Reto y compromiso con la democracia

Guido Mora

Guido Mora

Si quienes aún creemos en la democracia como modelo de gobierno no terminamos de comprender qué, en la perspectiva de millones de personas de todo el Mundo, el sistema democrático fracasó, no podremos preservar las bondades de este régimen político.

La promesa democrática quedo en deuda con millones de excluidos, que nunca lograron satisfacer sus necesidades básicas; que fueron testigos de la corrupción y del uso de los instrumentos de gobierno por parte grupos que, desde sus posiciones de privilegio, lograron apropiarse de una parte de los recursos públicos; de la concentración de la riqueza en pocas manos y del uso inadecuado de los recursos económicos por parte de un Estado que se volvió ineficiente y perdió la capacidad de atender o canalizar sus necesidades.

Para los privilegiados, la democracia como sistema que busca la representación igualitaria en el ejercicio del poder no tiene cabida. Desde su perspectiva particular, no se consideran iguales a nadie y se han convertido en el Homo Deus. Es por eso por lo que pretenden manejar los estados y al Mundo, como si fueran empresas privadas, en donde los gerentes son los únicos autorizados a establecer las normas que regulan el funcionamiento de estas grandes corporaciones internacionales, destinadas a producir riqueza para ellos y los más adaptados al modo de producción que rige al capitalismo postmoderno.

Aleksandr Dugin y Hans-Hermann Hoppe -entre otros-, manifiestan de forma patente en sus obras y declaraciones una concepción política y económica que los representantes de los grupos NRx –de la Nueva Reacción- tienen muy claro y que Musk, Bezos y Murdoch, para mencionar sólo a algunos de los impulsores de esta cosmovisión mantienen en sus agendas, en la óptica de consagrar a Donald Trump, Vladímir Putin, Xi Jinping y Narenda Modi, como los CEO´s de esta nueva corriente política y económica.

Para unos y para otros -los excluidos y los privilegiados-, el llamado a la defensa de la democracia y la institucionalidad tiene poco sentido: ninguna de las dos les permitirá superar su situación actual y representan sólo iniciativas orientadas a proteger la continuidad de un sistema que en su óptica ni les representa, ni favorece sus intereses.

Mientras esto sucede, en Costa Rica, los partidos políticos tradicionales, lejos de realizar un esfuerzo por reflexionar sobre la situación imperante y de comprender la dimensión de esta crisis sistémica, han iniciado la carrera por elegir a candidatos quienes, carentes de propuestas o con un portafolio lleno de respuestas formuladas para resolver los problemas del pasado, continúan sin generar las iniciativas esperanzadoras que permitan enfrentar los desafíos del Estado, con miras mejorar las condiciones económicas y sociales de las mayorías de costarricenses que vivirán en la Costa Rica de la segunda mitad del Siglo XXI.

Tengan Ustedes certeza de que los grupos conservadores -los internacionales y los nacionales-, no sólo tienen propuesta, sino que además manifiestan claridad meridiana hacia donde desean conducir al Mundo -y a nuestro país-, y cuáles son los intereses que desean defender: la fragua que produce la defensa de los intereses económicos, la multiplicación y concentración de la riqueza, aunado a las medias verdades, las mentiras y la ausencia de escrúpulos de quienes les representan, constituyen un adhesivo casi imposible de disolver.

Si no hacemos un esfuerzo de reflexión e imaginación que nos permita replantear y remozar la democracia política como sistema de gobierno, la amenaza de que ese modelo político se debilite y hasta desaparezca es cada día mayor.

Aún estamos a tiempo, pero es urgente comenzar a pensar en serio en el futuro político de nuestra Costa Rica.

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