No más ejército. Gracias don Pepe

Desde La Mina

Mauricio Castro

Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro@costarricense.cr

Cada vez que converso y doy conferencias y presento avances ambientales, sociales y económicos de Costa Rica como ejemplo, de inmediato alguien dice “son un país pequeño y pueden lograr muchas cosas” y cuando he tratado de contestar siempre he tenido la suerte de que alguien responde o comenta: “todo eso es gracias a que no tienen ejército”.

A veces cuento que fue el General victorioso de una guerra quien lo abolió, y todo el mundo se llena de admiración por ese acto de grandeza y más aún cuando comento sus razones: invertir todo en salud y educación, no pelear con los vecinos, no agredir al pueblo, y –recordando la sonrisa maliciosa de don Pepe cuando lo contaba—para evitar un golpe de estado, la gente admira más el gesto.

Cuando uno ahonda en el ejército, en sus presupuestos, disciplina, abusos, gollerías y demás y los contrasta con la realidad de los países, cuesta entender como en pleno siglo 21 todavía haya gente que lo defiende hasta ofenderse si uno lo contradice. Unos dicen que es la garantía de la soberanía de su país, otros que es para el equilibrio del mundo, otros que para defender su revolución…en fin todos le encuentran su justificación.

¡Para nosotros simplemente no existe justificación, es algo en lo que no se debe gastar ni un cinco!

Recuerdo una anécdota que con lágrimas en los ojos contó alguna vez don Pepe, que luego la plasmó en un cuento: dijo que durante la guerra cuando el Ejército de Liberación Nacional requería alimentos o vehículos o combustibles los tomaba y entregaba un vale, y posterior al fin de la guerra, él se encargó de pagarlos, de repente llego una señora humilde con un vale, y se alistó a pagárselo, ella le dijo no, yo ya estoy pagada, todos volvieron…

Eso es precisamente lo que siempre tendremos que agradecerle a don Pepe: saber que no morimos y que nuestros hijos no morirán en un campo de batalla defendiendo quién sabe que ocurrencias.

¡Cuánto me alegra leer, ver y oír a los detractores de don Pepe —y a los que iban más allá— reconocerle hoy lo que nosotros le reconocíamos y agradecíamos con admiración, respeto y cariño!

¡Viva Pepe! ¡Vivan sus hombres!
Todos muchachos de gran valor.
Viva el valiente Pepe Figueres
Nuestro gallardo libertador.

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