¿Por qué suena tan familiar el plan de Trump para Gaza?

Porque los nazis lo intentaron primero

Eric Kurlander

Gaza

Imaginemos al líder de una superpotencia mundial que anuncia un plan para expulsar a todo un grupo étnico de un territorio que ha habitado durante mucho tiempo. Los Estados vecinos tendrían que poner tierras a disposición de esa superpotencia para reasentar a los desplazados. Los refugiados «tendrían su propia administración en este territorio», pero «no adquirirían… la ciudadanía», ya que cualquier «sentido de la responsabilidad hacia el mundo» prohibiría hacerle «el regalo de un Estado soberano» a un pueblo «que no ha tenido un Estado independiente durante miles de años».

No, el plan que aquí se describe brevemente no es el plan Gaza del presidente Donald Trump, que propone la toma de Gaza por parte de los Estados Unidos y la reubicación masiva de su población palestina. Es el llamado «Plan Madagascar», ideado por la Alemania nazi en 1940 para «reasentar» a los judíos europeos.

Ese plan constituyó la última gran propuesta del Tercer Reich para eliminar a los judíos del Gran Reich Germánico que Adolf Hitler imaginó en su Mein Kampf antes de la «Solución Final»: los fusilamientos indiscriminados de hombres, mujeres y niños judíos en el Frente Oriental, que desembocaron en matanzas masivas en campos de exterminio y cámaras de gas a finales de 1941. En esa historia hay una advertencia: Los planes de reubicación masiva de una población considerada problemática o peligrosa pueden derivar rápidamente en la pérdida de soberanía, de derechos humanos y civiles y, finalmente, en una limpieza étnica.

La idea de crear una «colonia para judíos» en Madagascar, propuesta por primera vez por el antisemita Paul de Lagarde en la década de 1880, ocupó durante mucho tiempo un lugar destacado en los planes para una solución territorial a la «cuestión judía», es decir, la cuestión de si los judíos podían asimilarse a la sociedad en general y, en caso contrario, qué debía hacerse con ellos.

Pero a pesar de los orígenes intolerantes de la idea, la perspectiva de un reasentamiento masivo de judíos en Madagascar, o en otro territorio colonial africano, atraía a personas de ideologías muy diversas, incluidos, además de los antisemitas de derechas y los imperialistas liberales, algunos “territorialistas” judíos que creían que el sionismo era impracticable y que cualquier Estado judío debía establecerse fuera de la tierra de Israel.

Entonces llegó el Tercer Reich.

En 1939, Adolf Eichmann, «experto judío» presente en las SS de Heinrich Himmler, desarrolló el más modesto «Plan Nisko» para crear una «reserva judía» en la Polonia ocupada por Alemania, cerca de Lublin, donde los judíos polacos, checos y austriacos pudieran vivir en una especie de precariedad permanente y apátrida, no muy diferente de las reservas creadas para los nativos norteamericanos a finales del siglo XIX en los Estados Unidos, un punto de referencia frecuente para Hitler, o la actual situación en Gaza.

Cuando resultó inviable el Plan Nisko, Eichmann y Franz Rademacher, jefe de la llamada «Oficina Judía» del Ministerio de Asuntos Exteriores, se embarcaron en la idea, largamente acariciada, de reasentar a los judíos europeos en la colonia francesa de Madagascar. Su plan fue meticulosamente concebido, con estudios climáticos y demográficos detallados, un cálculo preciso del número de barcos y los recursos necesarios, y una revisión exhaustiva de las diversas necesidades financieras y la logística administrativa.

Muchos historiadores sostienen que el Plan Madagascar era, en el mejor de los casos, totalmente fantasioso y, en el peor, un intento apenas velado de asesinar a todos los judíos europeos deportándolos a un clima riguroso donde sin duda morirían de agotamiento. La evidencia que tenemos es más complicada, indica que el Plan Madagascar fue el último esfuerzo serio, si bien enormemente problemático, de resolver la «cuestión judía» de manera no genocida.

Del mismo modo, los utópicos designios de Trump de convertir la Gaza devastada por la guerra en una «riviera» mientras deporta a los palestinos a otros lugares puede que no constituyan invariablemente un velado esfuerzo por cometer genocidio. Pero el potencial de violencia masiva y limpieza étnica es endémico en cualquier esfuerzo de este tipo. Los planes paralelos de «reasentamiento» llevados a cabo por las potencias coloniales entre 1850 y 1950 dieron lugar al asesinato masivo de pueblos indígenas en la Europa ocupada por los nazis, la frontera estadounidense, África y Asia.

En un principio, Trump apenas dio detalles sobre su propuesta de una toma de control de Gaza por parte norteamericana. «Nos haremos cargo», declaró. «Tenemos la oportunidad de hacer algo que podría ser fenomenal». El lunes, llevó las cosas más lejos, afirmando que, de acuerdo con su plan, los casi 2 millones de palestinos reubicados de Gaza «a otros países de interés» no tendrían derecho a regresar a la Franja.

Lo que Trump ignora es que, como respuesta en buena medida a las deportaciones masivas llevadas a cabo por los nazis, la Convención de Ginebra de 1949 define como crimen de guerra «el desplazamiento forzoso o bajo coacción de una población sometida a ocupación militar». Las Naciones Unidas han señalado asimismo que «cualquier desplazamiento forzoso de personas equivaldría a una limpieza étnica».

En una conferencia de prensa celebrada en Copenhague la semana pasada, Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los territorios palestinos ocupados, calificó la propuesta de Trump de «ilegal, inmoral y completamente irresponsable.»

«Es una incitación a llevar a cabo desplazamientos forzosos, lo cual es un crimen internacional», afirmó.

Lo que hace que el plan de Trump sea más preocupante es que se hace eco de los llamamientos realizados durante mucho tiempo por muchos políticos israelíes de extrema derecha y parece contar con un amplio apoyo de la opinión pública israelí. El primer ministro, Benjamin Netanyahu, ha celebrado públicamente los planes de reasentamiento de Trump, y su ministro de Defensa, Israel Katz, no tardó en ordenar a las Fuerzas de Defensa de Israel que iniciaran los preparativos para aplicar el plan.

En la medida en que el esfuerzo por privar a los gazatíes de su tierra y soberanía «reasentándolos» en otro lugar se concibió como una especie de solución del siglo XXI a la «cuestión palestina», surge de la misma raigambre histórica que el Plan Madagascar. Reconocer esta raigambre histórica podría animar a todas las partes, incluida la administración Trump, a abandonar tales cavilaciones y volver a comprometerse con la creación de un Estado palestino soberano, que incluya Gaza y Cisjordania.

Eric Kurlander es catedrático de Historia William R. Kenan Jr. y Director de Estudios Judíos en la Universidad Stetson (Florida). Se graduó en el Bowdoin College (Maine), doctorándose en la Universidad de Harvard. Entre sus libros más recientes figuran “Modern Germany: A Global History” (Oxford University Press, 2023) y “Hitler’s Monsters: A Supernatural History of the Third Reich” (Yale University Press, 2018). Actualmente trabaja en un libro titulado “Before the ‘Final Solution.’ A Global History of the Nazi ‘Jewish Question,’ 1919-1941”.

Fuente: Forward

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