Noviembre 24, 2021
Asim Kashgarian
El Centro Helena Kennedy para Justicia Internacional de la Universidad Sheffield Hallam, en Inglaterra, encontró que cinco grandes distribuidores de hilo y tejidos usan algodón de la región uigur.
Más de un centenar de marcas internacionales están “en peligro” de vender productos de algodón relacionados con el trabajo forzado de la etnia uigur en la región china de Xinjiang por la forma en que la industria china del algodón “oscurece” de dónde viene el tejido, dice un reporte de noviembre de 2021.
El reporte “Lavando el algodón: cómo el algodón de Xinjiang oscurece las cadenas de suministro internacionales”, preparado por el Centro Helena Kennedy para Justicia Internacional de la Universidad Sheffield Hallam, en Inglaterra, encontró que cinco grandes distribuidores de hilo y tejidos usan algodón de la región uigur.
Estos exportan sus productos semiterminados a fabricantes intermedios internacionales que envían sus mercancías de algodón finalizadas a marcas globales en todo el mundo, incluso Estados Unidos.
“Dentro de este proceso, logramos trazar probables cadenas de suministros que conectan el algodón de Xinjiang con más de un centenar de marcas internacionales”, dice el informe.
De acuerdo con Laura Murphy, la autora principal del reporte y profesora de derechos humanos y esclavitud contemporánea en la Universidad Sheffield Hallam, aproximadamente el 85% del algodón chino es producido en Xinjiang, donde las autoridades locales están acusadas de imponer trabajos forzados a los uigures.
“Ellos (las autoridades locales) obligan a las personas, a veces aldeas completas, a renunciar al arrendamiento de sus tierras”, dijo Murphy a la Voz de América. “Y entonces son considerados como ‘trabajadores excedentes’ por el gobierno y quedan más vulnerables a las transferencias laborales”.
En los últimos cuatro años, Beijing ha sido acusado por algunas organizaciones de derechos humanos y países de internar arbitrariamente a más de un millón de uigures y algunas otras minorías étnicas turcas en campamentos en Xinjiang y obligar a muchos otros a trabajos forzados.
Según el reporte, algunas de las instalaciones donde se procesa el algodón están “cerca o dentro de una prisión o campamento”.
China argumenta que las instalaciones no son campos de internamiento, sino “centros vocacionales” donde las personas aprenden nuevas habilidades, y Beijing reitera que no impone trabajo forzado a los uigures y que los acuerdos laborales son solamente programas de “alivio a la pobreza” para ayudar a los uigures.
Anteriormente este año, Estados Unidos prohibió la importación de todos los productos de algodón de la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, citando trabajo forzado en la producción y en otras áreas como productos de tomate.
Usando datos de comercio internacional y aduanas de los dos últimos años, los autores el reporte encontraron que el 52% del algodón, el hilo y los tejidos exportados por China es enviado a 53 fabricantes intermedios en Bangladesh, Sri Lanka, Vietnam, Filipinas, Hong Kong, Indonesia, Camboya, la India, Pakistán, Kenia, Etiopía y México, los cuales distribuyen sus productos terminados a 103 marcas globales conocidas.
Como resultado, el reporte dice que muchas de las marcas internacionales “podrían involuntariamente estar comprando” bienes que surgieron del trabajo forzado de los uigures.
Para asegurar que esas marcas no estén apoyando a una economía de trabajo forzado, dijo Murphy, ellas tienen que rastrear las fuentes de materia prima a través de sus cadenas de suministros.
“Las complejas cadenas de suministro pueden oscurecer la fuente de las materias primas. A veces los distribuidores ocultan su fuente o la combinan con otras”, dijo Murphy a la VOA.
Algunas compañías están investigando activamente cada uno de sus distribuidores y sub distribuidores para tratar en todo lo posible que ningún algodón de Xinjiang llegue a sus productos, dijo Murphy.
“Otras compañías preferirían no saber, aunque eso se hace más difícil con la presión internacional, nuevas investigaciones y leyes de importación”.
Murphy dice que no hay excusa para que las compañías no sepan de dónde vienen sus productos.
“Si un distribuidor no puede decirle su fuente a una marca y ofrecer pruebas de esa fuente, la marca debe terminar la relación con ese distribuidor”.
Voz de América