Objetivo tóxico: inmolar Ucrania para intentar la caída de Putin

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

La indignación producida por el descubrimiento de la masacre de Bucha y otras localidades en torno a Kiev parece estar nutriendo la espiral bélica que conduce hacia la prolongación de la guerra en Ucrania. Este planteamiento confrontativo se alimenta tanto desde el gobierno ucranio, como desde quienes se consideran sus aliados incondicionales en las potencias occidentales.

En el orden interno, la motivación belicista tiene una clara justificación: el legítimo derecho a la autodefensa. Sin embargo, la retorica que acompaña esta motivación puede ser muy desatinada. Por ejemplo, el ministro de exteriores ucranio, Dimytro Kuleba, acaba de decir, para justificar la exigencia de armamento ofensivo, que cuanto mayor sea la recepción de armas pesadas desde los países occidentales mas fácil será evitar masacres como la de Bucha. Se trata de un argumento más que discutible. A menos que se esté confiando en la quimera de que el ejercito de Kiev derrote al de Moscú en el corto plazo. Pero si no se alimenta este deseo improbable, entonces aumentar la dotación de armamento ofensivo de Ucrania sólo conduce a prolongar la guerra, y cuanto mas se prolongue esta, aumenta claramente la probabilidad de nuevos casos como el de Bucha. La reducción de esa probabilidad refiere, por el contrario, a la detención de la guerra cuanto antes. Lo que significa que el apoyo bélico a Ucrania debe de acompañarse de un segundo carril dirigido directamente a una negociación con Moscú para lograr un alto el fuego humanitario inmediato. A ese doble carril es a lo que responde la iniciativa de la ONU que lleva adelante en estos días el representante de Guterres, en sus visitas a Moscú y Kiev.

El pilar externo de la proposición belicista, que se desarrolla en algunos sectores de Washington y Bruselas, ha comenzado a acariciar una idea peligrosa. Habría que fortalecer la defensa ucraniana para que la prolongación de la guerra aumente la posibilidad de que haya reacciones en Moscú que faciliten la caída de Putin. Una estrategia que ha sido considerada como una vía muerta por muchos expertos en seguridad, pero que el aparecimiento de los casos de crímenes de guerra ha comenzado a reavivar en algunos ámbitos belicistas occidentales. La lógica funesta de esta idea está clara: una guerra sucia prolongada acabará por abrir grietas en las élites militares y políticas que hoy apoyan a Putin. Y puede que, en abstracto, esta lógica tenga su fundamento. El problema consiste en que ello contempla el sacrificio de la población ucraniana que sufre la guerra. Usar la prolongación y el incremento de la crudeza de la guerra para intentar la caída de Putin supone en realidad inmolar al pueblo de Ucrania en aras de conseguir un improbable propósito a mediano o largo plazo. En el fondo es una aplicación de la doctrina maquiavélica de que el fin justifica los medios, algo que hoy se considera un planteamiento inmoral.

Frente a esta estrategia inhumana y peligrosa tampoco es opción limitar todos los esfuerzos a una solución basada únicamente en la negociación diplomática (como plantean algunos sectores de la izquierda radical europea). Esta opción restringida también puede contribuir a la prolongación de la guerra y, por tanto, la continuación del sufrimiento de la población ucraniana.

La apuesta más robusta refiere a una estrategia de doble carril: mantener el apoyo defensivo a Ucrania y aumentar las sanciones y las condenas contra Rusia, tanto en el ámbito económico, como en el político y diplomático (como por ejemplo la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, o la organización de una investigación independiente, cautelada por la ONU, sobre los crímenes de guerra), al tiempo que se mantiene el esfuerzo por negociar con Moscú un alto al fuego humanitario inmediato, aunque ello signifique una negociación con Putin. Desde luego, esta apuesta no tiene un éxito garantizado, pero es la que presenta mas probabilidades de detener la guerra cuanto antes.

Si el enfrentamiento armado finalizara en semanas o en meses, evitando que durara años, resultaría la mejor muestra de solidaridad para con la población ucraniana. Aunque para ello hubiera que sacar del panorama, tanto la posibilidad de una victoria aplastante de Rusia, como el improbable triunfo militar del gobierno de Kiev que pudiera expulsar de su territorio al ejército ruso mediante el sólo uso de la fuerza. Hay que poner todo el esfuerzo para lograr que ambas partes acepten un pronto alto el fuego, saludando un final del conflicto en tablas si ello contribuyera a detener la guerra. Poner fin al enfrentamiento bélico debe ser el verdadero objetivo estratégico a perseguir y no continuar jugando con ideas geopolíticas de naturaleza tóxica.

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