Ágora*
Guido Mora
guidomoracr@gmail.com
En estos días de Semana Santa que se prestan para la reflexión, he tenido oportunidad de pensar y meditar, sobre esta Costa Rica que tenemos hoy día.
Yo soy de una generación en que nuestros padres nos llevaban de paseo a conocer las obras de la “Represa de Cachí”; las maravillas de un puente como el Rafael Iglesias, en la ruta a San Ramón; la Carretera “Saopin”, que permitió el acceso rápido a Puerto Limón, obra que salió de las entrañas mismas de la selva o la Carretera a Puntarenas, que transitamos orgullosos desde hace ya muchos años.
Todas estas obras de infraestructura fueron construidas por ingenieros costarricenses y estuvieron tan bien planificadas, que aún hoy día seguimos disfrutando de sus beneficios.
En el campo social, entre 1950 y 1978 logramos alcanzar niveles de alfabetismo, educación y salud, comparables con muchos países del Mundo Desarrollado.
Consolidamos una democracia económica, política y social, solidaria y preocupada por la distribución de la riqueza. Se redujo la pobreza y se ampliaron las capas sociales medias, que permitieron mantener la estabilidad política, en un entorno centroamericano y latinoamericano en donde prevalecían los gobiernos autoritarios.
Costa Rica era una Nación de progreso. Prevalecía el deseo de superación y ambiciosos proyectos lograron hacer de este pequeño país un oasis político, económico y social en el contexto regional.
Y es entonces cuando me cuestiono sobre lo que tenemos hoy: ¿dónde hemos llegado? A esta Costa Rica en donde nos somos capaces de reparar ni un hueco en un puente. En donde los ingenieros que hoy cuentan con mucho más tecnología y en teoría mejor formación universitaria, no tienen la capacidad de construir correctamente un puente o una carretera. En donde para construir una obra de infraestructura, hemos tenido que apelar a los servicios de empresas privadas, porque el Estado se ha declarado incompetente para asumir estos retos.
Pero además me pregunto, ¿por qué hemos llegado a una situación en que la simbiosis entre la empresa privada y algunos políticos, han logrado deteriorar, de manera profunda, la confianza en la obra del Gobierno?
En donde algunos sectores de la empresa privada aliados a políticos de dudosa moral, tanto a nivel local como nacional, se han repartido y reparten el sobre precio de algunas obras de infraestructura, pequeñas y grandes, generando con esta actitud deshonesta dudas sobre la capacidad del Estado para emprender grandes obras.
Esta misma actitud que prevalece entre esos políticos corruptos, funcionarios anodinos o diputados mediocres, que llegan a la Asamblea Legislativa y a otras instancias de la función pública a obstruir el avance del país.
Los mismos que con sus actitudes, posiciones oscuras y discursos vacíos, sólo le facilitan a sectores cuestionados de la economía internacional, incluso vinculados con el lavado de dinero, la posibilidad de continuar ejerciendo sus actividades ilícitas, en una economía que como la nuestra, no está preparada para poder enfrentar la fuerza de los narco dólares.
Estos costarricenses corruptos, operadores políticos, asesores tras los escenarios, algunos con gran capacidad de invisibilizarse, que nos han mostrado su capacidad de sobrevivencia, cobijados por múltiples banderas políticas o por encima de ellas, y que han apoyado u ocupado los principales puestos de Gobierno –Municipalidades, Asamblea Legislativa y Casa Presidencial-, permitiendo e impulsando el enriquecimiento de sus círculos políticos y económicos.
Estos grupos de deshonestos que han consentido la apropiación ilícita de los bienes del Estado, que no es que sean de nadie, sino que son de todos los costarricenses. Los mismos que han permitido con la complicidad del silencio la aceptación de obras, por parte del Estado, que están muy por debajo de los estándares de calidad exigidos a nivel nacional e internacional.
Desde el sector privado, aliados con estas sanguijuelas, muchas empresas construyen obras que cuentan con condiciones aceptables por apenas unos pocos meses u años. Las mismas que realizan obras que duplican su costo real, como resultado de la corrupción o la distribución de recursos entre los funcionarios y los contratistas.
Pero también responsables son quienes han ocupado puestos en Instituciones como el Ministerio de Justicia o el Poder Judicial, jueces y fiscales, que teniendo la obligación de dictar justicia pronta y cumplida, como una señal de ejemplo para quienes están acostumbrados a apropiarse inmoralmente del dinero de los contribuyentes, esos mismos que tardan o han tardado años para llevar a las Instancias Penales casos en los que están involucradas figuras políticas, violentando impunemente las leyes que rigen el accionar en la Función Pública costarricense.
El dudoso accionar de estos actores, durante los últimos gobiernos del Siglo XX y los que llevamos del XXI, ha provocado la involución de nuestro país. Hoy Costa Rica es Nación más pobre, desigual, poco solidaria, donde la economía depende de la voluntad de unos cuantos diputados que negocian la aprobación de una reforma fiscal, más pensando en las próximas elecciones, que en el bienestar de Costa Rica como proyecto político, social y económico de largo plazo.
Esta situación provoca una gran ira, porque este país merece el esfuerzo de todos, exige la dedicación, la decencia y la posibilidad de que cada uno de nosotros se sienta orgulloso de las tareas que como Nación podamos emprender.
No podemos permitir que la sociedad costarricense continúe con el “síndrome del taxista”, que se estaciona a la orilla de un parque, esperando que le pase la vida y viendo a quien le hace un servicio o de quien se puede aprovechar.
Es momento de actuar, no podemos continuar permitiendo que estas situaciones prevalezcan, o hacemos algo por este país, o Costa Rica se va al carajo…
* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.