Monólogos con Pelé *
Lina Barrantes Castegnaro
La pandemia sacó de nosotros, lo mas lindo, y lo mas feo. En algunos, sacó generosidad, angustia por compartir, por ayudar a los que mas necesitaban, empatía. Sacó agradecimiento: muchas personas muy orgullosas y agradecidas con los médicos, en Costa Rica, con la CCSS, con el personal de salud de los hospitales, con el personal de las municipalidades que recogía nuestra basura. Nos debió enseñar a protegernos colectivamente: a vacunarnos todos, para tratar de adquirir la inmunidad de rebaño, a usar la mascarilla para protegernos nosotros y para proteger a los demás.No se si lo aprendimos, pero debimos recordar lo frágil que es la vida: como en cualquier momento se nos escapa de las manos. Nos debió enseñar a apreciar las pequeñas cosas: las sonrisas que la mascarilla nos obligó a dejar de ver, pero también nos enseñó como se puede sonreír con los ojos, a extrañar los abrazos que dejamos de darnos. A comunicarnos mucho y mejor con nuestras mascotas, quienes se convirtieron en nuestros acompañantes permanentes. A sufrir con quienes se enfermaban. En Costa Rica, ojalá hubiésemos aprendido que no se trata de tener plata, con la plata no se compraba la vida.
Uno de mis grandes descubrimientos y sorpresas, fue la cantidad de gente que se encerró. Se encerró totalmente. Los humanos somos animales gregarios. Aislarnos de nuestros pares, va en contra de la naturaleza, del instinto. Dejar de salir, de comer con amigos y familia, de asolearse, de pasear, y comunicarse por medio de una computadora o un teléfono, para mi, conlleva el misterio de dejar de vivir para aferrarse a la vida. Yo soy de los que se siguen cuidando, y creo estar aun hoy victoriosa: si me dió COVID, no me di cuenta. Me he resfriado un par de veces en los últimos tres años, y nunca deje de salir. Nunca deje de invitar amigos a casa. Nunca deje de usar mascarilla, nunca deje de ir al cine. Tengo mis cuatro dosis de vacuna. Con las cuatro dosis, viajé a España, viaje en el cual, usé doble mascarilla durante las 10 o 12 horas de avión.
Hace unos días fui a Dallas, y tanto a la ida como al regreso fui una de las pocas personas con mascarilla todo el vuelo, ¡y doble mascarilla! En tiendas, centros comerciales, supermercados y museos, no me quité nunca la mascarilla. Las veces en las que estuve en contacto con mucha gente (funerales, reuniones grandes) me guardé unos días, dando tiempo a estar segura de que estaba sana y no contagiar a nadie. Así hicieron mis sobrinos (que viven en EE.UU.) cuando vinieron a pasear: guardaron cuarentena, mas allá de lo obligatorio: ¡sabíamos poco del virus y le temíamos mucho!
Pero volvimos a la “normalidad” un poco más ariscos que lo que éramos. No usamos mascarillas, no nos protegemos, fuimos felices cuando el gobierno dijo que no era obligatorio su uso, hablamos mal de la CCSS, tratamos de ver como jodemos al otro, como sacamos provecho de los que menos tienen. Leyendo en estos días el Estado de la Nación, la reflexión permanente es: ¡como hemos venido destrozando la Costa Rica que teníamos y como seguimos haciéndolo! En los Estados Unidos, la gente no quiere volver a trabajar a las oficinas. Quieren seguir interactuando por medio de una computadora. Aquí muchos también. Ese estilo de vida de cada vez mas aislados, lo veníamos practicando cuando fuimos abandonando espacios comunes, cuando los barrios se volvieron barrios de condominios. Cuando pusimos rejas para impedir que nos hablaran. Será ese “modo de vida” un fenómeno mas que copiamos de los gringos? En Europa las terrazas y los cafés no se sustituyen, siguen presentes en la vida cotidiana. Aquí no tenemos terrazas, no tenemos cafés, vivimos enrejados, hacemos ejercicios por pantalla, algunas veces en grupo, conectados a un zoom, no queremos ir a las oficinas. Cada vez mas encerrados, cada vez con mas miedo del otro, del diferente.
¿Será ese el camino correcto?
Pele fue mi perro, un beagle. Durante 10 años, escuchó pacientemente las reflexiones que de vez en cuando decidí poner en blanco y negro. Por su complicidad, decidí poner este nombre a la columna.