Cuaderno de Vida
Gustavo Elizondo Fallas
Los avances en la defensa de los animales han sido evidentes, con una ley que establece penas por el maltrato y abandono de los mismos, lo que nos parece importante, considerando que la maldad sobre estas especies que conviven con el hombre, es una demostración de bajeza de la sociedad y un pésimo ejemplo para los niños, que si se tornan violentos con los animales en cualquier momento lo harán con el resto de la sociedad. Hasta ahí todo muy bien y que bueno que los defensores de los animales hayan logrado estos avances en su protección.
No obstante, como suele suceder con las posiciones extremas, estamos llegando a un punto en que vale más la defensa del animal que la protección de la niñez y de la población vulnerable, no hay barrio de este país donde un elemento perruno no pase dando serenata toda la noche interrumpiendo el descanso de los vecinos o lo que es peor, se manejan verdaderas bestias, que una vez que logran zafar la vigilancia del amo, atacan a población indefensa, en especial infantes causándoles heridas y traumas sicológicos difíciles de superar; existen razas como el American Stanford que simplemente se deberían prohibir en Costa Rica.
Esta es solo una parte de la ecuación; la otra parte tiene que ver con la pasión enfermiza que algunas personas y familias toman con sus mascotas; se escuchan frases como _no tenemos hijos porque estamos dedicados a cuidar los perros_, _prefiero quedarme sin comida que dejar de comprarle el concentrado a mi bebé (perruno o gatuno) _no tengo hijos pero es como si tuviera, porque el perrito que tenemos es como un chiquito_ así, una serie de frases que se pierden en la lógica, nunca jamás se podrá comparar la ternura que despierta un bebé, de la raza humana a la ternura de un perro o un gato, por peludito que sea.
Existen campañas de adopte una mascota, pero ninguna de adopte un niño, que los hay muchos conviviendo en orfanatos donde a pesar de los esfuerzos de las instituciones, jamás será igual que vivir en el calor de un hogar; se satura el servicio 9-1-1 con pedidos de auxilio porque el perro está desaparecido o porque el gatito se subió a un árbol y no lo pueden bajar, mientras que ya tenemos casos donde hubo atención negligente y algunos infantes sufrieron daños irreversibles en manos de aquellos que debieron protegerlos, sus propias familias.
Otro tema que confunde, es que existe una industria que mueve millones de colones alrededor del cuido de mascotas, empezando porque el pasillo de los supermercados dedicados a este grupo es de mayor tamaño que el destinado a los niños, que existe atención veterinaria privilegiada para los de cuatro patas como comidas especiales porque mi perrito es intolerante a ciertos alimentos, atención psicológica porque veo a mi perrito triste a lo que agregamos fiestas de cumpleaños con piñata incluida, hoteles perrunos 5 estrellas por si vamos a la playa y hasta me contó un amigo, que en un supermercado un perro le peló los dientes, haciendo notar un tratamiento de ortodoncia en su hocico. ¿No estamos exagerando la nota?
Queramos a los animales, cuidemos de ellos, pero que esto no nos haga perder de vista que existen los niños, que son criaturas hechas a la imagen del “Gran Arquitecto” y con los cuales tenemos un compromiso ineludible de salvaguardarlos.