Isabel Cristina Contreras
Utopía y distopía
El primero es un estado en el que las fricciones de las posiciones sociales se han logrado limar lo suficiente como para que todos los habitantes sean igualmente felices. El segundo es un estado de profunda desesperación que es perpetuado en un círculo vicioso. Ambos son estados en los que el cambio social se detiene, equilibrios estáticos, puntos finales.
La gran mayoría de las teorías de predicción del futuro, historias de ciencia ficción o modelos que intentan dar una solución al problema de la evolución social, proponen que la sociedad convergerá hacia uno de estos equilibrios estáticos, una solución determinada. Lo cierto es que la realidad y la sociedad como quienes la constituyen, está en constante y perpetuo cambio, más que eso, oscila entre las crisis y las recuperaciones.
Isaac Asimov, uno de los más grandes autores de ciencia ficción del siglo XX, propone un modelo de evolución social en el que su principal característica es que no existe un final de los tiempos.
Para él no existe un escenario final determinado, sino una miríada de posibles escenarios resultantes, según el camino que la sociedad como tal elija. No existe tal cosa como un punto de equilibrio hacia el cual converge toda la sociedad, en cambio, existen historias o caminos probables que se rigen por las decisiones de la población mayoritaria. Cada generación se enfrenta a una o varias crisis y elige la forma en que resolverá los grandes problemas que la aquejan, tomando así una ruta determinada que la llevará a uno de estos escenarios resultantes, en el cual surgirán nuevas crisis, nuevos retos que afrontar como sociedad y así se suceden las crisis, las soluciones, los resultados.
Personalmente, esto es lo más atrayente de la ciencia ficción, su capacidad de abstraerse lo suficiente de la realidad, como para pintar un mejor dibujo de ella, con una mayor perspectiva.
Como sociedad vamos eligiendo qué camino tomar en la búsqueda de soluciones para los desafíos que enfrentamos, pero no existe una solución única, ni una solución libre de efectos secundarios o colaterales. La forma en que visualizamos las crisis que se nos presentan y las medidas que tomamos ante ellas darán forma no sólo a la salida o solución, sino posiblemente, a la siguiente crisis.
A continuación se presenta un análisis de la forma de hacer política en Costa Rica durante los últimos veinte años, tratando de no entrar en valoraciones sobre la bondad o maldad de esta. Se intentará más bien, hacer un análisis inverso: intentar descubrir qué refleja de nuestra realidad social la manera actual en que se hace política.
La era de los «héroes»
Podríamos rastrear el inicio de esta era en la política costarricense al momento de la crisis institucional que se concretó con la judicialización de algunos ex presidentes, los casos CCSS-Fishel, ICE-Alcatel, como se les llamó en su momento. La cual fue un golpe mortal al bipartidismo imperante durante toda la segunda República, los partidos de la época quedaron heridos, aunque uno más que el otro y el electorado con una sensación de profunda traición.
En este contexto nace el PAC, como una alternativa a lo que era un sistema corrupto o al menos ese fue su caballo de batalla. Como nuevo actor en escena, se gana al electorado vendiéndose agresivamente como el partido con los principios que el PLN y el PUSC habían perdido: su honradez y su ética de gobierno. Se inaugura así una nueva etapa en la política costarricense, caracterizada principalmente por lo que llamaremos corrección política. Para el joven PAC su principal problema era encontrar los momentos adecuados para demostrar que no era igual a los partidos tradicionales y de esta forma transmitir la ardua lucha del héroe contra un mundo de corrupción para salvar a Costa Rica.
Es por eso que, cuando se ganaron las primeras diputaciones, su principal estrategia fue hacer alarde de su compromiso moral con firmas de contratos éticos que contenían reglas de conducta para sus miembros, además de nombrar garantes que ponían en relieve lo intachable de sus partidarios. El impacto de la caída del bipartidismo fue tan grande que el tema moral se convirtió en la principal distracción ante cualquier falla o insuficiencia en los candidatos, nadie se preguntaba por la capacidad de análisis de la realidad o de proponer soluciones viables y eficaces a los principales problemas que enfrenta el país, la honradez se constituyó en requisito único, indispensable y suficiente para aspirar al poder.
¿Qué consecuencias tiene el que la corrección política le haya arrebatado el primer plano a cualquier otro aspecto en la discusión política? Implica, en primera instancia, que cumplir con los requisitos de
honradez, ética y buenas intenciones, relega a planos muy secundarios el conocimiento, experiencia, capacidad de análisis, de negociación y preparación en un aspirante a puesto de elección popular. Es como si, para decidir a qué doctor acudir para el tratamiento de mi enfermedad, me fijara solamente en la pulcritud de su bata y de su higiene al atender pacientes.
No más de lo mismo —aunque seamos los mismos—
Consecuentemente la caída del bipartidismo no significó una renovación de la clase política, más bien se caracterizó por un reacomodo de fichas, la renuncia de algunas figuras políticas a los partidos tradicionales y la fundación de nuevos. De hecho, figuras de los antiguos partidos que por la jerarquía interna no tenían muchas posibilidades de surgir, vieron en este reacomodo una forma de lograr sus aspiraciones: “figuras menores que se convierten en figuras mayores”. Se da una época de proliferación de partidos políticos por parte de los disidentes, cada uno asegurando que se retiraba de su partido por la corrupción que los carcomía, a su vez presentándose como los llamados a corregir los años de malas decisiones y enriquecimiento de las cúpulas. Los nuevos partidos, en su mayoría monotemáticos, carecen de ideas innovadoras respecto de los problemas nacionales y más bien se han terminado caracterizando por sus posiciones recalcitrantes. Pensar en soluciones congruentes no era el foco del asunto. Por eso los vacíos a la larga fueron llenados por ideologías de manual y panfletos ideológicos.
No existe una propuesta política como tal. La forma de atraer al electorado es mostrarse como la alternativa honesta en un mar de corrupción. Se parte de la premisa de que aquel que sea moralmente superior, por este solo hecho, brindará las mejores soluciones. La condición suficiente y necesaria.
El problema es que el momento histórico se caricaturizó. La lectura de dicho momento nos decía que la población estaba cansada de la política basada en el beneficio de sectores específicos, la falta de competencia y la desprotección social. El hecho básico de que en esta sociedad no importa que tan duro se trabaje, si no se pertenece a una cierta élite o familia era/es difícil tener una vida digna, la trampa del sostenimiento de la desigualdad. Estaban en juego la solución a problemas mucho más complejos que la reducción simplista a la lucha entre los malos corruptos y los buenos honrados, pero esa no fue la interpretación que se le dio en ese momento; y la oportunidad de resolver la crisis de una mejor forma pasó de largo, en cambio, se siembran las semillas para un periodo de una aún mayor inestabilidad abonada constantemente por todos los actores políticos.
En un foco más amplio, podría verse que esta forma de hacer política se da precisamente por el desconocimiento de las clases políticas de la realidad cotidiana de la gran mayoría de personas de este país. Pero, ¿porqué es importante conocer la realidad común?, acaso, ¿no es suficiente con ostentar el poder y tener una buena maquinaria de propaganda o “educación” como se le ha llamado durante este periodo?
El secreto es nunca olvidar que, por mecanismos aún desconocidos, el pueblo sostiene a su gobernante.
La novedad en el enfoque que Maquiavelo presenta en “El Príncipe”, es que él nota que aunque un monarca concentra todos los poderes de un principado, que éste sea duradero depende exclusivamente del pueblo.
Es una inversión total del análisis de la época: pasar de pensar en que el monarca podía hacer y deshacer a voluntad, a notar como un hecho social que no se puede ir en contra del pueblo si se quiere tener un reinado duradero, y que el secreto es nunca olvidar que, por mecanismos aún desconocidos, el pueblo sostiene a su gobernante. Este análisis es aún más válido en una democracia.
El principio a demostrar se puede enunciar como: cuando la clase política en su desconexión y falta de liderazgo busca la forma de emocionar, de conectar con el electorado, la manera más sencilla es presentarse como el mesías, el que a través de su moral a prueba de todo nos va a resolver todos los problemas.
Pero al doctor no le basta con lavarse bien las manos. Una de las consecuencias de esta falta de liderazgo y desconexión de la clase política, como en los principados de la época de Maquiavelo, está amarrada al pueblo. Cuando el efecto inicial se agota y la solución mágica que vendían, se materializa que no era tal, entonces se corre el peligro de confundirse con los demás mesías. Es así, que para mantenerse vigente, la posición debe evolucionar hacia una diferenciación más activa, un distanciamiento más agresivo no solo de los políticos anteriores sino también de los nuevos que puedan surgir.
El rey ha muerto, muerte al rey
Entonces inicia una carrera para encontrar y denunciar las faltas de los contrincantes políticos, en lugar de tratar de seducir a los ciudadanos con un proyecto político, lo que se busca es hablar mal de cualquiera que no comulgue con las ideas propias, la estrategia de defensa-ofensa. Así, se atacan mutuamente de corruptos, de moralmente inferiores, de mentirosos y unas cuantas cosas más.
En consecuencia, cuando un partido alcanza cierta cuota de poder, se logran algunas diputaciones y puestos municipales, se hace necesario utilizar ese puesto para capitalizar lo que los llevó allí, y así poder tener más diputados y hasta lograr el Ejecutivo. En esta dinámica, esto se logra tratando de hacer ver que el gobierno de turno es igual de corrupto que los anteriores, toda acción del partido de gobierno se debe ver como algo mal hecho o que de plano es corrupto. Esta práctica fue utilizada por la oposición ya desde el gobierno de Laura Chinchilla, para aumentar su capital político, lo mejor era no contaminarse con la corruptela de la administración en curso.
Y aquí está la clave, luego de un largo proceso de más de una década, esta forma de hacer política implica que cualquiera que tenga aspiraciones presidenciales o siquiera a una diputación, jamás podrá aliarse con el gobierno de turno (no importa de qué partido), porque lo que hay que hacer es mostrarse como el más limpio y el más ético.
Existe otra consecuencia lógica cuando una moral intachable es la condición sine qua non, y es que parte de la máxima de que el supremo Bien es obvio para todo el mundo, la verdad es entonces única, evidente y buena (sin consecuencias), por tanto, si alguna persona no está de acuerdo con ese supremo Bien, es porque es un ignorante, lo que se soluciona con educación, o porque es una persona con intereses siniestros escondidos. De manera que, cualquier adversario, o disidente es en automático malo o corrupto, no se requieren demostraciones o argumentaciones, no existen tonos grises, es blanco o negro. Si la política fuera un juego de ajedrez, sería una estrategia bastante poderosa y difícil de neutralizar, dos gobiernos del PAC seguidos, lo demuestran.
Cuando los partidos y los movimientos sociales se basan en la premisa de la corrección política, como ya se mencionó, es una posición ofensiva-defensiva en que las soluciones de aquellos de moral superior serán las únicas aceptables. No hay lugar para discusión o para pragmatismos, todo argumento contrario a la propuesta inspirada se desecha ad portas, pues nace de los vicios del antiguo sistema, se juzgan con escepticismo y paranoia: ”de seguro mengano tiene negocios con fulano” e incluso llegando a absurdos como que el gobierno lo único que quiere es el mal de sus ciudadanos no importa si los votan o no en las futuras elecciones. En esta nueva era, no se hacen análisis a profundidad de los pros y los contras, de las posibles consecuencias a mediano y largo plazo, sino que la solución que se plantea es buena porque es lo correcto y punto, son soluciones sin consecuencias, como el Soma de Huxley*. Para validar sus posturas se eligen siempre paneles de “expertos” que se sabe son afines a la causa.
Así, se eliminó el incentivo para la cooperación, y más bien se colocó en el centro la práctica en la que la única forma de obtener cuotas de poder es mediante la destrucción de los contrincantes políticos. La consecuencia inmediata es que, ante cualquier problema solo existe una solución (la de mi partido), y cualquier otra es solo un desvío corrupto. Vendiendo una y otra vez que existen soluciones perfectas sin ninguna consecuencia negativa, pues los elegidos tienen el secreto de la piedra filosofal.
Quien a hierro mata, a hierro muere
Así, llegamos al momento actual, en el que no existe ningún incentivo para sentarse a negociar, a pesar de que la crisis es profunda; todo lo contrario, existe un incentivo perverso a no cooperar, más bien a atacar al oponente político que se vea con un asomo de buena imagen o posibilidad, se le debe aplastar antes de que asome la cabeza. Esto ha sido evidente cuando, por alguna razón una figura política se posiciona bien, de inmediato empiezan los ataques para desacreditarla.
Cualquier intento de negociar con el gobierno o cualquiera que tenga posibilidades políticas reales, significa que mis enemigos políticos me ataquen por cooperar o de ayudar de alguna forma. Este fenómeno se extenderá a cualquiera que intente una solución y pueda conjuntar personas para una idea política. Atrás quedaron las consideraciones ideológicas partidarias de la coherencia, de un plan que conjunte a todo el electorado, de una visión país, de sabernos todos en el mismo barco y que si se hunde, nos hundimos todos. Pareciera más bien que los políticos de oposición anhelan y hasta propician la profundización de la crisis que vivimos, bajo una lógica de que si destruyo al gobierno de turno y me presento como el salvador, me garantizo las próximas elecciones, así herede un país en ruinas.
Las decisiones que tomamos como sociedad a partir de la crisis concretada con la judicialización de ex presidentes, sentaron las bases para la actual crisis de gobernabilidad, y decisiones anteriores de descuidar la equidad social, las bases de una clase política completamente desconectada de la realidad de la gran mayoría de costarricenses.
En este escenario, no hay forma sencilla de que cuajen las fuerzas políticas.
A menos que, alguna lideresa o líder, abandone esa forma de hacer política y se logre conectar realmente con el electorado, logre inspirar y vender una visión de conjunto de la realidad nacional. En una nueva versión de política que no se alimente solo del odio al contrincante, si no del ideal de desarrollo e innovación, lograr conjurar los viejos problemas de desigualdad, el rescate del talento en todas las capas sociales, la esperanza de que el estudio y trabajo duro pueden augurar un mejor futuro. No solo apuntar lo mal que se ha hecho antes, que ese es el primer sorbo de veneno, si no, ver las cualidades positivas de la población que nos puede llevar a tener una vida mejor como sociedad.
* Droga sin ningún efecto secundario o no deseado, utilizada para “controlar las emociones” en la realidad distópica creada por Aldous Huxley en “Un mundo feliz”.