Ágora
Guido Mora
Costa Rica se encuentra estancada en lo social, lo político y lo económico.
La polarización de fuerzas y la sectorialización de beneficios, ha conducido a que cada uno de los grupos socio-económicos representados en el espectro social, político y económico nacional, se dedique a defender y velar por sus intereses particulares, obviando el interés nacional, que debería prevalecer por encima de los demás.
Los años de la bonanza y la equidad
Durante los años 50, 60 y 70, la aplicación de un modelo de desarrollo económico con responsabilidad social permitió alcanzar un crecimiento económico con equidad. Los beneficios derivados de la aplicación de ese modelo llegaron a múltiples estratos sociales.
Para 1971, la desigualdad, medida por el coeficiente de Gini, fue de 0,44. Entre los años 60 y 70 se redujo significativamente la pobreza, aumentando el número de no pobres de 49% a 80%. La proporción de familias por debajo de la línea de pobreza absoluta de ¢250 a precios constantes, cayó de cerca de un 20% a un 10% de los inicios de los años 60 a los inicios de los 70.
Según datos de Víctor Hugo Céspedes y Ronulfo Jiménez (1984), las inversiones en educación, salud e infraestructura económica recibieron alta prioridad. El PIB se duplicó en términos reales. La población creció y el número de trabajadores sin educación disminuyó significativamente, en tanto el número que completó solo los tres primeros años de primaria se elevó alrededor de un 4%, los que completaron entre cuatro y seis años aumentaron cerca del 88%, los graduados de escuelas de enseñanza media crecieron 166% y el número de graduados universitarios 185%. “En resumen, la economía costarricense creció, creó más oportunidades de trabajo en el sector moderno y dispuso de la fuerza de trabajo calificada requerida”.
El crecimiento económico contempló los principios de la justicia social y —lo más importante— impregnó de calidad la institucionalidad democrática.
Los 80, el inicio de la desigualdad
La crisis de los años 80 causó el derrumbamiento del ingreso salarial medio, hasta en un 35%, la desigualdad, medida con el coeficiente de Gini, pasó de 0,44 a 0,47 y la producción y el consumo per cápita, para el conjunto de la población, retrocedió a los niveles existentes en la década de los años 70. Se disparó la inflación, el déficit en los presupuestos y el endeudamiento; se devaluó el colón y se provocó una intromisión internacional en las decisiones económicas y políticas nacionales, mediante la aplicación de los programas de ajuste estructural, en manos del Fondo Monetario Internacional y sus apologistas costarricenses.
Se inició en estos años un proceso de polarización de la economía, como resultado de las acciones que pretendían una mayor vinculación de nuestro país con la economía mundial.
La ejecución de esta estrategia fortaleció un modelo de desarrollo excluyente y concentrador de la riqueza, que centralizó los frutos del crecimiento de la economía, en una menor cantidad de personas.
La realidad socio-económica actual
Como resultado de la aplicación de estas medidas y de la elección de un modelo de desarrollo dependiente de la inversión extranjera directa; con un nulo o apenas existente apoyo a la producción nacional y en ausencia de respaldo a las empresas costarricenses, orientadas a la creación de riqueza mediante el impulso del emprendimiento y el uso del conocimiento, Costa Rica pierde la posición de privilegio que tenía en el concierto de las naciones.
Para el año 2017, nuestro país se ubica en un índice de Gini de 0,483. De un país con crecimiento equitativo, se transformó en una de las 10 naciones más desiguales del mundo, como lo han señalado los organismos financieros internacionales.
La combinación que señalaban Ana María Oviedo y otros, en el informe del Banco Mundial, en el 2015, intitulado El Modelo de desarrollo de Costa Rica, de bueno a excelente, en que se elogiaba la democracia permanente, el pacto social, la economía abierta y la marca ecológica, se agotó.
Esta es una situación que nos debe preocupar y avergonzar.
Por el presente y el futuro de los costarricenses, constituye una obligación luchar porque nuestro país salga de esta bochornosa posición. La desigualdad en Costa Rica no puede continuar aumentando proporcionalmente, conforme aumenta el crecimiento económico y el ingreso de los grupos más privilegiados.
Esta no es la sociedad con que soñamos los costarricenses.
La crisis en que nos encontramos actualmente, aunada a las perspectivas de una recesión mundial, debe conducirnos a pensar seriamente en renovar y refundar el pacto social que sustenta nuestro sistema socio-político.
El futuro de Costa Rica es sombrío
El deseo de los grupos económicos más poderosos de que prevalezca su proyecto socioeconómico y la pugna de gremios, grupos sociales y sindicales del sector público, por imponer sus intereses particulares, conduce a que los demás sectores sociales, los que nos encontramos en medio de este “sándwich”, nos transformemos en víctimas de esta situación y por consiguiente, en los sectores más perjudicados.
La proliferación de la desigualdad y la profundización de la pobreza no puede continuar.
O nos ponemos de acuerdo o nos hundimos, porque tanto empresarios como
trabajadores nos veremos perjudicados, si no nos preparamos adecuadamente, ante la profundización de la crisis y el aparentemente inevitable advenimiento de una recesión mundial.
Lamentablemente hay grupos económicos, sociales, políticos y religiosos, que apuestan, con una exégesis a derivada de “la teoría del caos”, a empujar al país a lo más profundo de esta crisis, para beneficiar sus mezquinos intereses.
No podemos perder la perspectiva que, en estas situaciones, los más afectados, siempre serán los más pobres.
Es momento de reflexionar y comprender que, o nos ponemos de acuerdo, o nos hundimos. Esta premisa es indispensable para entender que, si no trabajamos de manera vehemente en la refundación de un Nuevo Pacto Social, nuestro país verá momentos aún más difíciles, ante la amenaza del narcotráfico; el incremento de la delincuencia, de la pobreza, de la desigualdad y del desempleo.
Esta situación podría incluso llevarnos a las puertas de transformarnos en un Estado fallido, como ha ocurrido con algunos países de América Central.
No pretendemos hacer un llamado a unirse con quienes pretenden la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. No es este el momento de poner en manos de grupos conservadores, la posibilidad de meter mano en la Constitución Política.
Pero es imperioso comprender que el momento nos convoca a conformar un Nuevo Pacto Social, y que para enfrentar exitosamente los oscuros nubarrones que se avecinan en el horizonte, es indispensable e impostergable lograr un acuerdo nacional sobre la ruta que, a futuro, debe elegir nuestro país, para volver al camino del crecimiento económico con desarrollo social.
Hay que tomar conciencia de que, para que el país regrese a la ruta del crecimiento con justicia social, los diversos sectores en pugna deben hacer una renuncia a sus intereses particulares y comprometerse con el interés general de construir, para los costarricenses del futuro, una Patria más democrática, más equitativa y mucho más solidaria.
Una vez más el interés nacional, debe prevalecer sobre los intereses particulares.
Aún estamos en tiempo retomar la ruta del crecimiento con responsabilidad social, es momento de detenerse y regresar al camino que caracterizó a la Costa Rica del siglo XX.
Mañana puede ser demasiado tarde.
* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.
Mentes claras y sensatas como la de don Guido, son las que se ocupan en estos momentos aciagos, debe el PLN dejar que sean estos social demócratas auténticos los que tomen las riendas del partido y lo regresen al gobierno.