticas, académicas y culturales se reflejaron en las ciencias, las artes, la literatura y la política costarricense entre 1870 y 1940. Una élite oligárquica con poder político y económico obtenido del comercio internacional del café, durante la segunda mitad del siglo XIX. La también llamada generación del Olimpo (en referencia a los Dioses del Olimpo de la mitología clásica), por la arrogancia de sus integrantes, tuvo un papel importante en la identidad nacional.
La Fábrica Nacional de Licores, creada en 1851, no fue nunca amenazada durante los 70 años de pensamiento liberal y en 1924 se creó el Instituto Nacional de Seguros. Queda claro que en Costa Rica no nos fanatizamos con ideologías y hacemos lo conveniente para el país. Ese pragmatismo ha sido constante, Manuel Mora y su partido comunista, hizo un esfuerzo en adaptación de su ideología a las circunstancias nacionales y José Figueres conservó y fortaleció las “Garantías Sociales” de su adversario, pues cumplían con el modelo de país que promovía.
Poder civil por encima del militar
La independencia llegó a Costa Rica sin alardes, sin militares, sin caudillos, sin ejércitos y sin sangre. Los sencillos pobladores quedaron atónitos. Las bases de la civilidad se sentaron desde el principio, sin asomo de la fuerza de la espada. Don Juan Mora Fernández, un maestro, fue el primer Jefe de Estado y le siguieron jefes de estado civilistas. Cuando en 1842 el general hondureño Francisco Morazán, asumió el Mando Supremo, los ticos lo fusilaron.
La agresión filibustera de 1855, puso a prueba el valor de los costarricenses, que sin tradición militar, derrotaron a experimentados soldados procedentes de Estados Unidos y Europa. El patriotismo y el valor, crean héroes sin charreteras. La cereza del pastel la pone José Figueres el 1 de diciembre de 1948, con la abolición de los ejércitos (el Nacional y el del movimiento de Liberación Nacional).
Lo que nos caracterizó, nos caracteriza y nos debe caracterizar
La resiliencia indispensable para salir adelante de las crisis, solo la encontraremos en la cantera de la idiosincrasia nacional. La cola no mueve al perro, tengamos cuidado con propuestas de ocasión, con el sabor del mes, que pueden afectar gravemente el alma costarricense.
Entresaqué cinco componentes para construir un relato nacional, que nos una como pueblo. Un discurso nacional y compartido por todos. Unir lo desunido, coser lo descosido. Los barcos no se hunden por el agua a su alrededor, se van al fondo por el agua que les entra. La independencia se justifica para ser distintos y dueños de nuestro destino.
* El fenómeno salud-enfermedad, es complejo y cuando se escala a una población, se le suman infinidad de nuevas variables, haciéndose todavía más intricado. Poner en palabras simples lo que todavía no termino de comprender, ha sido mi reto durante la pandemia por COVID-19.
Muy bien Yayo, preclaro y acertado pensamiento.