Sobre alcaldes, ejecutivos y otros menesteres

Cuaderno de vida

Gustavo Elizondo Fallas

Gustavo Elizondo

En esta columna, hemos abordado varios casos que emulan la novela de Mary Shelley Frankenstein o el moderno, publicada en 1818 y llevada al cine en varias versiones, porque al igual que este personaje, hemos creado en Costa Rica instituciones que a pesar de tener buenas intenciones en su génesis, se han convertido en verdaderos monstruos.

Mencionamos a la Sala Constitucional, en otro momento hablamos del Servicio Civil y hoy nos toca agregar a la lista, las Alcaldías Municipales que vinieron a sustituir la figura poco vistosa pero efectiva del Ejecutivo Municipal. Bajo este esquema, el Concejo Municipal similar al Consejo Directivo de una empresa mercantil o una cooperativa, nombraba al Ejecutivo, que vendría a cumplir el papel de Gerente, atendiendo los acuerdos municipales y coordinando la operación del Municipio; si el Ejecutivo no servía, simplemente por mayoría calificada, se removía del puesto, era la lógica de lo ahora llamado Gobierno Corporativo; el único detalle que faltaba, es que la elección del Ejecutivo era un acto polítiquero, donde no se exigían condiciones profesionales para el cargo, pero eso se pudo remediar con una sencilla reforma que llevara a la presentación de atestados para llegar al cargo y que se eliminara la residencia de este puesto al cantón donde se elegía, ¡acaso el Director del Colegio de Chacarita tiene que ser de Puntarenas!.

Pero resulta que los políticos de turno, requerían caciques regionales que les armaran el apoyo para los procesos partidistas de cada cantón y asegurarse los delegados para poder ser elegidos como candidatos a diputados en las Asambleas Nacionales, entonces tuvieron la idea “perversa” de plantear y aprobar una reforma al Código Municipal, para sustituir la figura del Ejecutivo por el de Alcalde, con poderes concentrados y electos por votación popular, alegando que esto hacía más democrático el proceso; tras de eso dejaron como única posibilidad de removerlos el plebiscito, con la contradicción que para elegirlos podría ser con el 0,0001% del padrón (el candidato, la señora y cuatro primos), mientras que la destitución requería dos terceras partes de los votos válidos, o sea, más fácil sacar del poder a Maduro o a la Chayo, perdón, a Daniel. De sobra decir que los Regidores y Síndicos se convirtieron en figuras decorativas.

No queremos generalizar, porque existen excepciones, muy pocas por cierto, de alcaldes que han realizado una buena labor, pero la mayoría o han estado involucrados en casos de corrupción, nepotismo o han resultado inoperantes, aparte que a su alrededor se ha creado tremenda burocracia que hace que los ingresos municipales, en su mayoría, sean consumidos por salarios y beneficios, con convenciones colectivas abusivas que han contado con el beneplácito de los Alcaldes, incluyendo la habilitación del puesto de Vice alcalde, al que la Sala Cuarta exigió darle funciones y resulta que en algunas Municipalidades existen dos cabezas, lo peor es que “agarradas del moño”.

Mientras tanto las vías cantonales se encuentran deterioradas, los acueductos municipales colapsados, el servicio de recolección de desechos ineficiente, el ordenamiento urbano ni sombra, los parques abandonados por los vecinos e invadidos por los delincuentes, ¿será mejor volver al sistema anterior?, no hay nada peor que un exceso de democracia.

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