¿Quién fue Oppenheimer? Esto hay que saber antes de ver la película

Una carrera contra los nazis y un arrepentimiento, esta es la historia de Oppenheimer

Oppenheimer
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«Ahora me he convertido en Muerte, el destructor de mundos», declaró Robert Oppenheimer en la primera explosión exitosa de una bomba nuclear en Nuevo México, Estados Unidos, en 1945. Esta reflexión, que se ha citado en innumerables veces, define lo que Oppenheimer es para la historia, de acuerdo con información oficial estadounidense.

Julius Robert Oppenheimer fue hijo de una pareja de inmigrantes judíos de origen alemán que hicieron su fortuna en el sector textil. La cara del Proyecto Manhattan nació en Nueva York el 22 de abril de 1904 y de acuerdo con diversos historiadores, tenía grandes dotes académicas.

Graduado con los más altos honores en química por la Universidad de Harvard, empezó a interesarse por la termodinámica y la física experimental, temas que todavía no eran estudiados en el país. La falta de experiencia en Estados Unidos lo llevó a continuar sus estudios en Europa, donde ingresó a los Laboratorios Cavendish de la Universidad de Cambridge, dirigidos por el físico Ernest Rutherford. Durante su estadía en Reino Unido, decidió centrar su carrera hacia la física teórica

Regresó a Estados Unidos en 1927, dando inicio a su carrera como profesor en instituciones como el Instituto Tecnológico de California y la Universidad de Berkley.

Sin embargo, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la vida de Oppenheimer cambió radicalmente. Tras la invasión de Polonia en 1939, surgió una urgencia entre científicos como Oppenheimer, Albert Einstein, Eugene Wigner o Seth Neddermeyer, de inventar la bomba atómica antes que los nazis. Los químicos alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann ya habían descubierto la fisión nuclear, el primer paso para crear la bomba atómica.

En ese contexto, las mentes más privilegiadas de Estados Unidos y Europa se congregaron en torno al Proyecto Manhattan para ganarle en la carrera a los alemanes. De esa manera, se pusieron al servicio de Robert Oppenheimer, nombrado director científico del proyecto.

Con un presupuesto de dos mil millones de dólares, utilizados para construir infraestructuras para el desarrollo la bomba atómica, Proyecto Manhattan se asentó cerca de Santa Fe, Nuevo México.

Los científicos participaron en su desarrollo desde 1942 hasta 1945 con la primera explosión exitosa de una bomba atómica. La detonación de Trinity, la primera bomba atómica exitosa, causó un gran impacto en Oppenheimer.

El año de 1945 fue clave para la investigación, pues el 12 de abril falleció el presidente Franklin D. Roosevelt, y su sucesor, Harry Truman, no sabía de la existencia del proyecto. Posteriormente, el 30 de abril, Adolf Hitler se quitó la vida en un búnker en Berlín y el 2 de mayo los soviéticos entraron a la capital alemana. Con un escenario favorable, algunos estadounidenses se cuestionaban cuál era el sentido de seguir con el proyecto.

Algunos científicos estuvieron en contra de lanzar las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki para que Japón se rindiera. Sin embargo, a las 8:15 del 6 de agosto de 1945 el mundo vio por primera vez los estragos de una bomba nuclear, pues Little Boy acabó con la vida de más de 70 mil personas inmediatamente.

Oppenheimer se dedicó el resto de su vida a evitar el uso y desarrollo de bombas nucleares. Entre 1947 y 1952 ocupó el cargo de presidente del Comité Asesor General de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos. En 1963, el presidente John F Kennedy le concedió a Oppenheimer el Premio Enrico Fermi, por su contribución a la física.

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Oppenheimer, el hombre que robó el rayo a los dioses

Prometeo, el titán que arrebató el fuego al Olimpo para dárselo a la humanidad, sirve de modelo a la biografía de Robert Oppenheimer, el ‘padre’ de la bomba atómica. La vida de este físico extraordinario —tema de la próxima película de Christopher Nolan— nos devuelve a un período único de la historia de la ciencia: la revolución científica y tecnológica iniciada por la liberación de la energía nuclear, liderada por los físicos.

Pablo Francescutti

En los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, la fama de Robert Oppenheimer rivalizaba con la de Einstein. El director científico del Proyecto Manhattan aparecía en las portadas de la prensa como el ‘padre’ de la bomba atómica. Su posterior arrepentimiento por haber construido un arma ultradestructiva acrecentó su popularidad al personificar los dilemas morales de la Guerra Fría. Ahora que la sombra del conflicto nuclear se cierne sobre el planeta y la carrera armamentista se reaviva, la publicación de su biografía, Prometeo americano, no puede ser más oportuna.

Nacido en una acaudalada familia judía de Nueva Jersey (EEUU), fue un niño enfermizo y un joven atormentado. Más bien parecía destinado al diván del psicoanalista que a los estrados de los foros internacionales; y, sin embargo, su inteligencia privilegiada, sumado al apoyo familiar que le costeó la mejor educación, le permitió convertirse en la promesa de la física estadounidense.

Hacía falta un hombre capaz de solventar el diseño y construcción de un explosivo atómico. Ahí entró Oppie, como le apodaban

La oportunidad de su vida se presentó en octubre de 1942. El gobierno de Franklin D. Roosevelt, resuelto a construir un arma atómica antes que los alemanes, puso en marcha el Proyecto Manhattan. Hacía falta un hombre capaz de solventar el diseño y construcción de un explosivo atómico. Ahí entró Oppie, como le apodaban. Pese a ser un físico teórico, se las apañó para coordinar los talentos intelectuales y prácticos de las luminarias que reunió en el laboratorio de Los Alamos (Nuevo México). El 16 de julio de 1945, sus esfuerzos fructificaron en la detonación de la primera bomba A. Poco más tarde, otras similares estallaron sobre Hiroshima y Nagasaki.

Las dudas de Oppenheimer sobre el bombardeo de poblaciones civiles se dispararon al trascender que los japoneses estaban a punto de rendirse y que la Bomba (ahora con mayúscula) se arrojó para intimidar a la Unión Soviética. “Los físicos han conocido el pecado”, declaró en una admisión de culpa que impulsó el rechazo a las armas nucleares y a la subordinación de la ciencia a los militares.

Muchos veían con buenos ojos su propuesta de evitar una carrera armamentista a través de un acuerdo internacional

Sus aprensiones las compartían importantes personalidades del establishment, según revela el minucioso trabajo de sus biógrafos, el escritor Kai Bird, y el historiador Martin Sherwin. Muchos veían con buenos ojos su propuesta de evitar una carrera armamentista a través de un acuerdo internacional que prohibiese la fabricación de armas nucleares y fijase controles internacionales para asegurar su cumplimiento. Pero los halcones de Estados Unidos en absoluto iban a renunciar a la momentánea supremacía bélica que les daba la Bomba y boicotearon las negociaciones con los soviéticos.

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Portada de libro ‘Prometeo americano’. Cortesía de la editorial Debate

Acoso y desprestigio

Oppenheimer reanudó sus cuestionamientos en 1952, cuando el gobierno dispuso la creación de la todavía más devastadora bomba H. De inmediato, fue objeto de una campaña de desprestigio que culminó en uno de los episodios más bochornosos de la ciencia moderna. Y en ella se lució el archivillano de esta biografía: Lewis Strauss, el presidente de la Comisión de Energía Atómica (CEA). Movido por celos personales y paranoias anticomunistas, fraguó un remedo de juicio en la CEA con el propósito de expulsarlo de la agencia y, sobre todo, de arruinar su reputación.

Movido por celos personales y paranoias anticomunistas, Lewis Strauss fraguó un remedo de juicio en la CEA

Los biógrafos, que tardaron 25 años en escribir Prometeo Americano, han recopilado una masa de información sobre el acoso sufrido por Oppie. Nunca le perdonaron sus escarceos juveniles con el Partido Comunista. Desde el instante en que encabezó el Proyecto Manhattan el FBI interceptó sus llamadas, lo interrogó repetidas veces y presionó a su entorno para que lo denunciara. Pero no había ninguna verdad oculta; el sospechoso se había alejado del comunismo y girado hacia el liberalismo progresista. A sus inquisidores les daba igual. En 1953, Strass y el FBI le sometieron a una auditoria espuria, pinchando los teléfonos de sus abogados y poniéndoles trabas para entorpecer su defensa. El incriminado se desmoronó y, tras ser declarado un riesgo de seguridad, se le vetó en la CEA.

La investigación de esta institución recordaba a la caza de brujas del siglo XVII. Pero bajo la aparente histeria se desplegaba la planificada ofensiva del ala conservadora de la clase dirigente contra su ala liberal, de la cual Oppenheimer era su emblemático exponente. El otro objetivo consistía en dar una lección a los científicos que osaban cuestionar al poder, en vez de trabajar a su servicio sin chistar. Y consiguieron sus metas, aunque una parte importante de la opinión pública mundial vio en el veredicto condenatorio la reedición del proceso a Galileo en clave de Guerra Fría.

Consistía en dar una lección a los científicos que osaban cuestionar al poder, en vez de trabajar a su servicio sin chistar

Pese a que los presidentes Kennedy y Johnson lo rehabilitaron, Oppenhaimer no se recuperó del golpe. Se refugió en las tareas académicas y se empeñó en mantener un perfil político bajo. Murió en 1967, sin obtener el Premio Nobel, cosa que algunos atribuyeron a su ‘paternidad’ de la Bomba, y otros a su desigual producción científica. Con todo, realizó una notable contribución a la mecánica cuántica con la aproximación de Born-Oppenheimer, y a la astrofísica con el modelo Oppenheimer-Snyder, que anticipó los agujeros negros.

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Oppenheimer con el general Leslie Groves en el lugar donde estalló la primera bomba atómica. WikiCommons

Memoria de un héroe trágico

Fue, sobre todo, un gran gestor y un inspirador de estudiantes que marcarían hitos en física. Durante 29 años dirigió el Institute for Advanced Study en Princeton, y lo transformó en un cónclave de lo más granado de la ciencia y las humanidades (dentro sus muros John Von Neumann armó el ordenador más rápido del mundo).

Fue, sobre todo, un gran gestor y un inspirador de estudiantes que marcarían hitos en física

La enjundiosa biografía, premiada con el Pulitzer y basada en documentos desclasificados y más de un centenar de entrevistas, pinta el retrato poliédrico de alguien que se arriesgó para proteger a sus amigos, y sin embargo informó a las autoridades del izquierdismo de otros. En ocasiones parecía un nerd de Big Bang Theory: despistado, desgarbado o pedante repelente; en otras, se mostraba carismático, afectivo, gracioso; y a toda hora, muy ambicioso. Como un héroe trágico, su ambición fue su perdición: se lo reprochaba Einstein, molesto por su afán por codearse con los poderosos.

A sus andanzas se le dedicaron varias obras de teatros, y ahora el biopic que Christopher Nolan estrenará en los próximamente. La persistente atracción de su figura no resulta demasiado difícil de explicar: lo que nos sigue fascinando es el mito, el mito del sabio que, tras arrimarse al poder para alcanzar la gloria, afronta dolorosamente las consecuencias éticas de su pacto con el diablo.

Fuente: SINC

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