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Carlos Revilla Maroto
El pueblo esta a unos 90 minutos al noroeste de Denver y se encuentra a una altitud aproximada de 2 293 metros. Su posición la convierte en la puerta oriental al parque nacional, y la define como un destino turístico de montaña durante todo el año. Se desarrolló alrededor de un valle natural —lo que en inglés se denomina un “park” (pradera de montaña)— rodeado de bosque de coníferas y caducifolias, y del río Big Thompson. Fue nombrada en honor de Joel Estes, que arribó al área en 1859 y estableció la base de lo que luego sería la comunidad.
A finales del siglo XIX y principios del XX, con la llegada del ferrocarril, del turismo de montaña y de personas de clase acomodada, Estes Park se convirtió en un destino de “resort” de montaña. Por ejemplo, el empresario F. O. Stanley, famoso por su compañía Stanley Steamer de automóviles, construyó el icónico The Stanley Hotel en 1909, que aún hoy es parte de la identidad turística de la ciudad.
Estes Park está enclavada en la estribación de la Cordillera Frontal de las Montañas Rocosas (“Front Range”). Desde el centro de la ciudad se tienen vistas espectaculares de picos montañosos, bosques y una fauna abundante. Por ejemplo, el lago Lake Estes, cuyo espejo de agua se encuentra a las afueras de la ciudad, es un punto popular para actividades al aire libre. Además, el río Big Thompson circula por la zona, y la infraestructura de recursos hídricos también ha tenido papel en la evolución de la ciudad, como con la presa Olympus Dam, construida entre 1947 y 1949.
Una de las grandes fortalezas de Estes Park es su combinación de naturaleza y ciudad accesible. Desde la ciudad puedes acceder directamente a parques, lagos, rutas de senderismo, fauna y el parque nacional. Recorrer el centro de la ciudad la ciudad con sus tiendas, galerías de arte, restaurantes y la calle principal cercana al río y al “Riverwalk” es toda una experiencia.
Su altitud (~2 300 m), es un punto a tomar en cuenta, por los efectos de la altura, ya que puede haber mayor cansancio, menor rendimiento físico e incluso mal de montaña si no se aclimata, pero seguramente como veníamos de la ciudad de México, no nos afectó la altura. Además, otro punto a considerar son las condiciones meteorológicas que pueden cambiar rápidamente en montaña.
De Estes Park se parte hacia rutas de montaña, lagos de alta altitud y senderos espectaculares del parque, que es uno de los tesoros naturales más impresionantes de Estados Unidos. Fundado en 1915, abarca más de 1 075 km2 de paisajes majestuosos que van desde valles boscosos hasta picos nevados que superan los 4,000 metros de altitud. Precisamente, la altitud es el sello distintivo del parque. Más de un tercio de su superficie se encuentra por encima de los 3 500 metros, lo que lo convierte en un santuario para especies que han aprendido a sobrevivir en condiciones extremas. Aquí habitan alces, ciervos, osos negros, borregos cimarrones y hasta el sigiloso puma. Además, más de 280 especies de aves, como el águila real o el cascanueces americano, sobrevuelan sus cielos.
La vegetación cambia con la altura, desde praderas alpinas llenas de flores silvestres en verano hasta bosques de pinos y abetos que ofrecen refugio a la fauna durante los duros inviernos. En lo más alto, por encima de la línea de árboles, solo sobreviven líquenes y pequeños arbustos resistentes al frío y al viento.
Uno de los mayores atractivos del parque es la Trail Ridge Road, una carretera escénica que alcanza los 3,713 metros de altitud, considerada la más alta de Estados Unidos en su tipo. Durante el recorrido, los visitantes atraviesan diferentes ecosistemas en pocos kilómetros, con vistas panorámicas que dejan sin aliento. Sin embargo, solo está abierta de finales de mayo a octubre, ya que la nieve bloquea el paso en los meses invernales.
El parque es un paraíso para los amantes del aire libre. Cuenta con más de 560 kilómetros de senderos que invitan a recorrer lagos glaciares, cascadas y cumbres. Los excursionistas más experimentados suelen retarse con la ascensión al Longs Peak, el pico más emblemático del parque, de 4,346 metros.
En verano, las caminatas y la observación de fauna son las actividades favoritas, mientras que en invierno predominan las raquetas de nieve y el esquí de travesía. El camping también tiene gran tradición, con campamentos que permiten vivir la experiencia de pasar la noche bajo un cielo estrellado que, gracias a la altitud y el aire puro, ofrece uno de los espectáculos más nítidos de Norteamérica.
El parque no solo es un destino turístico —recibe más de 4 millones de visitantes al año—, sino también un espacio protegido clave para la conservación de ecosistemas de alta montaña. El cambio climático representa un desafío creciente: el retroceso de los glaciares y la reducción de la capa de nieve afectan tanto a la fauna como a la disponibilidad de agua en la región.
Por ser muchas las imágenes hice una galería en Facebook con la mayoría en alt resolución, tanto de Estes Park como del parque, aunque comparto unas para localmente.
En el anexo escribo sobre la gran inundación de 1982 que fue una tragedia para el pueblo de Estes Park.
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Anexo
La tragedia de Lawn Lake
La gran inundación de 1982
El 15 de julio de 1982, el Parque Nacional de las Montañas Rocosas en Colorado fue escenario de una de las peores tragedias naturales en su historia: la ruptura de la presa de Lawn Lake y la posterior inundación que arrasó con parte del valle de Estes Park.
Lawn Lake era un lago glaciar situado a más de 3 300 metros de altura, contenido desde 1903 por una pequeña represa de tierra y piedra construida para almacenar agua destinada al riego agrícola en las tierras bajas. Con el paso de los años, el mantenimiento de la presa fue mínimo, casi inexistente, a pesar de estar dentro de un parque nacional que recibía millones de visitantes.
En la madrugada del 15 de julio de 1982, la presa cedió. Aproximadamente 674 millones de litros de agua se precipitaron montaña abajo en cuestión de horas. La avalancha de agua, lodo y rocas descendió a gran velocidad por el Roaring River, arrancando árboles, destruyendo puentes y campamentos, y dejando un sendero de devastación de más de 10 kilómetros.
El flujo alcanzó el lago Horseshoe, cuya pequeña represa también fue destruida, aumentando aún más la fuerza del torrente. Finalmente, el agua llegó a Estes Park, la localidad turística a las puertas del parque, inundando el centro de la ciudad con más de 2 metros de agua y lodo.
El desastre dejó un saldo de 3 personas fallecidas y daños materiales millonarios. El paisaje del Roaring River quedó marcado para siempre: aún hoy puede observarse la enorme cicatriz en la montaña donde el agua arrasó con todo a su paso.
En Estes Park, hoteles, comercios y viviendas quedaron bajo el agua, lo que provocó un fuerte golpe a la economía local, altamente dependiente del turismo.
La tragedia puso en evidencia la vulnerabilidad de muchas represas antiguas en Estados Unidos, especialmente aquellas olvidadas en zonas de alta montaña. Tras la inundación, se intensificaron los programas de inspección y seguridad de presas en todo el país.
En el propio parque, se removieron otras represas obsoletas, como la de Pear Reservoir, para evitar que algo similar volviera a ocurrir. Lawn Lake, el lago original, permanece hasta hoy, pero sin represa: volvió a su estado natural, aunque reducido en tamaño.
Quienes hoy visitan el Parque Nacional de las Montañas Rocosas pueden caminar por el sendero del Roaring River y observar la cicatriz de roca desnuda que recuerda el poder de aquella inundación. Es un recordatorio visible de cómo una obra humana, mal mantenida, puede desencadenar un desastre en medio de la majestuosidad natural.
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