Siria, la revolución de las barbas recortadas

Línea Internacional

Guadi Calvo

Siiria

Finalmente, solo se trataba de recortarse las barbas, ponerse un traje y ajustarse el nudo al cuello, de la corbata se entiende, para que todo fluyera con armonía, para que los terroristas que desde 2011 asolaron Siria sean recibidos en los puntillosos salones de Occidente como verdaderos lacayos.

Por lo que sus acciones, que parecían venidas de los fondos de la historia, han sido olvidadas. Quién recuerda ahora que los funcionarios que acompañan al presidente sirio Ahmed al-Sharaa, sean los muyahidines que seguían al emir de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), antes Frente al-Nusra, tributario de al-Qaeda, Abu Mohammad al-Golani. De hecho, los que mascaban corazones enemigos frente a las cámaras, asesinaron a miles de personas, por no adorar a su modo al mismo Dios; los que violaron a miles de mujeres; incorporaron niños a sus filas, a los que incluso sus comandantes mantenían como esclavos sexuales. Los que literalmente ponían a arder en jaulas a sus enemigos mientras los filmaban, con calidad hollywoodense. Como lo hicieron con el piloto jordano, Moaz al-Kasasbeh, derribado en al-Raqqa, en el norte de Siria, el tres de enero de 2015. Estos mismos que transmitían en vivo decapitaciones masivas, o destruyeron el yacimiento arqueológico de Palmira, que, con sus cuatro mil años de antigüedad, había sido declarado en 1980 patrimonio cultural de la humanidad.

Estos feroces muyahidines que hoy combinan los colores de sus corbatas con costosos trajes y camisas consienten que su enemigo sionista que incorporó definitivamente las alturas del Golán, que tomó en 1967 y unilateralmente las incorporó de manera definitiva en 1980, sino su avance sobre las “zonas de amortiguación desmilitarizadas”, unos doscientos cuarenta kilómetros cuadrados, que desde entonces estaban bajo custodia de la Fuerza de las Naciones Unidas de Observación de la Separación (FNUOS).

Por lo que no deja de ser paradójico que el nombre de guerra del presidente al-Sharaa haya sido por tantos años al-Golani, “del Golán”. Lugar del que su familia era originaria y del que fue expulsada en los primeros años de la ocupación sionista.

A un año vista de la caída del presidente Bashar al-Assad, la República Árabe Siria, poco a poco, parece, desde el exterior, ir normalizándose después de catorce años de guerra. Aunque en su interior las sombras de un emirato se levantan a imagen del califato que el Daesh había establecido a caballo de la frontera Siria irakí entre 2014 y 2019.

Ya que las hordas de al-Golani continúan con sus matanzas contra las minorías religiosas del país, principalmente los alauitas, a los que adhería la familia al-Assad, aunque también lo sufren los drusos, los chiíes, sunitas moderados y cristianos.

Ya se sabe que, para los muyahidines, cualquiera que no sea estrictamente sunita wahabita, es pasible de ser considerado kafir (hereje), por lo que deberá pagar las consecuencias de su “culpa”.

Como ya hemos visto en marzo de este año, milicias paramilitares sunníes del régimen de al-Golani asesinaron a miles de miembros de la comunidad alauita en las regiones costeras y occidentales del país.

Por lo que, hasta las Naciones Unidas, tan renuente a condenar crímenes cuando no son cometidos ni por Rusia, Irán, China, Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Hezbollah, Hamas u Houthies, reconoció las matanzas, en las que familias enteras alauitas, fueron exterminadas por los esbirros del emir al-Golani.

Mientras que, entre abril y julio pasado, grupos de autodefensa chiíes-alauitas y también drusos enfrentaron a las fuerzas del actual gobierno que, junto a clanes beduinos sunitas, atacaron al-Sweida, la capital de la Siria drusa. Como ya había sucedido en algunos suburbios de Damasco, en Latakia y otras zonas costeras. En todos estos escenarios se produjeron intensos combates, donde no faltaron ataques con artillería liviana contra barrios populares donde se concentran las minorías perseguidas. Dejando miles de muertos y heridos y miles de desplazados. (Ver: Siria: La escalada incesante).

Mientras que más allá de los acuerdos firmados a finales del año pasado con los kurdos, que controlan el noreste del país, las tensiones continúan.

¿Hacia el Emirato Islámico Sirio?

Quizás suene exagerado hablar sobre la construcción de un emirato en la actual Siria, con tantos amigos occidentales. Aunque por sus acciones se puede sospechar que se marcha hacia una dictadura de corte fundamentalista. A un año exacto de su entrada victoriosa a Damasco, ha convertido en enemigo a cualquier disidente, entendiendo esto a todos los que no responden a su manera de interpretar el Corán. Que, a diferencia del Emirato Islámico de Afganistán, los sirios o lo que fueran, triunfaron gracias a los Estados Unidos, mientras los talibanes lo hicieron derrotándolos. Por lo que, en «homenaje» a tanta solidaridad de Washington, al-Sharaa, el pasado noviembre, se ha convertido en el primer presidente de su país en visitar Washington desde 1946. Lo que Trump premió con la promesa de un pronto levantamiento de las sanciones que se habían establecido contra su país durante el gobierno de los al-Assad.

Además, el exterrorista se reunió a lo largo del año con el emir de Qatar, Tamim bin Hamad al-Thani, el presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Friedrich Merz, entre otras figuras de relevancia occidentales y aliadas del mundo árabe.

Tanto sometimiento hasta ahora no ha redundado en ningún beneficio para reactivar la economía que ellos mismos se habían encargado de demoler a lo largo de estos casi quince años. Ni siquiera las monarquías del golfo Pérsico, que tanto invirtieron a su favor durante la guerra, ni parecen muy decididas a hacerlo en la paz. Por lo que los proyectos de inversiones para el desarrollo y la reconstrucción continúan en el plano “espiritual”. Según estudios del Banco Mundial, solo la reconstrucción de las áreas dañadas, sin hablar de la modernización de las áreas históricamente postergadas, superaría los 216 mil millones de dólares.

Lugares como el campamento palestino de Yarmouk, antes de una constante e intensa actividad comercial, siguen inactivos, ya que tanto la mayoría de las viviendas como sus locales comerciales han sido destruidos. Mientras los miles de antiguos residentes retornan desde la caída de al-Assad, después de huir tras los ataques de 2018. Ahora no encuentran dónde establecerse, ya que toda la zona ha sido tomada por bandas armadas, que trabajan un poco para el nuevo gobierno y mucho para su propio beneficio.

En este desorden impuesto por los capitanes de al-Golani, devenidos en funcionarios, parecen no entender su nuevo rol. Por lo que continúan sus operaciones de limpieza étnica y religiosa, al tiempo que las muertes por venganza siguen a la orden del día.

Más allá de lo que se cuece en el interior de Sira, donde podría estallar, al estilo de Irak, una guerra entre las facciones. Aunque una Siria sin al-Assad, en el contexto de la solución final de la cuestión palestina por parte de Israel, junto a la invasión a Líbano y la destrucción de Hezbollah, parece calmar el históricamente agitado Medio Oriente. Donde queda solo Irán como el único factor de resistencia a las intenciones norteamericanas-israelíes sobre toda la región, donde las barbas recortadas parecen estar poniéndose de moda.

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