El Parque Bolívar

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

En esta oportunidad voy a escribir sobre el Parque Bolívar, cuyo nombre oficial es “Parque Zoológico y Jardín Botánico Nacional Simón Bolívar”, que acaba de cumplir el año pasado 100 años de fundado. No me imaginé que esto terminara siendo tan grande; con descripciones de toda la flora y fauna, mapas históricos, más de 100 imágenes, etc. También hablo un poco del río Torres y junto a todo esto, mis recuerdos, ya que viví muchos años “arriba de la jaula del león” (cuando había) escuchando sus rugidos, en otras palabras en el sector este del parque, en Barrio Otoya, muy cerca del zoológico.

Esta semana tenía un tiempo libre cerca de ahí, entre reuniones, y decidí visitar el parque. No tienen idea como me empezaron a llegar los recuerdos. Chiquillo yo pasaba metido ahí, no cobraban y se podía ingresar por tres lugares diferentes, una entrada incluso estaba como a 100 m de mi casa, y la otra como a 200 m, que ya casi no pueden verse, por el paso del tiempo. El ingreso actual por Barrio Amón, no existía, lo estaban construyendo con castillo y todo —que ya no está por cierto—. Esto de las entradas es interesante, existió una, la principal, que está al final de la calle 11, 200 m al norte del edificio del INS o de la Casa Amarilla, en el ahora llamado “Paseo de la República Argentina”. Por ahí se ingresó por mucho tiempo; ésta entrada, aunque clausurada hace ya muchos años, se restauró a su original belleza, y realza el entorno de ese sector de Barrio Otoya. Al final de los años 50 del siglo pasado el río Torres fue desviado de su cauce original, discurría en ese sector haciendo una especie de lengüeta hacia el sur, como se puede observar en dos mapas de 1906 y 1956, y permitió entonces la construcción de la entrada por Amón. Por cierto, si quieren ver los mapas completos, lo pueden hacer aquí.

Era increíble, en verano íbamos al Torres a pescar barbudos (aunque no lo crean) y a capturar guppies, metiéndonos por el parque, salíamos por el río a Barrio Amón, ahí por el puente a San Francisco en Tournón. Ir a tirarle maní a los monos, era todo un acontecimiento, recuerdo que los vendían en unas bolsas de papel bien cerradas. Las culebras metían miedo de solo verlas en el gran foso donde estaban. Pasar por todos los rincones del parque, los caminos internos medio escondidos, y tantas otras cosas de esas que a uno le gustaba hacer, que eran toda una aventura. Uno no se cansaba.

En la actualidad, el parque está administrado por Fundazoo, que le tiene una página de Facebook al parque. La Fundación también administra el Centro de Conservación de Santa Ana, que era el lugar donde se pensaba trasladar en algún momento al zoológico. Tengo entendido que apenas termine el convenio de administración con Fundazoo, pasará a ser solo jardín botánico. La entrada vale ₡2.700 para los mayores de 12 años (los niños y adultos mayores pagan ₡2.000), y los fines de semana pasa repleto, por eso creo defendieron tanto que el León Kibu se quedara, pues perdieron mucha parte del atractivo. Se vio que les dolió mucho (₡) que al final se lo llevaran para La Garita.

La colaboración entre la empresa privada y el parque es muy notoria, varias empresas del país se han hecho cargo de diferentes secciones o apadrinan animales. Por ejemplo H. B. Fuller de la construcción del área de descanso y “pic nic” cerca de la entrada del parque, y el Abastecedor el Comisariato de Cartago es el Padrino Oficial de la Lechuza de Campanario.

Casi desde sus inicios existió un busto de Simón Bolívar en bronce, del escultor Luis Llach, inaugurado el 9 de diciembre de 1924, con una placa que solo dice «A BOLIVAR». Hace unos años, el 5 de diciembre del 2010, se inauguró La Plaza Bicentenaria, donde se colocó el busto. Ésta pequeña plaza en la entrada del parque, fue donada por la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela, y conmemora el aniversario de los doscientos años de la Revolución del 19 de abril de 1810, liderada por el libertador, que marcó el inicio de la lucha por la independencia del dominio español en Venezuela.

Curiosamente, hasta hace poco había un pequeño obelisco dedicado a Alberto M. Brenes, primer botánico nacional, que parece que ya no está, por lo menos en esta última visita no pude encontrarlo. Puede ser, por lo que parece unas remodelaciones que están haciendo en la parte central del parque, donde estaba, que lo hayan quitado, espero solo provisionalmente.

Mención especial merece el río Torres, que es el límite natural que recorre todo el sector norte del parque. El río nos acompaña por una parte de la visita, pero casi solo se escucha, y cuesta verlo por la gran cantidad de vegetación, de hecho hay que esforzarse bastante para lograr observarlo. Supuestamente ese sector del río está en proceso de obtención de la Bandera Azul Ecológica en la categoría de Microcuencas Urbanas, pero la verdad no se como la irán a hacer, dado que está bastante contaminado, con el nivel de oxigeno en el agua muy bajo como para sostener algún tipo de vida, y de lo poco que pude observar, sigue muy sucio y con basura. Tamaña tarea les espera.

De especies animales, hay cocodrilos, tortugas; aves rapaces como águilas, halcones, gavilanes, búhos y lechuzas; monos, ranas, peces y otros mamíferos y reptiles. En detalle: Cocodrilo (Crocodylus acatus), Mono araña o colorado (Ateles geoffroyi), Pava o Pava crestada (Penelope purpuracens), Mono Carablanca (Cebus capucinus), Grisón (Galictis vittata), Pizote (Nasua narica), Lora Nuca amarilla (Amazona auropalliata), Karpa Koi (Cyprinus carpio), Lechuza Café, Pavón o Pava granadera (Crax rubra), Halcón cuelliblanco (Falco rufigularis), Tucancillo collarejo (Pteroglossus torquatus), Pava negra (Chamaepetes unicolor), Chachalaca (Ortalis cinereiceps), Martilla (Potos flavus), Zorra gris (Urocyon cinereoargenteus), Perico Frentirrojo (Pisittacara finschi), Curre negro (Ramphastos ambiguus), Cuatro ojos (Glaucidium brasilanium), Estúcuru o Sorococa (Megascops choliba), Lapa Verde (Ara ambiguus), Chucuyo (Pionus senilis), Perico Azteco (Eupsittula nana), Loro verde (Amazona farinosa), Loro Frentirojo (Amazonia autumnalis), Jaguar (Panther onca), Mapache (Procyon lotor), Perezoso de dos dedos, Perica (Choloepus hoffmanni), Loro Frentiblanco (Amazona albifrons), y Puercoespín (Coendou mexicanus).

En el pequeño serpentario “Joyas del Bosque Tropical” encontramos: Bocaracá / Oropel (Bothriechis schlegelii), Lora (Bothriechis lateralis), Terciopelo (Bothrops asper), Bóa o Bécker (Boa constrictor), Toboba de altura (Cerrophidion sasai), Toboba gata (Trimorphodon quadruplex), Cascabel (Crotalus simus), Bejuquilla verde (Oxybelis fulgidus), y dos ranas, la Punta de flecha roja (Oophaga pumilio), y la Roja venenosa (Oophaga granulifera), ésta última endémica del Golfo Dulce y alrededores.

En cuanto a la flora tenemos: Guapinol (Hymenaea courbaril), Jícaro, Guacal (Crescentia alata), Jabillo (Hura crepitans), Caoba (Swietenia macrphylla), Bambú (Bambusa vulgaris), Hormigo (Triplaris melaenodendron), Pilón (Hyeronima alcherneoides), Teléfono (Thunbergia erecta), Hormigo (Triplaris melaenonendron), Cedro Amargo (Cedrela odorata), Guanacaste (Enterolobium Cyclocarpum), Cerecillo, Acerola (Malpighia glabra), Guarumo (Cecropia obtusifolia), Cristóbal (Playmiscuim pleiostachyum), Tempisque (Sideroxylon capiri ssp tempisque), Cornizuelo (Acai collinsii), Cocobolo (Dalbergia retusa), Tuicuico (Ardisia revoluta), y Peipute (Pereskia grandifolia ssp).

No sin cierta nostalgia, se pasa por la jaula vacía donde estuvo por casi 20 años el león Kibu, ahora disfrutando de su muy merecida jubilación en una jaula mucho más grande, en La Garita de Alajuela, y lejos de las miradas acuciosas de los visitantes.

El recorrido del parque termina en el ranario “La casa de Anni”, que es parte del programa de conservación de las poblaciones de la especie de galychnis annae que impulsa la Fundación Pro Zoológicos, en conjunto con la Universidad de Costa Rica. Está a la par de un puente, de reciente construcción, sobre la laguna donde ahora están los cocodrilos y las tortugas (separados por una malla). La laguna, no es artificial, como mucha gente creé, es un remanente de por donde pasaba antiguamente el río Torres, antes de ser desviado, como ya apunté. En ese sector por muchos años estuvieron los venados, de los que ya no queda ninguno.

El recorrido de todo el parque se puede hacer en menos de una hora, caminando despacio y observando las jaulas y las fosas. En realidad es un recorrido que se hace rápido.

La idea de crear el Bolívar nació después de una negociación entre la familia Otoya y la municipalidad, para ampliar hacia ese sector la ciudad de San José. Los Otoya cedieron ese terreno para hacer un parque, y el gobierno local se comprometió a comprarles el resto de la tierra y urbanizar el sector. Para detallar, como en otras oportunidades, les transcribo lo que dice al respecto el libro “El patrimonio histórico-arquitectónico y el desarrollo urbano del distrito Carmen” de Gerardo A. Vargas—Carlos Ml. Zamora, publicado por el MCJ en el año 2000.

Gracias a los estudios de Charles Darwin y su teoría del origen de las especies, a finales del siglo XIX se dio en el mundo un desarrollo del pensamiento científico, ligado especialmente a la botánica y la zoología. En Costa Rica los viajes de investigación de naturalistas como Helmuth Polakowsky, Pablo Biolley, Henry Pittier, Karl Bovallius entre otros muchos, despertaron el interés por los estudios y colecciones científicas, que como muestra de conocimiento y sabiduría fueron apoyados por los liberales y culminaron con la creación del Museo Nacional en 1887. Con la finalidad de deleitar y dar a conocer algunas especies animales, en la ciudad de San José ya desde mediados de la década de 1890, encontramos que tanto en los parques Central y Nacional existieron elaboradas jaulas en donde se exhibían aves y otros «raros» animales. También, durante esta época, en varios países de Centro y Suramérica el interés por mostrar especies de los reinos animal y vegetal, se concretó en la creación de parques botánicos y zoológicos. No obstante, la ciudad de San José debió esperar las primeras décadas del siglo XX para contar con un zoológico.

El primer antecedente de la existencia de un parque de este tipo en nuestro país data de 1894, cuando se dispuso crear un pequeño jardín zoológico en forma provisional en el Museo Nacional. La exhibición contaba con unos cuarenta animales encerrados en jaulas, las cuales se ubicaron en el patio central de la institución (antigua Universidad de Santo Tomás) y luego fueron trasladadas a las otras sedes del Museo Nacional (el Laberinto, casona al sur de San José y al antiguo edificio que fuera la primera sede del Liceo de Costa Rica, donde en la actualidad se levanta la Caja Costarricense de Seguro Social). En todos estos sitios las condiciones no fueron las más apropiadas, debido al poco espacio disponible, los inadecuados encierros y el deficiente cuido de los animales. Sin embargo, el zoológico permaneció adscrito al Museo Nacional por muchos años aún cuando la misma institución manifestó en repetidas ocasiones la conveniencia de su traslado a un lugar más amplio.

El espacio en el que posteriormente se creó el parque zoológico para la ciudad de San José, fue adquirido en 1906, cuando Amalia Otoya Ernest y Gabriel Vargas realizaron un convenio con la Municipalidad de San José para la ampliación de la ciudad hacia el sector noreste. Entre los términos del convenio se estableció que la municipalidad realizaría la continuación de varias calles ya existentes y la construcción de un puente sobre el río Torres para dar paso hacia San Francisco de Guadalupe. A cambio, estas personas cederían los terrenos necesarios. Además, como parte del contrato, Amalia Otoya donó 15.433 metros cuadrados y Gabriel Vargas 12.092 metros cuadrados de terrenos situados en las laderas aledañas al río Torres, con el objetivo de que ahí se formara una alameda o parque lo antes posible. Una de las clausulas de la donación estableció que si el Estado faltaba a sus compromisos se obligaba a devolver los terrenos a sus antiguos propietarios. La formación del parque en el sector conocido como Otoya fue un proceso de varios años. Su consolidación se dio el 5 de julio de 1916, cuando por decreto No. 3, del gobierno de Alfredo González Flores (1914-1917), se decidió que

…como un homenaje a la memoria del Libertador Simón Bolívar y en reconocimiento de sus grandes esfuerzos hechos en la obra de la independencia de la América Latina, desígnase con el nombre de Parque Bolívar el que está situado al Noreste de esta ciudad en las inmediaciones del Barrio Otoya. Aún cuando desde 1916 se acordó denominar ese parque con el nombre de Simón Bolívar, no es sino hasta seis años después cuando estuvo terminado y listo para ser abierto al público. Así con fecha 23 de julio de 1921 y mediante acuerdo No. 138, del gobierno de Julio Acosta García (1920-1924), se dispuso que con motivo de celebrarse el día 24 de julio el natalicio del Libertador y en el marco del primer centenario de la Independencia Patria se inaugure el parque con toda la solemnidad del caso. En esa actividad además del discurso de Acosta, resaltaron las vibrantes palabras expresadas por el poeta peruano José Santos Chocano y Rogelio Sotela. El 9 de diciembre de 1924, al conmemorarse el primer centenario de la Batalla de Ayacucho se inauguró el busto en bronce del Libertador Simón Bolívar. La celebración incluyó retreta, desfiles y efusivos discursos.

El 16 de abril de 1925 Teresa Otoya viuda de Cubero, hija menor de Francisco Otoya, eximió al Estado del compromiso adquirido en 1916 entre la Secretaría de Fomento y Amalia Otoya Ernest, por medio del cual estaba obligado a construir el puente sobre el río Torres; siempre y cuando se le indemnizara con 8.000 colones y a cambio ella entregó la escritura de propiedad del lote que le correspondía por el Parque Bolívar.

Durante la segunda administración de Ricardo Jiménez Oreamuno (1924-1928), se dispuso el traslado del zoológico del Museo Nacional al Parque Bolívar. Para ello se encargó al Taller de Obras Públicas la construcción de las primeras jaulas. El museo tuvo a cargo el zoológico hasta el 7 de marzo de 1953, cuando por Ley de la República No. 1542, el cuido y las instalaciones del Parque Bolívar se pusieron bajo la dirección del Ministerio de Agricultura y Ganadería.

Fundazoo se agarra como mono en vendaval, para no aflojar la administración, es comprensible dado el gran negocio que es, no por el lucro, que no está para eso, más bien por los empleos y la venta de servicios derivados. Pero ya sin león, sin danta, sin venados, y sin otros felinos, mantener el zoológico no vale la pena. Coincido con los entendidos, en que lo mejor es convertirlo de una vez por todas en solo un jardín/parque botánico. Además que en pleno siglo XXI, los zoológicos de este tipo, son cosa del pasado y no deberían existir.

Hice un extenso álbum en Google Fotos (157 imágenes) de mi visita, por si quieren verlo.

A continuación una pequeña galería con las imágenes que ilustré el texto:

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Un comentario

  1. Estimado señor Carlos Revilla
    Sitio web Cambio Digital

    Con respecto a la publicación llamada “Parque Bolívar” el pasado 07 de enero, queremos aclarar lo siguiente.

    La Fundación Pro Zoológicos (FUNDAZOO) administra los zoológicos nacionales tras ganar un concurso y se rige por el contrato MIRENEM – FUNDAZOO. FUNDAZOO no cobra por la administración. Los miembros de la Junta Administrativa trabajan Ad Honorem.

    El precio de la entrada, comparado con otras instituciones similares, pero de carácter privado que cobran entre 6000 y 61 mil colones, es asequible a la población (en nuestro caso 2700 colones adultos y 2000 colones niños). Se trata de un monto que apenas cubre las necesidades de la institución y por lo tanto no corresponde a un ánimo de lucro.

    Mag. Eduardo A. Bolaños Vargas
    Departamento de Relaciones Públicas
    FUNDAZOO

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