Sinfonola en el boulevard de los sueños rotos

Ricardo Sancho Chavarría

Sinfonola

El anuncio de la emisora radial Sinfonola, de cerrar sus transmisiones, marca una de las señales más graves del deterioro de nuestra democracia. No exagero, no es nostalgia, ni tampoco me refiero a la programación musical de la emisora sino a la libertad de expresión promovida en este caso por un distinguido cartaginés, don Carlos Lafuente. La decisión de Sinfonola, una de las más longevas y de muchas otras emisoras regionales ante la brutal subasta promovida por el Gobierno de Chaves, viene a adicionar otra bomba de profundidad a la convivencia pacífica de nuestro Estado Social de Derecho. Es el desenlace de una política articulada por el Gobierno contra la libertad de expresión, contra los periodistas y contra el derecho a la crítica de pesos y contrapesos del pluralismo republicano.

Que en la misma semana en medio proceso electoral tengamos el impulso de una subasta para ponerle mordaza a los medios de comunicación medianos y pequeños, un ataque violento al Tribunal Supremo de Elecciones, una concentración en la Plaza de la Democracia con el Presidente y su candidata juntos, y un espectáculo de ridículo diplomático, es único en nuestra historia reciente. Es una cadena de acontecimientos sin profilaxis, por no decir, sin asco que rompen el sueño costarricense de la libertad y asientan las bases de una dictadura.

Los regímenes autoritarios abundan y apestan. Ya no se instalan con la metralleta de los golpes militares, sino con los votos arrastrados por el odio y la mentira, con organismos electorales debilitados, socavamiento de la libertad de expresión, ataques a la judicatura, desprecio de la prensa libre y democrática. Los populistas como Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Víktor Orban en Hungría, la historia de los hermanos Kaczinsky en Polonia y otros regímenes de corte autoritario y dictatorial buscan a toda costa eliminar a los opositores. En Perú, México, Brazil, El Salvador, Reino Unido, Estados Unidos, Nicaragua se han atacado ferozmente a los organismos y tribunales electorales, todo en función del interés perverso de minar la confianza de la gente y alimentarse de éste para instalarse en el poder. La democracia está recibiendo en el mundo señales alarmantes de deterioro y quizás sus peores horas, Costa Rica no escapa de ello.

El ataque al TSE ocurre en medio del proceso electoral lo que es un acto inédito inaceptable para la inteligencia de los costarricenses. Los valientes soldados de 1948 fueron a una revolución para defender el derecho al sufragio y es a partir que la visión de la Junta Fundadora de la Segunda República crea el Tribunal Supremo de Elecciones con rango constitucional. Hoy el TSE se muestra como uno de los organismos electorales mejor calificados en el continente americano y en el mundo.

La retórica de la campaña del partido de gobierno, la aparición del Presidente en videos de campaña y la reunión en la Plaza de la Democracia con la consigna del continuismo son los mismos signos bochornosos de quienes quieren seguir apegados al poder a toda costa con beligerancia e insultos, síntoma de las dictaduras ya conocidas. Un insulto a la inteligencia de los costarricenses, que van a despertar tarde o temprano de esa humillación que sus promotores quieren hacer ver como normal.

El ridículo de nuestra Embajada en Washington no tiene antecedente en nuestra historia diplomática. La embajadora Catalina Crespo, acicalada por el odio en grado superlativo utilizado por el Presidente, afirmó que se trataba de una reunión ante un subcomité del Congreso. Para algo tenemos muchos internacionalistas y expertos que vimos esas declaraciones con estupor pues no es el procedimiento de una audiencia, tan solo la reunión solicitada por un congresista por cierto muy amigo de Milei, de Vox y ahora de Chaves. Ni con Gonzalo Facio, Luis Diego Escalante, Sonia Picado, Muni Figueres, Tomás Dueñas o Guido Fernández hubiese ocurrido ese tenebroso escándalo que pone al país en pleno ridículo en su única defensa ante el mundo que es su diplomacia.

No hay vacunas para el deterioro democrático, pero sí hay votos para recuperar una democracia musculosa para el segundo cuarto de siglo que nos corresponde vivir. No dejamos que el sueño costarricense se debilite, especialmente para los jóvenes de nuestro país y más aquellos de la generación Z. Aunque ellos y ellas podrían no estar tan familiarizados con Sinfonola, sin duda ésta ruptura marcará su futuro para siempre. En ellos mantengo mi esperanza.

Presidente Partido Liberación Nacional

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