Mientras nos divertimos con la nueva película de Netflix “No mires arriba” (Don’t look up), mientras hacemos análisis sesudos de si es buena o mala, se encienden más y más alarmas a nuestro alrededor. Emergencia ígnea, fuego en la patagonia y en los humedales, olas de calor, temperaturas que rompen record y picos de casos en un diciembre que arde.
Por Cosecha Roja
El profesor Randall Mindy maneja por una calle cualquiera cuando levanta la mirada y ve por primera vez lo que hace meses trata de que el mundo vea. El cometa Dibiasky aparece como una estrella más en la noche pero se mueve como ninguna otra. Mindy frena el auto, se baja, el resto de los vehículos le toca bocina y él les grita que ahí está, ese es el meteorito que va a destruir la tierra en pocos días.“Estuvimos tratando de decirles”.
La misma sensación que produce la escena de No mires arriba, la película de Netflix de la que habla todo el mundo esta semana, deben haber tenido quienes hace 40 años advirtieron sobre el cambio climático cuando salió el informe de la ONU que declaró sus consecuencias irreversibles.
“Estuvimos tratando de decirles”.
La misma sensación que tenemos este diciembre en Argentina.
Porque las similitudes con la realidad no son pura coincidencia. No tendremos un meteorito que en seis meses va a destruir la Tierra pero sí incendios, olas de calor, picos de casos, inundaciones, sequías y un planeta que se pone cada vez más hot.
Mientras nos divertimos con la parodia hollywoodense, mientras hacemos análisis sesudos de si es buena o mala, se encienden más y más alarmas a nuestro alrededor. No es necesario escuchar a Jennifer Lawrence para saber que sí, amigos: todos vamos a morir por el desastre climático.
Tal vez no hoy, ni mañana, ni en 50 años. Pero este planeta así no tiene más oportunidaes.
No miremos arriba, basta con mirar a nuestro alrededor. Acá nomás se está prendiendo fuego todo:
En la Patagonia las llamas arrancaron el 7 de diciembre en el Lago Martín, a mitad del camino entre El Bolsón y Bariloche. 22 días después el fuego afectó a tres provincias más: Río Negro, Chubut y Neuquén.
La Navidad se vivió entre humo, ceniza y el miedo a que las llamas se acerquen a las casas. Los focos siguen activos y el fuego avanza. Hace días que se registran temperaturas altas y vientos. ¿Lluvias? Recién se esperan, con suerte, para el fin de semana.
A esta altura ya son siete las provincias afectadas por incendios: a las del sur se sumaron Santa Fe, San Luis, Formosa y Misiones, donde los incendios intencionales están vinculados al agronegocio y proyectos inmobiliarios.
El Gobierno armó el Consejo Federal de Medio Ambiente. Este miércoles, junto al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, declaró la emergencia ígnea en todo el territorio nacional por un año.
Los brigadistas, aviones y helicópteros hidrantes que recorren las zonas críticas no parecen ser suficientes. Hay voluntarios dándolo todo y muchas organizaciones armaron colectas.
El clima no ayuda. Las temperaturas registradas este año en el país estuvieron por encima del promedio, una tendencia que se repite sin parar: desde hace 11 años hay 0,5° grados más de lo normal. Según un informe del Servicio Meteorológico Nacional, si esta semana se mantiene este promedio, 2021 será el año más caluroso en la región patagónica desde que hay registros.
A nivel global este año es el sexto más cálido desde 1961, cuando se hizo el primer registro estadístico.
El cambio climático no sólo implica que haga más calor: incluye sequías, inundaciones y otros desastres.
Este año hablamos mucho de la bajante del río Paraná, la vía de transporte del 80 % de las exportaciones del agro argentino y fuente de agua potable y energía para ciudades y pueblos de siete provincias. En los últimos diez días perdió medio metro. Y cierra el 2021 con una bajante récord: 2,94 metros por debajo de la altura promedio para esta época del año.
Mientras compartimos videos de Greta Thunberg y agitamos el Frente Carpincho de Liberación, seguimos haciendo fueguitos en la montaña, tiramos basura en los bosques y derrochamos agua. No comemos vidrio: la responsabilidad de los turistas es mínima al lado de las empresas transnacionales y los intereses económicos que destruyen ecosistemas en complicidad con gobiernos de turno. Peeero, pequeñas acciones individuales y concretas, como reciclar, por ejemplo, ya pueden significar algo.
Todos somos el personaje de Jennifer Lawrence que siente que hay que hacer algo ya: ir a la casa de gobierno con antorchas, neutralizar a Elon Musk y Jeff Bezos, o chaparnos a los árboles. Ni idea qué, pero algo. También todos somos el personaje de Merryl Streep, la presidenta Trump a quien le resbala el apocalipsis porque es algo de todos los días. Estamos en medio de una pandemia y un ecocidio pero, ¿qué puede hacer une? Por impotencia o por incapacidad real, ante un posible fin del mundo hacemos memes y challenges en TikTok como en No mires arriba en un nivel de inception tremendo.
No todo es pum para abajo: si hay algo de lo que podemos enorgullecernos en Argentina es de nuestra tradición de lucha. En provincias afectadas por las actividades extractivistas como la minería o el agronegocio la pelea ambientalista data de por lo menos dos décadas y en los últimos años tomó fuerza federal. Alcanza con mirar lo que pasó en Mendoza, Chubut, Santa Fe o Catamarca.
En 2020 los humedales tomaron la agenda pública a partir de los incendios en el delta del Paraná. Con movilizaciones en distintas ciudades del país, la presión social llevó a que se presentaran 13 proyectos de ley de protección de humedales entre las dos cámaras (diez en Diputados y tres en Senadores).
El proyecto que finalmente tuvo dictamen y media sanción en el Senado perdió estado parlamentario el 21 de diciembre. Es la tercera vez en ocho años que queda en la nada. Todavía hay una chance: el Gobierno tiene la oportunidad histórica de incluirlo en sesiones extraordinarias.
El otro proyecto en riesgo de perder estado parlamentario es la ley de envases, que no sólo apunta a reciclar y a que las empresas se hagan cargo de la basura que generan sino a fortalecer las economías populares de las y los cartoneros.
El cambio climático no es nuevo: la ciencia viene alertando sobre el calentamiento global hace por lo menos 35 años, como recordaba la periodista Marina Aizen en esta nota.
Mientras sigamos ninguneando los efectos del calentamiento global y subestimando las voces de les que saben, todo seguirá ardiendo a nuestro alrededor y seguiremos sin oler el humo. Porque mejor no mirar. Ni arriba, ni abajo, ni al costado. Porque si miramos, vemos.
Fuente: Cosecha Roja