Por Yayo Vicente
Hemos estado oyendo que la pandemia del COVID-19 nos obligará a una “nueva normalidad”. ¿De qué se trata? ¿Qué cambiará? ¿Por cuánto tiempo? Todas preguntas pertinentes en esta etapa de zozobra e incertidumbre. La crisis sanitaria nos sacó de golpe y porrazo de nuestra “zona de confort” [1] y nos está obligando a adaptarnos a rutinas distintas y hasta novedosas.Algunos cambios serán necesarios durante un tiempo perentorio, hasta que tengamos a la población vacunada, otros durarán cien años. Con la inmunidad adquirida artificialmente, nadie tendrá que morir en el proceso y rápidamente alcanzaremos la inmunidad de rebaño. Esa ruta de salida se estima estará disponible en unos 4 y hasta 24 meses.
En salud pública podemos dividir las intervenciones, de acuerdo a la necesidad de participación de las personas, veamos:
- POCA o NINGUNA PARTICIPACIÓN, los ejemplos son: proveer agua potable a los hogares y bajar drásticamente las enfermedades de transmisión hídrica, como diarreas y hepatitis A y si le adicionamos flúor, las caries bajan mucho. Pasteurizar la leche y con eso desaparece la brucelosis y la tuberculosis de origen animal. Agregamos vitamina B1 a algunos alimentos y las espinas bífidas desaparecen. Le ponemos yodo a otros, y dejamos de ver los bocios. Vitamina A ciertos alimentos, y la ceguera por su carencia deja de ocurrir. La gente ni se da cuenta de tantos “milagros”, pues no participa activamente.
- MEDIANA PARTICIPACIÓN, ninguna duda que en este grupo encontramos a todas las nosologías inmunoprevenibles. Es solo poner el brazo y quedamos protegidos de cánceres provocados por virus, de paperas, sarampión, influenzas, tétano, y tantas otras. Controles prenatales, reducen de manera importante los problemas alrededor del parto de mujeres y recién nacidos, exámenes tamiz como Papanicolaou, palpación de mamas y testículos, pueden llevarnos a diagnósticos precoces de cánceres y salvar vidas. Lástima que tantos nos sigan los consejos …
- MUCHA PARTICIPACIÓN, es más sencillo conseguirlo en personas con enfermedades crónicas, como diabetes, hipertensión, alergias, son más receptivas y la educación dirigida suele ser dar buenos resultados. Luego vienen las decepciones: los hábitos de higiene, hábitos para vida saludable y todavía más con sobrepeso, tabaquismo, alcoholismo y otras adicciones. En estos casos, si el paciente no pone de su parte, los resultados no serán en ningún caso buenos. El ejemplo más claro, es el control de criaderos de los mosquitos vectores del dengue (fiebre amarilla, chikunguña, Zika y Mayaro), no lo hacemos y es claro que el Aedes aegypti solo existe en las viviendas y alrededores de las personas.
En la “nueva normalidad” el aporte de cada uno es indispensable. Pocas cosas pueden hacer las instituciones y el personal sanitario, si las personas -TODAS- no nos arremangamos y nos ponemos manos a la obra. ¿Cuesta?, indudablemente. Entre más grandes seamos, más cuesta (y entre más grandes más vulnerables). Modificar conductas y actitudes nunca será cosa sencilla.
Los ejemplos son abundantes: lavarse las manos nos es mojarse las manos, debemos restregarlas con jabón por 20-30 segundos, conversar con una distancia de dos metros, no es fácil en una especie gregaria, dejar de “vitrinear” o salir a ver escaparates, es complicado en una sociedad de consumo. ¿Qué me dicen de las caretas, tapabocas o barbijos? Un sencillo artilugio cuyo uso requiere nuevas destrezas.
Bioseguridad
Tal vez una de las concepciones más incómodas de comprender con la bioseguridad, es lo poco permanente de las medidas. Lo que hicimos ayer, no cuenta para hoy, lo que hicimos hace una hora, no se acumula para la siguiente hora. Cada vez empezamos de nuevo. Es como el cepillado de dientes después de cada comida, la de ayer pertenece al ayer, hoy debemos cepillarnos para eliminar restos de alimentos de hoy.
Con la bioseguridad, de cierta forma, todos pareceremos al personaje mitológico griego de Penélope, esposa del héroe Ulises, también llamado Odiseo, quien de noche destejía lo que había tejido de día, mientras esperaba el retorno de su esposo.
Para facilitar la comprensión, pensemos en términos de excremento. Pensando en la caca, debemos lavarnos las manos: antes de comer, antes y después de cuidar a alguien que tenga vómitos o diarrea, antes y después de tratar una cortadura o una herida, después de ir al baño, después de cambiar pañales o limpiar a un niño que haya ido al baño, después de sonarse la nariz, toser o estornudar, después de tocar los excrementos de animales, después de tocar la basura, después de estar en un lugar público y tocar un artículo o una superficie que otras personas también tocan: manijas de las puertas, las mesas, los carritos de los supermercados, las agarraderas de los buses, etcétera.
Pensando en la caca, debemos de lavarnos las manos antes de tocarnos los ojos, la nariz o la boca, porque así es como entran los microbios al cuerpo.
La única forma para evitar una curva exponencial, que colapsaría la respuesta de los hospitales y evitaría abundantes muertes, son las medidas de bioseguridad [2]:
- CUARENTENA de casos y contactos (por orden sanitaria)
- AISLAMIENTO, la burbuja familiar no interactúa con otras burbujas
- DISTANCIAMIENTO SOCIAL, estar a distancia prudente (dos metros) y con mascarilla, cuando se está con otros que no pertenecen a su burbuja.
- HÁBITOS DE ASEO como protocolo de estornudo y tos, desinfección de superficies que tocan muchos, lavado frecuente de manos.
Con esas medidas la tasa de contagio (Ro) se baja. Se baja lo suficiente como para no agotar la capacidad de atención de los hospitales.
El reto es hacer compatibles las medidas de bioseguridad con la necesaria actividad humana, desde la recreación hasta el trabajo. No se vale seguir vivos, para irnos muriendo poco a poco de aburrimiento, soledad y hambre. ¿Hambre?, por supuesto, una economía paralizada genera hambruna.
Esta pandemia no equivale a una guerra. En las guerras el aparato productivo se reorienta para satisfacer todas las necesidades de los soldados que se envían al frente y la batalla. En el caso de la pandemia, la economía se parece más a un velero sin viento. Una situación imposible, que nos pone a la deriva y nos arrebata la esperanza.
El COVID-19 debe ser preocupación de la medicina ocupacional. Evitar el contagio de trabajadores con todos los conocimientos que hemos aprendido y los que seguiremos aprendiendo. Es necesario comprender que la bioseguridad es la “nueva normalidad”.
Cada centro de trabajo, cada comercio, cada sitio de reunión DEBE aplicar medidas de bioseguridad. Los protocolos de bioseguridad serán una nueva responsabilidad del empresario. Medidas rigurosas que eviten que el negocio sea un sitio de diseminación.
No solo proteger al trabajador, también a la clientela. Si a la respuesta empresarial le sumamos la de cada uno de nosotros, podremos seguir con nuestras vidas en una “nueva normalidad”. No lo haremos con cero riesgos, pero si dentro de un margen conveniente y prudente.
Aunque los principios generales y el objetivo de disminuir riesgos, son los mismos, los protocolos sanitarios o de bioseguridad, deben adecuarse a cada circunstancia.
Era pos-covid-19
Aún después de superar la pandemia, algunos de los nuevos hábitos deben perdurar. En la era pos-COVID-19, debemos continuar con el uso de máscaras cuando se está resfriado, el lavado frecuente de manos, utilización de la mano no dominante al tocar superficies contaminadas.
El teletrabajo continuará. Existe un “ganar-ganar” de varias dimensiones. Menos tiempo perdido en traslados, más rato con la familia, menos vehículos en las calles y ahorro de humo. Las empresas ganan con instalaciones más baratas, menos costos fijos, y menos conflictos entre trabajadores.
Retos institucionales con el teletrabajo
El teletrabajo puede aumentar la precariedad laboral y con eso afectarse las contribuciones a la CCSS (IMAS, INA, FODESAF, etcétera) y de impuestos a la renta. Las grandes ventajas del teletrabajo requieren que simultáneamente se evite un deterioro en el campo laboral y en los ingresos fiscales.
El servidor público trabajando a distancia, requiere nuevas formas de supervisión y evaluación. Muchas ya existen y deben irse perfeccionando y mejorando.
La ampliación de la banda de INTERNET será tan importante como lo fueron los caminos y carreteras. Es urgente cerrar la brecha digital en el país y del país con las otras naciones.
Retos con la migración
La migración de la mano de obra agrícola, debe ordenarse y alinearla a la “nueva normalidad”. No se vale cerrar los ojos y continuar indiferentes. El empresario agrícola requiere de esa mano de obra, no solo el grande, también el pequeño y el mediano. La mano de obra no calificada de los países vecinos, consigue un alivio económico para sus familias.
Sin los nobles ngöbes no se recogería buena parte del café de Coto Brus y Los Santos. Sin protocolos sanitarios adecuados, podemos repetir la “guerra biológica” de la conquista y afectar a este pueblo que año tras año viene a colaborar con la cogida de café.
La yuca debe cosecharse a los nueve meses, se recoge y se procesa con peones que son en su mayoría nicaragüenses. En esta crisis sanitaria, hoy aún con protocolos de bioseguridad (caretas, mascarillas, lavamanos con jabón, alcohol gel, distanciamiento, medición de temperatura, etcétera), el temor a las deportaciones pone en riesgo cosechar el trabajo del año.
En fin, se acabó la “zona de confort”, seamos creativos y adaptémonos a la “nueva normalidad” donde los protocolos sanitarios deben diseñarse e implementarse. No hacemos nada con maravillosos protocolos sanitarios, si las personas no incorporamos las nuevas rutinas y aprendemos las nuevas destrezas.
La “nueva normalidad” descansa en la gente, necesita mucha participación social. Comprendamos que cada día empezamos de cero. El eslogan resume una verdad ineludible, “DE ESTA SALIMOS TODOS JUNTOS”. Nunca como antes la solidaridad se vuelve tan estratégica, cuidar al Otro, es cuidarnos a nosotros mismos.
Notas
[1] La zona de confort es un estado mental donde la persona utiliza mecanismos para evitar el miedo y la ansiedad, para lograrlo no asume ningún riesgo. La persona se rodea de certezas, mediante las cuales se siente segura y confortable. Al rodearse de solo lo conocido, todo parece estar bajo control.
[2] La bioseguridad es el conjunto de medidas preventivas que tienen como objetivo proteger la salud y la seguridad del personal, los usuarios y la comunidad, frente a diferentes riesgos producidos por agentes biológicos, físicos, químicos y mecánicos.