Sobre la corrupción: la de izquierda y la de derecha

Ágora*

Guido Mora
guidomoracr@gmail.com

Guido Mora

Desde hace unos días y en relación con los acontecimientos suscitados en algunos países gobernados por los partidos de la izquierda, hemos visto a una buena cantidad de “opinólogos” señalando a esas agrupaciones como las más corruptas y responsables de la situación de miseria que vive América Latina.

Responsabilizan a gobernantes de la izquierda de diversas nacionalidades, de apropiarse de los recursos públicos de los habitantes del continente e incrementar los estándares de miseria entre la población.

Lamentablemente esta ha sido una realidad los últimos años.

Se olvidan, sin embargo, quienes ahora señalan con dedos acusadores que, en Argentina, antes de los Kirchner existieron Raúl Alfonsín, Carlos Saúl Menen y Fernando de la Rúa. Que en Venezuela antes de Chaves y Maduro, estuvieron Luis Herrera Campíns, Jaime Lusinchi y Carlos Andrés Pérez. Que Nicaragua estuvo gobernada por una dictadura, que impidió el desarrollo de un tejido institucional y que la ausencia de esa institucionalidad condujo a que un grupo de sátrapas se robaran una revolución.

De mala fe ignoran, quienes señalan a los gobernantes actuales, que la corrupción, para desgracia de nuestras sociedades, es una condición humana que carece de signo ideológico y político.

Con lo anterior no pretendo ni exonerar ni defender a los gobernantes electos por los partidos de la izquierda, sino más bien, hacer un llamado a la reflexión, con el fin de que entendamos que la corrupción, fenómeno que se puede rastrear hasta los orígenes de la humanidad, no es resorte únicamente del quehacer de un hombre, sino que constituye una respuesta humana a un comportamiento social.

Como bien lo ha señalado Dan Ariely, investigador sobre este tema, “no hay seres humanos corruptos sino una sociedad corrupta en la cual los seres humanos (dispuestos a la corrupción) actúan”. Este investigador observó “que un pequeño soborno puede tomar una influencia dramática en el comportamiento moral de un individuo. En un experimento que Ariely realizara, los participantes que recibieron un pequeño soborno pasaron luego a engañar y robar en tareas posteriores. Ese hallazgo podría tener consecuencias importantes para la comprensión de las normas sociales que conducen a la corrupción generalizada en los gobiernos, las instituciones o la sociedad. Todos los países tienen corrupción y seres humanos corruptos. La diferencia, en parte, radica en cuán tolerada es la corrupción en esa sociedad”.

Sobre este mismo tema, el Informe Mente, Sociedad y Conducta elaborado por el Banco Mundial en el 2015, señala que “en países adonde la corrupción es una norma aceptada y no hay castigo ni sanción social para esta conducta, se puede llegar al extremo de que parte de la sociedad no respete e incluso se burle del funcionario honesto. A su vez, muchas de esas personas, que en forma privada critican la corrupción, no se rebelan contra el sistema para no ser aislados y tildados como “diferentes”. Hay situaciones donde incluso policías fueron castigados (por sus colegas y por su entorno social) por no aceptar sobornos, ser honestos y violar la norma establecida. En ese mismo informe se describe cómo personas de países con alto índice de corrupción que tienen inmunidad diplomática en Nueva York, y por esta situación no deben pagar por multas de tránsito, tienen más infracciones que diplomáticos que provienen de países con menor índice. Esto aporta evidencia a la idea de que la corrupción, en parte, es influenciada por normas sociales internalizadas”.

Vale la pena, desde esta óptica, comprender que en el momento que vivimos, la denuncia de la corrupción se enfoca particularmente en los partidos políticos de izquierda y que, muchos medios de comunicación callan ante los actos corruptos cometidos por representantes de importantes sectores -de la derecha política- y los grupos sociales más adinerados, que son quienes, al fin y al cabo, han sido sus aliados económicos y pagan los espacios publicitarios que les permiten funcionar.

Es por ello qué se hace indispensable denunciar los actos de corrupción que, cometidos por grupos conservadores de otras naciones de nuestra América, han provocado la pauperización de los pueblos, la migración y el desplazamiento económico de personas desde el sur del continente y hasta los Estados Unidos. Hay que entender que los centroamericanos que se movilizan en multitudinarias caravanas, migran buscando el sustento propio y de sus familias, pues sus países han sido saqueados por las hordas de corruptos, que han ocupado las diferentes las posiciones de poder.

Ante esta realidad, esos sectores conservadores callan evitando denunciar a estos sátrapas, que también deben ser puestos en evidencia: los Martinelli de Panamá, los Flores de El Salvador, los Baldetti, los Pérez Molina o los Monzón de Guatemala; los Zelaya Rosales, los Lobo Sosa o los Flores Lanza de Honduras.

Ni que decir de lo que ha ocurrido en Costa Rica, con múltiples casos de corrupción y uso indebido de fondos públicos, que ya todos conocemos y de los cuales, los más recientes, el “cementazo” y “la trocha”, aun se encuentran en los Tribunales de Justicia, esperando identificar a los responsables de esos delitos contra la Hacienda Pública.

No tengo la intención de promover la idea de que lo conveniente sea lograr un “empate entre grupos de corruptos”, sino de comprender que también los sectores políticos conservadores, han tenido a sus propios “maduros y ortegas”.

Debemos, por otra parte, hacer conciencia de que es imprescindible comenzar a librar la lucha contra la corrupción y los corruptos, desde el seno de nuestras familias, desde nuestros más íntimos pensamientos y acciones, y comprender que la corrupción no tiene signo ideológico ni político que; como sociedad, debemos combatirla donde aparezca, así sea en las más pequeñas manifestaciones del quehacer humano.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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Un comentario

  1. Desde temprano quise comentar este artículo. Por razones que ignoro, no pude hacerlo desde el teléfono ni desde una tableta. Ansioso de refutar algunas cosas, sostuve un intercambio privado con el autor. Me resumo, lo primero y más importante es que no comparto la idea de que hay algo que se llamaría naturaleza humana que hace inevitable la corrupción y que afecta por igual a personas de todas las ideologías políticas. Por pocos que resulten, muchos líderes políticos nacionales y extranjeros dan fuerza a mi convicción de que no hay tal naturaleza humana que empuje y exculpe la corrupción. Para no abrir un debate irrelevante, cito a José Mujica por decir un nombre como tantos. Segundo y no menos importante, la izquierda tiene en mi opinión, una obligación mayor de resistir y combatir la corrupción en razón de los valores que enarbola y con los cuales se presenta ante la gente para pedir su confianza, honestidad, servicio público y sobre todo solidaridad. No ignoro que han habido y hay políticos que traicionan su prédica, a quienes no reconozco su autoproclamado izquierdismo, porque sus valores no son los valores que históricamente se han identificado con la izquierda. Le dije a Guido, esos practican un pecado que Jesús señaló como el peor, la hipocresía, los sepulcros blanqueados.

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