¿Qué ganamos aunque la Starship no nos lleve a Marte?

El momento en que Starship sobrevolaba por encima de las cabezas de los congregados para asistir al quinto ensayo de la nave de Elon Musk.
Steve Jurvetson/Flickr, CC BY

Alejandro Manuel Gómez San Juan, Universidade de Vigo

El espectacular momento del regreso del cohete a la plataforma de lanzamiento.
Steve Jurvetson/Flickr, CC BY

Starship, el megacohete de Elon Musk, llevará humanos a Marte. Esta es su gran promesa. Tras la impresionante captura en vuelo de la quinta prueba del cohete, las expectativas son máximas. No es para menos.

Lo que han conseguido en la prueba, cazar al vuelo un cohete del tamaño de un edificio de veinte plantas, era imposible. Hasta que lo han hecho. Pero no es solo el viaje a Marte. El avance de Starship abre enormes posibilidades para los ciudadanos de a pie.

El concepto de reusabilidad y los satélites

En el quinto ensayo se han probado dos cosas: que la primera etapa es capaz de volver a la base de lanzamiento con una reentrada suficientemente controlada para que la coja con dos pinzas gigantes (dispositivo apodado Mechazilla), y que la segunda etapa es capaz de terminar la reentrada.

La primera fue un éxito casi total y a la segunda parece que le queda bastante poco para serlo. Estos dos hitos son pasos decisivos en la reusabilidad del cohete.

La importancia de la reusabilidad

Imagínense que, después de volar desde París a Nueva York la primera vez, cogiéramos el Airbus 380 de 450 millones que nos llevó y lo quemáramos. Eso es lo que esencialmente se hacía con todos los cohetes hasta la fecha, hasta la irrupción de SpaceX y su Falcon 9.

En la actualidad, del Falcon 9 se reutiliza el 80 % y más o menos lo mismo con el resto de lanzadores del mundo. Pues bien, aun en esas condiciones, la economía mundial depende totalmente de hacer más eficiente la reusabilidad. La razón está en los satélites.

Cada persona interactúa directamente con decenas de satélites al día a través de docenas de aplicaciones, recibe paquetes, localiza el restaurante al que quiere llegar o es capaz de encontrar a su media naranja, saber el tiempo que hace, etc.

Todo eso ocurre cuando, debido a que los cohetes son desechables, el coste de subir cada kilogramo a órbita es de varios miles de euros.

Si Starship consigue ser reutilizable totalmente y este coste baja a unos cientos de euros, ¿se imaginan el mundo de posibilidades que se abre?

Según la marcha de los acontecimientos y tras ver lo qué aconteció en el ensayo, esto es una posibilidad muy real. Bastantes compañías ya están trabajando con la vista en las infinitas posibilidades.

Pero a pesar de la hazaña increíble conseguida en el quinto ensayo, tecnológicamente aún queda un abismo para conseguir llegar a Marte. Incluso llegar a la Luna impulsados por Starship, como pretende la NASA, es un reto no garantizado.

La recarga de combustible

El escollo tecnológico más importante para que Starship realmente sea un éxito es la recarga de combustibles en órbita. Para poder ir, no ya a Marte, sino a la Luna, la etapa superior de la Starship (que confusamente se llama Starship también) debe permanecer en órbita mientras otras similares suben a recargar sus tanques de combustibles, entre ocho y quince veces según a quien pregunten.

Existe la posibilidad de que nunca llegue a Marte. Pero ¿constituiría esto un fracaso realmente? Para el ego de Musk seguro que sería un desastre, ¿y para el resto? Su desarrollo, y su éxito, tendrá un enorme impacto social, más allá de visitar o no el planeta rojo.

Ilustración artística de dos Starships realizando una transferencia de combustible en órbita.
SpaceX, CC BY

Primera parada: de Madrid a Tokio en menos de dos horas

En primer lugar, si su sueño, al igual que el mío, es viajar al espacio: ¡enhorabuena! Una de las primeras aplicaciones previstas de la Starship es el viaje punto a punto mediante trayectoria balística (saliendo de la atmósfera y volviendo a entrar). El ejército de EE. UU. ya lo está estudiando como medio de llevar tropas o carga en tiempo récord por todo el mundo.

De hecho, el vuelo suborbital es mucho más económico que el orbital así que es posible que a medio plazo esta opción fuera económicamente viable para un porcentaje de la población no tan reducido. Viajar de Madrid a Tokio en menos de dos horas no es fantasía y los viajes espaciales para todos los públicos, tampoco.

El hecho de poder subir varias toneladas a órbita a bajo coste abre la puerta a construir estructuras mucho mayores en el espacio. Los proyectos de estaciones espaciales privadas, como Axiom o Vast, ya están en marcha.

En esta ocasión sí sería algo que estaría destinado a clientes con mayor poder adquisitivo, aunque probablemente quedará a un precio bastante más razonable que los 55 millones de dolares por asiento que pagó Jared Isaacman para la misión Inspiration 4.

Fábricas en el espacio

Crear estas estaciones espaciales abre la puerta a posibilidades científicas e industriales mucho más interesantes que el turismo. En la actualidad, el único laboratorio que tenemos en el espacio es la Estación Espacial Internacional (EEI), que siempre trabaja a plena capacidad.

Con nuevos y más numerosos laboratorios se pueden investigar e industrializar nuevos medicamentos en el espacio, como por ejemplo propone la empresa Bio-Orbit. Al cristalizar las proteínas de sus medicamentos para el cáncer en microgravedad, estos resultan más fáciles de administrar. Esto haría que los pacientes no tengan que acudir al hospital cada vez y puedan hacerlo en casa, facilitando los tratamientos.

Otro ejemplo lo constituye LambdaVision, que está utilizando la microgravedad para producir dispositivos médicos, como retinas artificiales para el tratamiento de la degeneración macular. La ausencia de gravedad permite la fabricación de productos biológicos con una mayor precisión y calidad que en la Tierra.

Nuevos materiales

Fabricar en microgravedad permite crear materiales con microestructuras imposibles de obtener en la Tierra. Space Forge trabaja en la fabricación de aleaciones de metales y semiconductores en microgravedad buscando materiales con propiedades mejoradas, como mayor resistencia o conductividad, que pueden utilizarse en aplicaciones de alta tecnología, incluyendo electrónica avanzada y dispositivos médicos.

Al margen de la microestructura, la fabricación aditiva (impresión en 3D) permite nuevas posibilidades al no limitarse a apilar capas en un mismo plano. Made In Space ha sido pionera en la fabricación aditiva en el espacio, particularmente utilizando impresoras 3D a bordo de la Estación Espacial Internacional. Ha creado la fibra óptica ZBLAN, que en microgravedad puede fabricarse con menos imperfecciones que en la Tierra. Así se consiguen fibras ópticas de mayor calidad y eficiencia para telecomunicaciones.

El astronauta japonés Norishige Kanai en la EEI operando la carga de pago OFPIM para la producción de fibra óptica en microgravedad.
NASA, CC BY

Minería espacial

Aunque parezca de ciencia ficción, la minería espacial está más cerca de lo que parece, aunque tarde algo más que las otras aplicaciones.

En el sistema solar hay varios millones de asteroides. Algunos de estos asteroides por sí solos contienen cantidades de algún metal precioso mayores que todas las minas en la historia de la humanidad, valorados en trillones de euros. Ya hay una lista numerosa de países y empresas identificando los objetivos más asequibles y preparando la tecnología para cuando el coste de ir a minar sea menor que los costes asociados.

Por eso el coste de lanzamiento es tan importante. Algunas de estas compañías son AstroForge y TransAstra en EE. UU., Asteroid Minig Corporation en Reino Unido y Origin Space en China. Sin contar que hay países con políticas activas para fomentar la industria en este sector, como Japón o Luxemburgo.

Luxemburgo incluso ha creado el Centro Europeo de Innovación en Recursos Espaciales (ESRIC, por sus siglas en inglés) para fomentar e investigar en las actividades de recursos espaciales. Podría ser no sólo un negocio lucrativo, sino una fuente de recursos que no requiera exprimir más nuestro planeta. A la espera de que los costes bajen, muchos jugadores están colocándose en el tablero.

Satélite Psyche de la NASA en la sala limpia del Jet Propulsion Laboratory en 2021.
NASA/JPL-Caltech, CC BY

Una nueva revolución industrial

Estos son sólo algunos ejemplos de los usos que puede abrir un cohete totalmente reutilizable como Starship. Los humanos somos especialistas en explorar y encontrar nuevos usos que nunca se nos hubieran ocurrido.

Todo esto empezará cuando tengamos acceso barato al espacio. Al principio empezará despacio. Algunas de estas ideas quedarán en humo, otras prosperarán y algunas, que ni imaginamos, serán una revolución. Pero según vayan aumentando las infraestructuras espaciales entraremos en una nueva revolución industrial, y el mundo que hoy nos parece de ciencia ficción será una realidad antes de que nos demos cuenta.The Conversation

Alejandro Manuel Gómez San Juan, Profesor Ayudante Doctor en Área de Ingeniería Aeroespacial, Universidade de Vigo

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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