Una reflexión en el Dakota 72, de Central Park West, y en el Edificio Brown, en Washington Place, en Manhattan, Nueva York
Caryl Alonso Jiménez
Pero esa ciudad no solamente es eso. No son solo ambiciones, poder, deseo y codicia; sino todo aquel fondo de emociones cotidianas de hombres y mujeres, migrantes y ciudadanos que caminan en curiosas miradas que ven sin mirar…
Repasar sus calles, avenidas, cafés, después de aquella primera vez hace ya veinticinco años… ahora tiene ese encanto, de estar allí y no sentir envidia, sin vanidad, solo de ser apenas un profesor universitario en una esquina marginal de mi país…
Nueva York para algunos fueron sus luces, para otros, relatos de historias románticas que encienden aquellas velas que delatan miradas pérdidas y suspiros vaporosos. Pero también de esas mundanas y crueles historias del bajo mundo, que Francis Coppola pudo retratar en el Padrino. Y, Martin Scorsese, en el Lobo de Wall Street. Historias que anidaron crueldades finas escondidas en los pasillos perversos de la mente humana.
Pero es en el arte de la cinematografía donde el retrato queda para la posteridad, con s excepcionales novelistas, guionistas directores y productores, que tuvieron la brillante traducción de la realidad y ficción, para fijarla en su apoteosis, aquellas pasiones humanas convertidas en la nostalgia, y que resguarda otras historias en cofres de la memoria sin fecha de caducidad. Son cintas que tienen en cada esquina, en cada parque, en cada plaza y seguramente en callejones, una razón de la existencia humana que resulta tan pasajera como un café.
En esa ciudad al parecer esta la síntesis de la condición humana… que ha podido construir gigantescas cruzadas que fueron capaces de mover, proponer, y conmover pensamiento, sueños e ideales, y que por extraño que parezca, por alguna razón todo el genoma de las motivaciones humanas tienen allí un punto de partida, donde curiosamente comienzan y terminan los caminos.
Una caminata por Manhattan tiene esas pequeñas sensaciones de repasar historias de aquellos hombres y mujeres que ambicionaron más allá de la acumulación de la bolsa de valores, razones para una humanidad y un ambiente más cercano a la vida, esa sensación casi extinguida hoy por el sistema economico por la paz y realización humana, ¡plenitud…! que por cierto ya nadie sabe qué significa y que se siente.
Justo allí encontré dos historias intensas en su retrato histórico y cada una con extraordinarias extensiones de aquellos hombres y mujeres dotados de excepcionales sentidos por los valores humanos.
Resulta que en un breve paseo cerca del Washington Place, escuché un relato dramático. Una colega me preguntó, -¿Qué sientes al disfrutar los domingos? ¿Sabes a quién se debe? Es a Frances Perkins, quien vio morir quemadas a 146 mujeres jóvenes que caían del 10º nivel del edificio Asch (hoy edificio Brown), el 25 de marzo de 1911. Una tragedia que marcó las transformaciones y los derechos laborales de las mujeres (y hombres) y las reglas en las fábricas de esta ciudad, que luego fueron adoptadas a todo el mundo. Y que se recuerda todos los 8 de marzo en el día internacional de la mujer.
Y en la otra, frente al Parque Central, en el Dakota 72, recordé a John Lennon, y curiosamente coincidió con el 45 aniversario de su muerte un 8 de diciembre de 1980, a manos de aquella mente que escondía la violencia y el portento de la eliminación, como lo hizo el 8 de diciembre, Mark Chapman.
La insensatez siempre niega aquello que es capaz de extender y penetrar en las conciencias… Insensatez que elimina ideas y esperanzas que se anidan en la imaginación con escenarios nuevos o alternativos. Justo como los que se imaginó y construyó Frances Perkins, sin más compromiso que la dignidad humana. Hoy en día, todas las fábricas e industrias, comercios, sistemas productivos y comerciales deben regirse en Nueva York por estrictas reglas de cumplimiento a los derechos laborales.
Insensatez también que eliminó uno de los más extraordinarios músicos de los años setenta: John Lennon. Seguramente Chapman, enredado en los atajos mentales de la eliminación, porque así es como ellos resuelven las disputas de las ideas… seguro, nunca logrará comprender que la música tiene la virtud de intensificar emociones hasta la cúspide. John Lennon marcó la generación de la juventud de los años setenta y ochenta, queríamos ser soñadores románticos y sin importar ser poetas de infortunios.
Hoy algunos encontramos en la música la virtud capaz de encender emociones, sueños e ideales, o sentir paz… Imaginar con música es histórico, desde las citaras que enternecían al Rey David, hasta las emociones que hace apenas cinco días fue capaz de mover el más alto trono global, con la melodía de la YMCA, del Village People…
Alguna vez Melanie Klein (1882-1960), psicoanalista y creadora de la teoría del funcionamiento psíquico dijo que, “quien come del fruto del conocimiento, es expulsado de algún paraíso…”. Y sí, eso seguirá pasando a las Perkins y los Lennon de hoy…
En Nueva York, en una tarde cualquiera bajo la gélida brisa, y arropado por un mundo que no terminará hoy, y no seamos ingenuos, tampoco mañana. Soñar, resulta ser el último refugio de la intimidad, que nos anima cada día a seguir adelante, “pase lo que pase…”. Hoy, en la soledad de esta ciudad escuchó “Imagine”, y Lennon extiende a 45 años de su partida aquella hermosa sentencia, “Eres un soñador, pero no el único…”.
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