Ocean Castillo Loría
El pasado domingo, celebramos el 192 aniversario de nuestra independencia, una independencia en la que la aspiración de los habitantes del país, es tener un amanecer de libertad y progreso.
Hoy como antaño, el “hombre sigue siendo el lobo del hombre”, en este aspecto, se sigue mirando la esclavitud, hoy se habla de la trata de personas y de las constantes violaciones a los derechos humanos.
Es por eso, que desde este pequeño país, debemos reivindicar los valores de nuestra sociedad y de nuestras leyes, no con el objeto de constituirlos en metas en sí mismas, sino, con el objeto de mejorar nuestra convivencia.
Para lograr ello, debemos volver a hundir nuestra convivencia, en dos de nuestros pilares sociales: el cristianismo y la democracia.
Es en el cristianismo donde encontramos la razón de ser de nuestra hermandad, la razón de ser para la solidaridad: es por una ética cristiana que debemos reconstruir nuestro Estado Social de Derecho.
Solo en esa ética cristiana procuraremos sacar de la pobreza y del hambre a tanto y tanta costarricense…
Basados en esa ética cristiana caminaremos hacia la igualdad, esto es urgente, en una Costa Rica, donde el tejido social se encuentra rasgado. En una Costa Rica, donde muchas y muchos de nuestros compatriotas están oprimidos, perdiendo la dignidad de sus vidas y estando en constante explotación.
Hay en Costa Rica derechos políticos, pero se profundiza la desigualdad económica: si las riquezas se producen por el trabajo de todas y todos, lo justo es que todas y todos disfrutemos de sus frutos.
A ningún habitante de esta tierra con 192 años de independencia, se le pueden o deben negar las bondades consecuencia del progreso de un mundo globalizado. Todas las familias, todos los hogares en Costa Rica, deben tener derecho al progreso, sin privilegios odiosos, que nos separan como comunidad.
En algún momento, en este país, se tuvo la esperanza de que por nuestras tierras se extendía la solidaridad… hoy, en muchos sectores, lo que se profundiza es la desesperanza, como resultado del individualismo y el egoísmo que nos carcome.
En algún momento en este país, las niñas y los niños tenían plena confianza en que su vida sería mejor que la de sus padres, hoy, en algunos estratos sociales, se retrocede, en ocasiones, hasta con buena educación y buena salud.
En Costa Rica, la construcción de la democracia social, se debió a grandes esfuerzos y sacrificios, hoy la desarticulación de las instituciones que nos garantizaban esa democracia, ha resultado más fácil de lo que muchos esperaban.
Hoy en Costa Rica, debemos combatir el antivalor del egoísmo, fruto del individualismo económico: “Si trabajo es solo para mí, si compro un bien o pago por un servicio es solo para mí” o como acostumbran decir algunos costarricenses: “Si uno no piensa en uno, nadie piensa en uno”.
Si trabajamos, trabajamos para nuestro país.
Si dinamizamos la economía, ya sea como productores o como consumidores, es para sacar a Costa Rica adelante.
Esta debe ser la base del cambio que debemos acometer.
Debemos buscar la excelencia no solo por el dinero, debemos buscarla y lograrla, en pro del bien común…
Hace 192 años los costarricenses asumieron la independencia y en el devenir de nuestra historia, construyeron las bases de nuestra nacionalidad, hoy caminamos en pleno siglo XXI, pero debemos volver sobre nuestra historia, para reencontrarnos con nuestra forma de pensar y con nuestros valores.
Sí, somos parte de un mundo globalizado, pero nuestra inspiración, debe sustentarse en el blanco, azul y rojo de nuestra bandera, en nuestras tradiciones y en el fortalecimiento de nuestro núcleo cultural.
Nuestro país se encuentra como perdido a solo ocho años del bicentenario de nuestra independencia, y esto se debe, entre otras cosas, al debilitamiento de nuestras tradiciones.
Nuestro país se encuentra como perdido, porque les hemos negado a muchas y muchos de sus habitantes, la dignidad humana, y cuando eso se presenta, estamos frente a una crisis cultural: Nos hemos preocupado por aumentar nuestra riqueza material (Que no necesariamente de distribuirla con justicia) pero hemos olvidado nuestras raíces.
Para la Costa Rica de hoy, es más importante la riqueza y la opulencia que la cultura…
Es durísimo decir que a 192 años de que nos llegara la noticia de la independencia, lo que era el costarricense trabajador, se ha convertido en el costarricense que muchas veces busca la vida fácil.
Es durísimo decir que a 192 años de que nos llegara la noticia de la independencia, el costarricense que le pedía a Dios y se esforzaba, se ha convertido en muchos casos en un ser soberbio, que busca que le sirvan en lugar de servir.
Hoy, ya no hablamos solo español, hoy hablamos inglés y hasta mandarín, pero hemos olvidado el lenguaje de la solidaridad…
Hoy, la libertad que arde como llama en el corazón de los costarricenses, parece restringida, parece que hoy entendemos libertad única y exclusivamente, como la libertad económica.
Es así como debemos regresar a la devoción del cultivo de la libertad, pero una libertad que no es libertinaje, sino, una libertad que tenga un rostro humano…
Ese rostro humano es una demanda que nos hacen desde nuestra historia, el trabajo de nuestros próceres y la sangre de nuestros héroes…
A 192 años de vida independiente, es insoslayable observar, lo más objetivamente posible, que estamos en una profunda crisis, solo como ilustración, es lamentable decir que en vez de mirar una patria pujante, estamos colapsados por una crisis en nuestra infraestructura vial.
Hoy, de nuevo, como en el pasado, estamos llamados a hacer de nuestra libertad un medio para combatir la crisis en la que nos encontramos…
Hoy, todos y cada uno de los y las costarricenses, debemos comprometernos por reconquistar el desarrollo social, el desarrollo económico, el perfeccionamiento de nuestra democracia.
Ya la madre de familia, ya el ama de casa, ya la profesional, ya el campesino, ya las y los estudiantes, ya las y los obreros, ya los padres de familia, ya los hombres, las mujeres, los niños y las niñas, las y los jóvenes…
Todas y todos en la esfera que nos corresponde, debemos hacer cumplir la letra del Himno Patriótico al 15 de Septiembre, y con “brazo nervudo y pujante” sacar adelante a Costa Rica.
No podemos seguir dilapidando la herencia que nos dejaron nuestros próceres, nuestros héroes y heroínas, nuestros dirigentes de antaño, nuestro pueblo constructor de su historia, y que ya no se encuentra entre nosotros.
Antes, y eso no cosa de un pasado muy lejano, al celebrar nuestra independencia, pensábamos en nuestros hermanos y hermanas centroamericanos, quienes se hundían o los hundían otros en la pobreza y la violencia.
Todavía hace cerca de unos 30 años esto era cierto, hoy, es lamentable reconocer que nosotros nos hundimos o nos hunden otros en la pobreza y la violencia, violencia fruto de la inseguridad ciudadana, del narcotráfico, pero también de la tensión que presiona a las y los costarricenses fruto de la crisis que vivimos.
Hoy padecemos la opresión, la desigualdad, la expoliación de nuestro trabajo…
Hoy, las mayorías demandan la solidaridad democrática que vivimos en el pasado…
De los 192 años de vida independiente, 124 los hemos vivido en democracia, una democracia en la que por lo menos en los últimos 20 años, miramos como se ensancha nuestra brecha social.
Una democracia que ha sido testigo y protagonista de cómo se abre más la herida internacional, entre los países que más tienen y los que menos tienen en nuestra América.
Si queremos desarrollo y paz en nuestro país, si las queremos para América, debemos ser conscientes de nuestra libertad, pero repetimos, una libertad que no es libertinaje, sino, una libertad con rostro humano.
En nombre de ese rostro humano, las mujeres y hombres libres de Costa Rica, debemos saber escoger a nuestros gobernantes, esto resulta clave, tomando en cuenta que en febrero del año entrante, viviremos un nuevo proceso electoral.
Nuestros próximos gobernantes, tanto en el Poder Ejecutivo como en el Poder Legislativo, no pueden llegar a dirigir y tomar decisiones con rencores en el alma y el corazón.
Nuestros próximos gobernantes no pueden abrazarse a un pasado, en que las cuestiones sociales quedaban resueltas (Supuestamente), por la mano invisible y artrítica del mercado.
Nuestros próximos gobernantes, no pueden venir ocultando sus obras, porque estas son consecuencia de la corrupción.
Ellos y ellas, no pueden pensar que el máximo signo de la libertad es el egoísmo.
De lo contrario, se ensanchará la desigualdad en Costa Rica, como resultado de la concentración de la riqueza.
Ellos y ellas deben llegar a ejercer el poder, con la firme convicción de que el dialogo, es una puerta que permita el avance nacional. Debe robustecerse en ellos y ellas, y en nosotros como sociedad, la convicción de un país, de un continente, de un mundo signado por la solidaridad.
Mientras tanto, debe seguirse denunciando la pobreza, debe seguirse denunciando la desigualdad, debe seguirse denunciando un sistema social injusto, pero también debe anunciarse la esperanza de que estas realidades no nos van a destruir.
No podemos seguir avanzando en el siglo XXI, perdiendo año tras año, la oportunidad del desarrollo.
No podemos seguir año tras año, avanzando en el siglo XXI, mientras en nuestro país vamos perdiendo nuestra paz social y en el mundo se sigue planteando la ilógica de la guerra. Ya lo hemos dicho y lo repetimos, debemos regresar a una ética cristiana que nos conduzca a la verdadera paz.
Y si queremos la paz, debemos robustecer la democracia, y si no queremos perder la fe en la democracia, ella debe conducirnos al desarrollo.
Y esta triada: paz, democracia y desarrollo, debe llevarnos a combatir y resolver nuestros problemas, como por ejemplo, la droga y su tráfico, que nos parece un enemigo grande y para algunos invencible.
Para lograr vencer un desafío de este tipo, se necesita entre otras cosas, que la sociedad costarricense, que las sociedades de América, logren la igualdad de oportunidades para su gente, en esto los gobernantes deben poner sus mejores esfuerzos, se deben poner los mejores esfuerzos para vencer a la pobreza.
Y el vencer la pobreza requiere entender que debemos proteger nuestra ecología. En nombre de esa causa, el capitalismo salvaje debe ser detenido, en esto, sin exageraciones, nos estamos jugando la existencia humana.
El desarrollo, que debe conducir al bienestar de nuestros pueblos, debe estar basado en la justicia, no solo con nuestros compatriotas, sino, con nuestro medio ambiente.
Estamos celebrando 192 años de vida independiente, renovemos con esta celebración nuestra firme voluntad de construir un país nuevo, una América nueva, un mundo nuevo.
Un país de paz, una América de paz, un mundo de paz.
Una política nueva para el país, una política nueva para América, una política nueva para el mundo.
Esa política nueva, que nos haga dar pasos hacia el bienestar, debe ser impulsada por la razón, la razón de un cambio espiritual en la humanidad, la razón del amor al prójimo como nos lo enseñara Jesucristo.
Así como Costa Rica pasó de un ejército de soldados, a un ejército de maestras y maestros.
Así como las y los jóvenes hoy no son parte de fuerzas armadas.
Así debemos continuar luchando por mejorar el país.
Nuestros educadores y educadoras deben tener una vida digna.
Recientemente, un amplio informe técnico, nos reflejaba las pobrezas y falencias de nuestra educación. Esto nos muestra como en estos años, quizás los últimos 30, nos hemos “dormido en los laureles”.
Nuestros jóvenes no deben portar un fusil en Costa Rica, pero hoy, muchos no estudian ni trabajan. Nuestros jóvenes, no escuchan el rugir de los cañones, pero muchos y muchas no terminan el colegio.
Nuestros jóvenes no tienen que sufrir los desgarres de la guerra, pero hoy en el país, los estamos condenando a sufrir la cruz de la pobreza, esto es igual, para aquellos que teniendo una profesión universitaria, se les condena a no tener trabajo, por el único pecado de querer mejorar sus vidas.
En 124 años de vida democrática y 192 de vida independiente, no hemos logrado la plena alegría de nuestra niñez, ni el pleno despliegue de la cultura, no hemos logrado el pleno respeto a nuestras adultas y adultos mayores, ni hemos borrado el temor al futuro, que tienen muchas y muchos con el sueño de fundar una familia.
En 1856, los costarricenses de aquel ayer, dejaron su existencia pacífica, para combatir y vencer al filibustero invasor, hoy debemos dejar nuestro letargo para combatir los desafíos que se nos presentan.
Hoy vivimos un mundo en apertura comercial.
Hoy vivimos un mundo con una amplia revolución tecnológica.
Y debemos enfrentar e insertarnos a ese mundo, pero sin dejar de ser costarricenses, sin dejar a la vera del camino nuestra cultura, sin dejar nuestros sueños y esperanzas, invadidos por la amargura, disfrazada de falso realismo.
Hace cerca de 18 años, un 15 de septiembre, nuestros gobernantes nos decían que los principales retos que teníamos eran referentes a la crisis institucional, a la competitividad, a los problemas en las finanzas públicas.
Hoy, puede que esos desafíos sigan vigentes, pero por encima de todos ellos, se encuentra la pérdida de la solidaridad en el costarricense: al perder solidaridad, perdemos dignidad y humanidad.
La principal pobreza que debemos vencer es la pobreza de nuestros espíritus, solo así, comenzaremos a dar fin a la injusticia.
Así comenzaremos a dar pasos gigantes, para poner los intereses de la paria, por encima de los intereses particulares.
De lo contrario, no podremos vencer nuestros retos, de lo contrario, se terminará de romper nuestro tejido social.
El ser independientes y democráticos no siempre es fácil, y causa temor mirar como nuestro pueblo, olvida muchas veces esa lección.
Hoy, a 192 años de vida independiente y 124 de vida democrática, nuestra historia nos reclama, es hora de promover el bienestar de las mayorías, con mayor fuerza de lo que lo hicimos en el pasado.