René Castro
Ministro MINAE
El periodista Edgar Espinoza, publicó su libro “mis mejores calumnias” donde incluyó una colección de sus columnas publicadas. Al periodista pudo parecerle gracioso el título, sin embargo, yo no coincido con él, porque aunque en los títulos en prensa tienen como génesis juegos de palabras, para hacerlos llamativos, sean estos mejores, menos malos, o peores, calumnia es calumnia. Y es que ese sabor de calumnia me dejó el artículo “Del Corazón a la Billetera”.
El Río San Juan es jurisdicción territorial nicaragüense
Del artículo se desprende una confusión conceptual entre tres cosas:
a- el proyecto del dragado del Río San Juan,
b- la apertura del canal artificial excavado por Pastora,
c- y la invasión de Nicaragua en territorio costarricense.
Esta confusión, conlleva a que se infiera la existencia de una presunta autorización de este servidor o de nuestro Gobierno para que Nicaragua realizara el dragado en el Río San Juan, lo cual es inexacto.
El Río San Juan es territorio nicaragüense, de ahí que Costa Rica no cuenta con jurisdicción y solo tiene ciertos derechos como el de navegación.
Las resoluciones emitidas por la Corte Internacional de Justicia en julio del 2009 y marzo del 2011, claramente establecen que en el Río San Juan, Nicaragua puede dragar, y por ende, nos denegó las solicitudes de medida cautelar interpuestas por nuestro país a fin de que se detuviera el dragado.
Invasión militar e idiosincrasia pacífica costarricense
Diferente es el caso de la invasión al territorio costarricense y la apertura del caño artificial abierto por Pastora en nuestro territorio. Me imagino que usted quiso referirse en su artículo a este aspecto. Me permito recordarle, que ante la evidencia de la amenaza a nuestra soberanía, y dentro del marco jurídico del Estado de Derecho (cultura pacífica que nos orgullece), Costa Rica optó por acudir a las vías jurídicas y diplomáticas internacionales, presentando una demanda ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya, ordenando la Corte las medidas cautelares solicitadas por el país, como resultado de la invasión militar y los daños producidos.
Acciones concretas en la Ruta 1856 para mitigar los impactos ambientales
Parece inferirse de su artículo que el MINAE no reaccionó ante el impacto ambiental producto de la construcción imprescindible de la ruta 1856. En primer lugar le aclaro, que funcionarios del MINAE presentaron 12 denuncias por posible afectación a los recursos naturales en y alrededores de la ruta 1856, con el objeto de identificar y sancionar a los responsables. Se efectuaron al menos 30 patrullajes en la zona por parte de funcionarios del SINAC y se confiscó mucha de la madera ilegalmente extraída. Más aún el Tribunal Ambiental Administrativo ordenó la mitigación y compensación de impactos y daños que ese ente especializado declaró como “reversibles” y ya el plan y las acciones incluidas en el mismo dieron inicio.
¿Cultura del espectáculo?
Finalmente, y en otro orden de cosas, causa sorpresa que el señor comentarista emita un criterio desfavorable sobre la Modernización de la Refinería Costarricense, un proyecto que aún se encuentra en fase de pre-factibilidad. En este estudio preliminar del que participaron ingenieros petroleros y químicos de experiencia internacional, se calcula una tasa interna de retorno que excede un 19%, pero no señala el columnista que solo se ha concluido la etapa de pre-factibilidad y no se puede aprobar o rechazar el proyecto hasta concluir la fase de factibilidad y de ingeniería de detalle, por tanto hoy su condena del proyecto es futurología, no información objetiva. Más aún lo invito a que participe de los talleres en los cuales se está consultando a la ciudadanía y a los expertos nacionales que han expresado dudas o críticas sobre el proyecto, para informarse y no precipitar su juicio sin conocer los estudios en detalle.
Con su madurez y prestigio profesional es su deber investigar y luego escribir. El país requiere en estos momentos que gente de nuestra edad haga comentarios con fundamento. Nuestra generación tiene el deber de educar a las próximas generaciones y de no dejarnos arrastrar por lo que Mario Vargas Llosa llama la “cultura del espectáculo” y que peca de obtener rating a cualquier costa.