Pequeñas historias parlamentarias

Política entre bastidores

Manuel Carballo Quintana

Manuel Carballo

Esta vez me referiré a pequeños hechos en la Asamblea Legislativa. No serán los grandes logros del Congreso, sino detalles de las relaciones humanas en el primer poder de la República.

En 1958, en el traspaso de poderes de don Mario Echandi, conocí a don José Figueres y a don Francisco J. Orlich, mejor dicho, los saludé por primera vez. Desde ese momento quedé atrapado en la costumbre de dar seguimiento al movimiento de la política y en particular al acontecer parlamentario. Era yo un estudiante de tercer año de secundaria. Una de mis aficiones era acudir, después de clases, a las barras de la Asamblea Legislativa, en el viejo edificio de La Artillería, donde hoy está ubicado el Banco Central. Me deleitaba escuchar las intervenciones y discursos parlamentarios, máxime con la pléyade de políticos que fungían como diputados del período 1958-1962. Veamos: Daniel Oduber, Luis Alberto Monge Fernando Volio, José Rafael Cordero Croceri, Marcial Aguiluz, Hernán Garrón, Alfonso Carro, Frank Marshall, Alejandro Morera Soto. En esa Asamblea fueron electos diputados, aunque nunca ejercieron su cargo ni se presentaron siquiera a la sede legislativa, el Dr. Calderón Guardia, su hermano Francisco y don Otilio Ulate.

Destacaron como oradores de altura, impartiendo verdaderas conferencias, los diputados Daniel Oduber, Luis Alberto Monge, Alfonso Carro y Enrique Obregón Valverde. Cada intervención de ellos eran cátedras para nunca olvidar. Hubo dos discursos memorables de don Enrique, uno defendiendo a los trabajadores bananeros en huelga; otro de crítica mordaz a la Organización de Estados Americanos (OEA): “Seamos claros en lo que significan esas siglas de OEA, no puede ser otra cosa que Olvidemos Este Asunto”. Recuerdo algo que nunca más se registró en la Asamblea Legislativa, y es que en esos dos discursos los diputados en pleno se levantaron a aplaudir vigorosamente a don Enrique Obregón.

En la Asamblea de 1962-1966, sobresalieron don Alberto F. Cañas, don Rafael París Steffens, Rodolfo Solano Orfila, Luis Castro Hernández y Fernando Ortuño Sobrado, todos oradores sobresalientes. Más o menos a mediados del periodo, se dio un simpático intercambio de palabras en el plenario entre don Fernando Ortuño y el diputado por San Ramón don Deseado Barboza. En el debate, para rebatir un argumento de don Deseado, don Fernando Ortuño Sobrado le manifestó a manera de chanza : “Me parecen graciosas las palabras del diputado con ese nombre de Deseado, será en realidad deseado?”. A ello el diputado Barboza le respondió: “Prefiero ser deseado que no sobrado”. La reacción del resto de los diputados fue de risas y sonrisas.

En ese periodo legislativo sucedió algo realmente gracioso. Ya en campaña electoral entre don José Joaquín Trejos y don Daniel Oduber, el diputado Luis Castro Hernández, del Partido Liberación Nacional, en uno de sus discursos de barricada, echó mano a una frase de la Segunda Proclama de Santa María de Dota de 1948. La Proclama reza: “…Contra la mala fe tenemos balas y contra la incomprensión tenemos razones”. Pero don Luis tuvo un desliz que lo llevó a expresar enérgicamente: “Contra la mala fe tenemos razones y contra la incomprensión tenemos balas”. La sorpresa fue mayúscula, pero creo que el diputado Castro Hernández no se dio cuenta en ese momento de lo que dijo.

La siguiente legislatura fue una de grandes batallas parlamentarias. De 1966 a 1970 se debatieron proyectos trascendentales y de gran impacto mediático: la creación del impuesto sobre las ventas, la privatización de la banca nacionalizada, el contrato del Estado con ALCOA. Descollaron como diputados y oradores profundos Rodrigo Carazo Odio, Fernando Volio Jiménez, José Luis Molina Quesada, Armando Aráuz Aguilar, Carlos Manuel Vicente Castro, Hernán Garrón Salazar, Jorge Luis Villanueva Badilla y Fernando Trejos Escalante, entre otros. El más enardecido, de verbo encendido, combativo y orador de primera línea fue don Jorge Luis Villanueva.

De gran capacidad académica y política, el diputado Villanueva llevó la voz cantante en contra del proyecto del gobierno de Trejos tendiente a privatizar la banca estatal. Hubo acalorados debates y al final la Asamblea rechazó el proyecto de privatización. Después de la votación nominal, el diputado gobiernista don Pedro Ferrandino, visiblemente resentido, arremetió contra don Jorge Luis, cerrando con una cita del escritor José Zorrilla en su obra de teatro Don Juan Tenorio. Esto dijo el diputado Ferrandino:

“Don Jorge Luis, usted es igual a ese personaje que se auto-describió:

Por donde quiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí…
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.”

La respuesta vino inmediata, el diputado Villanueva Badilla solicitó la palabra y con gran conocimiento literario e ingeniosidad le respondió, refiriéndose a la estocada final a la privatización de la Banca:

No os podéis quejar de mí,
vosotros a quienes maté,
si buena vida os quité,
mejor sepultura os dí.

Después vino la legislatura de 1970 a 1974, de la cual formé parte durante la Administración de don José Figueres Ferrer. Fue una Asamblea Legislativa muy sólida, muy seria y muy responsable de los diputados del PLN y Unificación Nacional. En su integración destacaron don Manuel Mora Valverde, Daniel Oduber, Luis Alberto Monge, Rolando Laclé Castro, Rafael París Steffens, Francisco Morales Hernández, Ángel Edmundo Solano Calderón, Longino Soto Pacheco y Marcial Aguiluz Orellana.

Sólo deseo señalar una experiencia personal en ese periodo. Antes debo explicar que en la precampaña de 1970, se hablaba -y se hizo realidad-, de un pacto entre don Pepe y Frank Marshall, en el que Unión Cívico Revolucionaria apoyaría a Liberación en la elección presidencial. La Juventud Liberacionista se opuso fuertemente a dicho pacto, pidiéndole a don Pepe que no se uniera con quien estaba condenado como contrabandista (la Asamblea Legislativa de entonces le había levantado la inmunidad y la Fuerza Pública acudió al Congreso y lo llevó a prisión: fue condenado por el contrabando de Chomes). De nada valió los pronunciamientos que emitió Juventud, el pacto se mantuvo.

Cuando llegué a la Asamblea como parte de esa Fracción del periodo 70-74, Frank Marshall interpuso una denuncia penal contra mí por difamación. Apenas me dí cuenta de la acusación, renuncié a mi inmunidad. El juicio siguió su curso y al final fui sobreseído y asunto terminado. Pero me metió un sustillo. Cuando comenzó el juicio, el diputado Oscar Saborío (Unión Cívico Revolucionaria) me manifestó: “¡Qué tirada! Así es Frank, él nunca perdona”.

Una última observación, para agradecer a Dios: de los 30 congresistas de la Fracción de Liberación Nacional de la legislatura en referencia, aún sobrevivimos Francisco Morales Hernández, Angel Edmundo Solano Calderón y este servidor.

No quiero aburrir más con estas historias. Me parece que son incidentes y episodios simpáticos que muy pocos conocen o recuerdan, pero que vale la pena traerlos a la memoria.

De las legislaturas del 74 en adelante, corresponde a sus protagonistas narrar los grandes y pequeños pasos de compañeros y amigos tan apreciados.

Estos apuntes no tienen ninguna pretensión literaria; son la narración coloquial de vivencias personales y simples hechos reales poco conocidos que vale la pena recordar.

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