Crónicas interculturales
Remy Leroux Monet
Los costarricenses a mis ojos tienen una manera muy peculiar de parar un taxi. Y cuando digo “los” incluyo también a “las” ticas.Desde el momento que divisan un carro rojo al horizonte, levantan rápidamente el brazo, en general es el izquierdo, hasta inmovilizarlo en posición más o menos horizontal.
Hasta ahí, veo la cosa bastante similar a lo que hace un francés.
Pero – fase siguiente – este brazo tendido de repente se pone a realizar un movimiento ondulatorio suave que casi se podría calificar de femenino.
A menudo me pongo a imaginar que si se hiciera también ese mismo movimiento etéreo con el otro brazo estaríamos cerca de pensar que se trate de un/una estudiante de baile del vientre practicando los movimientos de brazos en plena calle.
Y sin embargo funciona bien: el taxi para. Sin que considere lo más mínimo que está frente al caso de un enfermo mental o bien un/una bailarín(a).
He observado en algunas ocasiones que al final del brazo tendido, los dedos realizan un pequeño movimiento vertical como si estuvieran cortando algo en el aire. Lo delicado de la maniobra es que el potencial cliente (¡qué campeón!) logra mantener la ondulación del brazo al mismo tiempo que pretende cortar el aire con los dedos.
Recientemente, en una de estas telenovelas turcas que nos invaden, ví a una actriz parando un taxi a la manera tica, pero me temo que se haya equivocado de película…
Después de mis casi treinta años de vivir en tiquicia, entiendo porque a mí los taxistas no me paran.
En Francia, para que el taxista acepte su clientela, usted tiene que hacer un amplio movimiento de arriba para abajo con el brazo, y así sucesivamente, de abajo para arriba. Hasta que reciba una señal, por ejemplo con las luces o con el pito, que ya lo vio y que va a parar por usted.
Haciendo lo mismo aquí en la carretera de Pavas o en la avenida segunda de la ciudad capital, más bien yo asustaba a los transportistas que pensaba que yo me había escapado del Chapuí. Entonces aceleraban el motor…
– Remy Leroux Monet, ciudadano francés, visitó por primera vez Costa Rica en 1978, y desde entonces no se ha separado nunca de nuestro país. En 1993 migró definitivamente. Siendo un atento observador de su entorno, tiene por afición resaltar diferencias entre sus dos países, el de nacimiento y el de adopción.