Nos la creímos

Circunloquio [*]

La alfabetización es enseñar a escribir, leer y comprender información escrita. Su historia es larga, empieza hace más de 5.000 años, con las civilizaciones sumeria y egipcia que inventaron los primeros sistemas de escritura.

Yayo Vicente

Yayo Vicente

En los tiempos antiguos la escritura y la lectura no eran relevantes, la necesidad de otras aptitudes era prioritaria para pertenecer y ser útil. Escribir y leer estaba limitado a unas pocas personas.

En la América precolombina, las cosas no eran muy diferentes, mayas, aztecas, mixtecos, zapotecas, tenían la escritura más avanzada del continente. La habilidad nunca se generalizó, sabían escribir y leer: sacerdotes, escribas y algunos nobles.

En los Andes centrales los incas no tenían escritura alfabética o pictográfica como en Mesoamérica. Ellos usaban “quipus”, unos registros hechos con cuerdas y nudos que servían para la contabilidad y censos de la administración estatal. Solo los khipu kamayuqkuna, especialistas estatales manejaban los quipus.

En los tiempos antiguos la población indígena americana y de Eurasia no sabía escribir o leer, la escritura y lectura era una habilidad de pocos. Fue en Grecia y Roma clásica que se extendió entre ciudadanos y clases medias, pero aún no era universal. En la Edad Media, los monasterios enseñaron a escribir y leer a futuros religiosos y nada más.

La imprenta de Gutenberg (siglo XV), imprimió la Biblia, que quedó al alcance de todos y propició la Reforma Protestante, que impulsaba que cada creyente leyera el Libro Sagrado. Esto generó escuelas parroquiales y mayor alfabetización.

Entre los siglos XVIII y XIX, muchos países hicieron obligatoria la educación primaria. Esto elevó la alfabetización a niveles nunca vistos. Con la creación de la UNESCO y para impulsar el desarrollo social y económico, se desarrollaron campañas masivas de alfabetización en todo el mundo.

La alfabetización ha pasado de ser un privilegio de unos pocos a convertirse en un derecho universal, fundamental para participar plenamente en la sociedad.

Alfabetización en nuestros 51.179 km2

En Costa Rica, a inicios del siglo XIX pocas personas sabían escribir y leer. Sobresalía Fray Florencio del Castillo, un sacerdote, educador y político, originario de Ujarrás y formado en filosofía, teología y derecho. Él nos representó ante las Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz, que redactaron la Constitución de 1812 (“La Pepa”).

Siendo diputado en las Cortes de Cádiz (1810–1812), Florencio del Castillo presentó y defendió la propuesta para que Costa Rica tuviera una institución de educación superior. Gracias a su gestión, las Cortes emitieron en 1814 la autorización para fundar la Casa de Enseñanza de Santo Tomás, la primera institución educativa de nivel superior en Costa Rica y origen de la UCR.

En el año 1869 se declara la educación primaria gratuita, obligatoria y costeada por el Estado, primer país en el continente y 2 años antes que lo hiciera Inglaterra (Elementary Education Act de 1891).

Hoy el país cuenta con un sistema consolidado y una tasa de alfabetización cercana al 100%.

Saber leer no es saberlo todo

Los eruditos nos dicen que el conocimiento es tan grande, que ninguna persona es capaz de saberlo todo. Según modelos de investigación sobre crecimiento de la información (IBM y Buckminster Fuller), estimaron que antes del siglo XX el conocimiento tardaba siglos en duplicarse, a partir del año 1900, se duplica cada 100 años, ya a mediados del siglo XX, cada 25 años, a partir del año 2000, el volumen total de información del mundo se duplicaba cada 12 a 18 meses, en la era digital e Inteligencia Artificial, en ciertos campos extremadamente dinámicos, los expertos hablan que la información se duplica cada 12 horas.

“Solo sé que no sé nada” es una frase del Sócrates platónico (470-399 a. C.), donde el sabio acepta su propia ignorancia. Carl Sagan (1934–1996) lo reitera: “Podemos acercarnos a la verdad, pero nunca alcanzarla del todo” y con él es necesario distinguir entre leer, pensar y saberlo todo. Porque en cada rincón del saber, existe una inalcanzable verdad y cuando estamos cerca, nos alejamos de todo el conocimiento que existe en otros campos.

A una persona recién graduada y fresquita, le falta la experiencia. Tiene el deber de estudiar todos los días si no quiere quedarse obsoleta, como la nueva información se asemeja a tomar agua con manguera de bombero, termina concentrándose en saber mucho de un poquito y por eso dándole la razón a Sócrates, que su especialización lo conduce a reconocer que del resto sabe muy poco.

Pensar para descartar

Tal vez las campañas de alfabetización nos enseñaron a escribir y leer, dejando para después las etapas siguientes, como aprender a pensar, para descartar lo que Michael Faraday (1791-1867) llamó la gran tentación: “Buscar lo que está a favor de nuestros deseos y desatender lo que se opone a ellos”. Aprender a pensar es casi equivalente a aprender a desconfiar. Cada vez que digamos nuestro parecer o nos lo digan, es sano preguntar, ¿qué pruebas tengo o qué pruebas tiene para afirmarlo? ¿Existen argumentos y son éstos válidos? Dudar es pensar.

Recibimos mucha información, alguna es buena, pero también abunda la inventada, las medias verdades, las posverdades, la que se repite sin prueba alguna, los mitos y la pseudociencia. Las redes sociales han permitido la penetración masiva de información falsa y saber escribir y leer no significa que podamos diferenciar la que sirve por veraz de la descartable por falaz. Eso es más cierto en ámbitos que nos son ajenos.

Nuestra intuición nos conduce a mucha conclusión equivocada, por ejemplo, que la tierra es plana, pero Posidonio (135 a. C.-51 a. C.) y Ptolomeo (100 d. C.-170 d.C.) no solo dijeron que era redonda, también calcularon su circunferencia con extraordinaria exactitud.

A nuestros ojos, pareciera que la Tierra está quieta y es el Sol el que órbita. Pero Aristarco (310–230 a.C.) formuló el modelo heliocéntrico. Hace unos siglos los religiosos lo habrían acusado de hereje, como a Nicolás Copérnico, Giordano Bruno y Galileo Galilei.

¿Seremos nosotros capaces de demostrar que la tierra no es plana y calcular su circunferencia? ¿Sabremos defender el modelo heliocéntrico?

Creemos saber

Saber escribir y leer no significa que sepamos, solo es que tenemos la posibilidad de ignorar un poquito menos y comprender que nos falta mucho por aprender. Nos falta humildad y nos sobra soberbia.

Hace 40 años estaba en la lista para recibir quimioterapia, tenía un “linfoma No Hodgkin” y el protocolo de tratamiento era un coctel de medicinas cuyas siglas era CHOP (Ciclofosfamida, Doxorrubicina, Vincristina y Prednisona). En estas 4 décadas muchas nuevas opciones se investigaron, menos efectos secundarios, más eficaces, menos resistencias y más sobrevivientes. Los cánceres son todos distintos y también se diferencian según lo precoz o avanzado, si se trata de recaídas, si son líquidos o sólidos, el tipo de célula, si la paciente está embarazada, si concurren otras enfermedades.

En aquel entonces a todos mis colegas de cáncer nos reunían en el pabellón de quimioterapia y pasábamos casi 10 horas entre esperando y recibiendo el tratamiento. Todos los pacientes hablaban como especialistas y hasta clasificaban a los oncólogos en buenos y malos. Saber escribir y leer, les daba licencia para también ser especialistas en cánceres.

Cuando una persona suelda un par de tubos, ya se las tira de saber de ingeniería, se siente abogada porque se involucró en un juicio, conocedora de medicina veterinaria porque fue testigo de un parto distócico. Después de los partidos, sobran entrenadores, todos creemos saber quién fue responsable en un accidente de tránsito.

Nos enseñaron a escribir y leer y NOS LA CREÍMOS. Ahora somos expertos en política pública, derecho administrativo, teoría del Estado, licitaciones, en lo que debe hacer y no hacer la Asamblea Legislativa, el Poder Judicial, el Tribunal Supremo de Elecciones. Con desparpajo algunos dicen que es mejor cerrar la Contraloría General de la República, al ICE, a RECOPE, a ARESEP, a las universidades públicas y hasta la CCSS. Vender el INS y los bancos estatales. Algunas hasta pontifican que «el problema del Estado de Derecho es que obliga a las instituciones públicas a hacer lo que la Ley dice«.

[*] CIRCUNLOQUIO. Viene del latín circumloquium. El Diccionario de Real Academia Española lo define como: “Rodeo de palabras para dar a entender algo que hubiera podido expresarse más brevemente”.

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