Iftekhar Ahmed, University of Newcastle
El número de víctimas mortales tras el reciente terremoto en Afganistán sigue aumentando. Las autoridades sanitarias lideradas por los talibanes afirman ahora que al menos 800 personas han perdido la vida y 2 000 han resultado heridas.
El terremoto se produjo poco antes de la medianoche del domingo en una región montañosa cerca de la ciudad de Jalalabad, junto a la frontera oriental con Pakistán. Tuvo una magnitud relativamente baja, de 6,0. Sin embargo, su epicentro fue poco profundo, a 8 kilómetros bajo tierra, lo que provocó fuertes sacudidas en la superficie y una serie de réplicas.
La mayoría de las víctimas dormía en sus casas en el momento del terremoto y quedó sepultada por el derrumbe de los edificios. Debido a la lejanía de las zonas afectadas y al bloqueo de las redes de carreteras por los deslizamientos de tierra provocados por el terremoto, es posible que se tarde mucho tiempo en conocer el número exacto de fallecidos.
Una región propensa a los terremotos
Las montañas del Himalaya y el Hindu Kush, y sus estribaciones, donde se encuentra la zona afectada en Afganistán, son sísmicamente activas debido a la fricción continua entre las placas tectónicas euroasiática e india.
Esto ha provocado algunos de los terremotos más devastadores de la región, como el de Gorkha de 2015 en Nepal y el de Cachemira de 2005 en Pakistán.
Afganistán también sufre una buena cantidad de seísmos, especialmente en la región actualmente afectada. En octubre de 2023, un terremoto mató a más de 1 500 personas. El año anterior, más de mil personas murieron a causa de otro de estos eventos.
El terremoto de 2011 en Christchurch, Nueva Zelanda, fue de una magnitud similar y se produjo a una profundidad menor que el más reciente en Afganistán. Sin embargo, a pesar de que afectó a una ciudad densamente poblada, solo murieron 185 personas.
Los cientos de fallecidos en aldeas rurales dispersas de Afganistán presentan un marcado contraste.
Los terremotos no matan a las personas, los edificios sí
Una frase muy citada, “los terremotos no matan a las personas, los edificios sí”, ayuda a comprender los factores que contribuyen al elevado número de víctimas mortales causado por este terremoto y otros anteriores en Afganistán.
Las comunidades rurales no pueden permitirse materiales de construcción resistentes y manufacturados. Por ello, construyen sus viviendas con materiales naturales disponibles en la zona, como tierra, piedra y madera en bruto.
Estos edificios no siguen los diseños de ingeniería, los códigos de construcción ni las normas profesionales formales que evitan que se produzcan daños sustanciales en los países más ricos.
Una forma típica de construcción en las zonas rurales afganas son las paredes hechas de ladrillos de barro o mampostería de piedra. Esto se conoce como construcción “monolítica”.
Este tipo de edificación no es capaz de resistir los fuertes movimientos laterales causados por un terremoto. Como resultado, los edificios se derrumban fácilmente y aplastan a las personas. Informes de aparición de escombros donde antes había edificios están surgiendo ampliamente en Afganistán, como también ocurrió en seísmos anteriores.
Un detonante para el cambio en el diseño
Los ejemplos de otros países de la región demuestran que se puede lograr un mejor nivel de diseño de edificios resistentes a los terremotos en condiciones socioeconómicas similares.
Después del seísmo de Cachemira de 2005 en Pakistán, el Gobierno creó la Autoridad para la Reconstrucción y Rehabilitación tras el Terremoto, que ayudó a las personas afectadas a construir viviendas más seguras mediante un programa comunitario respaldado por orientación técnica.
En Nepal, tras los terremotos de Gorkha de 2015, el Gobierno estableció las normas mínimas de su Código Nacional de Construcción, que permiten que las reglas generales cumplan con un nivel básico de resistencia a los terremotos.
Hace más de 25 años, el ingeniero indio Anand Arya, pionero en su enfoque para reducir el riesgo sísmico en edificios “no diseñados”, incorporó la suma de bandas continuas en las paredes y refuerzos en las esquinas de un edificio y a lo largo de puertas y ventanas, lo que puede proporcionar resistencia a los edificios tradicionales de mampostería.
Estos ejemplos demuestran que no siempre se necesita mucho dinero para mejorar la resistencia a los terremotos. Un cierto grado de apoyo técnico e institucional puede lograr la seguridad de manera rentable.
Es cierto que estos edificios no estarían totalmente a prueba de terremotos. Sin embargo, seguirían aportando un nivel de resistencia que podría reducir los daños y, lo que es más importante, salvar vidas.
Cabe esperar que el seísmo afgano sea el detonante de una iniciativa de este tipo en el país, de modo que un proceso de “reconstrucción mejorada” pueda ayudar a las comunidades afectadas a ser más resilientes ante futuros movimientos de tierra.
Iftekhar Ahmed, Associate Professor in Construction Management/Disaster Resilience, University of Newcastle
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.