Carlos Revilla Maroto
Guido Mora Mora
En este caso, la expresión “prensa canalla”, que posteriormente fue extensiva a la televisión, pretendía señalar a los medios de comunicación, que supuestamente estaban realizando una persecución mediática contra Rodrigo Chaves. A partir de ese momento, todo medio de comunicación que no estaba de acuerdo con los argumentos de ese candidato, se señalaba y catalogaba como la “prensa canalla”.
Con el avance de la campaña y ante la constante aparición de noticias negativas vinculadas con el ahora presidente, el diario La Nación y Telenoticias de canal 7, pasaron de ser medios equilibrados, para ser catalogados como parte de esa “prensa canalla”. Mencionamos estos dos medios para señalar los extremos de la categorización. Baste mencionar que, para Rodrigo Chaves y sus partidarios, todos los medios que no halaguen y promuevan las mentiras emitidas por el presidente, pasan a engrosar la categoría de “prensa canalla”.
El fenómeno se trasladó a las redes sociales, en donde la estrategia de los troles ha hecho eco y divulgado el término, al punto que hoy, casi todos los medios de información o las persona que adversamos a Chaves en buena lid, adquirimos la categoría de ser extensión de la “prensa canalla”. En el caso de las personas físicas, adversar o denunciar las ocurrencias de Chaves o sus ministros, adquiere la categoría de corrupto, troll pagado, pega banderas y otra gran cantidad de insultos, epítetos y ofensas, de las cuales ha hecho gala incluso el mismo presidente.
Todo lo anterior nos llevó a recordar la querella que se suscitó entre Daniel Oduber y el diario La Nación.
En la campaña presidencial de 1966, el diario La Nación se ocupó de vituperar y vilipendiar al candidato liberacionista, en cada una de las publicaciones en que le era posible hacerlo, recurriendo a una campaña feroz de difamación e infamación sin precedentes en la historia política del país. Por medio de las páginas del periódico se le calificó de traficante de la política, de corruptor de conciencias, de trasegador de millones ajenos, de vendedor de garantías prendarias, de comunista, de instrumento de Fidel Castro; y de enemigo de la democracia, entre otras linduras.
Esto sucedía ya sea desde las páginas regulares del periódico (noticias, página editorial, opinión), así como por «campos pagados», que en el juicio se demostró que no eran tales, pues el tesorero del partido Unificación era el director o jefe de información del diario (no recordamos con exactitud cuál de los puestos ocupaba).
En 1967 Daniel entabló un juicio por injurias y calumnias contra el partido Unificación Nacional y el periódico La Nación. Oduber terminó ganando el juicio y fue indemnizado, por daño moral, con dos millones de colones, más o menos 300 mil dólares al tipo de cambio de la época de ₡ 6,65, que en la actualidad serían alrededor de 208 millones de colones; cantidad nada despreciable. Pero, si le aplicáramos el cálculo del valor del dinero en el tiempo, con una calculadora de inflación, esos 300 mil dólares de 1967 se convertirían en $2,631,919.02 en 2022, que, al tipo de cambio del día que escribimos este artículo de 560 colones por dólar, se transformarían en la estratosférica suma de ₡1 473 874 651,2. ¡Casi mil quinientos millones de colones! a tiempo presente. Una enorme cantidad de dinero que debió dolerle mucho pagar a los propietarios del diario La Nación. Por cierto, Daniel donó ese dinero a una institución de beneficencia.
Vale recordar que este no fue el único juicio en el que Daniel y La Nación se enfrentarían. Se presentaron otros procesos judiciales, todos ganados por él. En una oportunidad que lo entrevistó un periodista de ese medio y ante un comentario sobre alguna otra publicación en su contra, el periodista le consultó, respecto de la veracidad de esta publicación, a lo que Daniel respondió que era falsa; el periodista repreguntó qué si era falsa, ¿por qué no demandaba a La Nación?, a lo que Daniel contestó «es que no puedo estar demandándolos cada quince días».
Don Pepe, quien sufrió también a la prensa canalla (léase La Nación), nunca demandó a ese periódico, ese no era realmente su estilo. Prefirió denunciar la evasión de impuestos multimillonaria de esa empresa y otros negocios turbios, para desenmascararlos y dar a conocer su doble moral, característica que aún mantiene, a pesar que se rasga las vestiduras, y señala en sus páginas a otros evasores. Muy al estilo de don Pepe, alguna vez le preguntaron si se arrepentía de algo en su vida, y rápidamente contestó “de la único que me arrepiento es de no haber quemado a La Nación”.
Los seguidores de Chaves, apropiadamente llamados chavernícolas, creen que con la designación de ciertos medios como “prensa canalla” inventaron el agua tibia. La verdad es que esa estigmatización ha existido desde muchos años atrás. Como vimos en los ejemplos anteriores, el asunto no es algo nuevo. Incluso podríamos aplicar esa misma denominación, yendo más atrás, al diario La Tribuna en la década de los años 40, previo a la Revolución del 48, y al diario La Información en tiempos de la dictadura de los Tinoco. Por cierto, las instalaciones de este diario sí terminaron siendo incendiadas.
Terminamos expresando algo importante en relación con la expresión “prensa canalla”: la connotación que actualmente le pretenden dar Chaves y sus seguidores, es errada, pues en esta ocasión, los medios de comunicación no están difundiendo mentiras sobre el presidente y su gobierno. Más bien, los chavistas pretenden difundir esta expresión con el propósito de ocultar su incapacidad de administrar la cosa pública, la gran cantidad de yerros cometidos y de evadir la responsabilidad que deben de asumir, como cabeza del Poder Ejecutivo.
En el caso de Oduber y don Pepe la situación era bastante diferente, prueba de ello el resultado de los procesos jurídicos ganados contra el diario La Nación.
Así que la próxima vez que escuche a Chaves y sus seguidores tildar a un medio de comunicación de “prensa canalla”, es indispensable prestar atención a qué se refieren, porque con toda certeza, están procurando ocultar algún error del presidente o de sus más cercanos colaboradores.
Me parece hicieron falta tres puntos en este buen artículo:
1. La pelea de José Figueres y Daniel Oduber, fue contra La Nazión (un partido político no inscrito, pero si ideológico y permanente), no fue contra la prensa.
2. La libertad de prensa es una institución inseparable de la democracia.
3. En el enfrentamiento de las grandes figuras del PLN contra La Nazión, se utilizaron argumentos y la vía judicial y no el insulto difuso e indiscriminado.