Conversaciones con mis nietos
Arsenio Rodríguez
“¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”
― Pedro Calderón de la Barca,
Y de alguna manera, siento que todo está íntima, inextricable e inexplicablemente interconectado, que hay una Existencia que sueña esta multiplicidad infinita.
Ahora bien, ¿por qué la Existencia sueña con la vida? ¿Para despertarse? ¿Para manifestar su imaginación en toda su magnitud? ¿Para perderse y encontrarse a sí misma, en un juego imaginario, y experimentar el amor como unicidad, después de haberse perdido en la fragmentación imaginada?
No lo sé, pero si soy un personaje en mi sueño, ¿cómo podría yo entender la acción y la realidad del soñador que me sueña? Porque los personajes que sueño, en mis propios sueños por la noche, ciertamente no pueden entender quién soy yo y por qué los sueño. Porque no existen como tal, fuera de mis sueños y desaparecen cuando me despierto por la mañana. Se convierten en parte de mí, como siempre lo fueron, simplemente parte del personaje que yo mismo soy, y que a su vez parece ser parte de quien me sueña. Y este personaje, al ser soñado, tampoco tiene existencia real como personaje.
El sueño de la vida, la creación, constituye una increíble historia que se desarrolla, con acontecimientos, tiempo, distancia, partículas, formas y tramas mágicas, infinitas, trágicas y cómicas. Todas las múltiples dimensiones objetivas e interminables, que subjetivamente observamos, inventamos, interpretamos, cantamos, narramos y categorizamos a medida que atravesamos este sueño de la vida.
Interactuamos, de tantas maneras, con la multitud de los demás y los contextos del sueño. Y qué maravilla es esta increíble subjetividad, esta mente que conceptualiza opiniones, y manifiesta puntos de vista, en sus intentos de definir el contexto del sueño y su entorno, durante los cortos períodos de tiempo en que cada personaje hace sus apariciones en el sueño.
Vivimos, asomándonos a este maravilloso e ilimitado escenario, a esta multitud de tantos, sospechando a veces, que todo podría ser un sueño, preguntándonos infructuosamente, pero ¿quién está soñando este sueño y por qué?
Las emociones, sentimientos, pasiones y relaciones entre nosotros, con cada una de las entidades animadas o inanimadas manifestadas, tal como se perciben a través de nuestras mentes y sentidos, nos hacen conscientes de que somos, al mismo tiempo que nos hace preguntarnos: ¿y quiénes somos?
A veces, nos damos cuenta momentáneamente, de que los demás somos nosotros. Y en esos momentos de la vida, cuando sentimos a los demás como nosotros mismos, en esos instantes, cuando tomamos consciencia de lo que llamamos amor, percibiéndolos más allá del pensamiento, del lenguaje y de la emoción, en un abrazo de almas, nos damos cuenta de la unicidad de todos; de la integridad del Ser.
Y no, no podemos entender esos momentos con la mente, porque están más allá del pensamiento, no podemos percatarnos de ellos, con emociones transitorias hechas de energías e imaginación. Pero sucede, que en esos instantes sin tiempo, cuando experimentamos el verdadero amor, dejamos de vivir y existimos. Cuando amamos absolutamente, cuando amamos al prójimo como a nosotros mismos, porque somos nosotros mismos, dejamos de vivir y existimos.
“Ser es morir amando” Meher Ba