Nigeria: Trump y su mundo para armar

Línea Internacional

Guadi Calvo

Trump

Es cierto que Donald Trump no tiene el físic de rol, de presidente, y se parece más a un vendedor de autos usados, un proxeneta mayamero o a un barman de pizzería. Aunque todos sabemos que pertenece al subgénero de la especie humana del empresario, como la mayoría de prebendarios, corruptos y omnipotentes. Abusador de trabajadores, de mujeres, de débiles, de pobres y, en su caso, por haber alcanzado por segunda vez la presidencia de los Estados Unidos, de naciones y pueblos.

Hacer la lista de sus estrafalarios exabruptos llevaría toda una vida, aburriría y sin duda sería un ejercicio de mal gusto, que nadie merece, porque nunca le ha salido otra cosa de su azulejada boca.

Aunque sí hay que reconocer que en su primer giro presidencial se llevó un éxito monumental, monumental en serio, sacar a su país de una guerra de veinte años, que ya había perdido cinco antes. Y que solo la torpeza de Joe Biden, apenas asumió el gobierno, pudo arruinar, como la historia sabe que lo ha hecho. Por lo que respecta a Trump, en ese punto, nada se le puede reprochar y sin duda ese es su gran mérito, aunque el resto sea silencio.

A días de cumplirse un año de su segunda estadía en la Casablanca, solo ha mostrado interés por perturbarlo todo, como el popular tío borracho de las fiestas a la hora de los brindis.

No ha conseguido nada de lo que se propuso, ni a nivel interno, más que arruinarles la vida a cientos de miles de migrantes, y mucho menos en el plano internacional, que sí importa y mucho.

Como un rottweiler enajenado que tira mandibulazos hacia todas partes, Trump, a once meses cumplidos de su segunda presidencia, no ha acertado a ningún objetivo, más allá de hacer puntería contra algunas lanchas en el Caribe, que muy presumiblemente transportaban drogas, y genera insomnio en varios ministros de economía alrededor del mundo haciendo cálculos sobre tasas arancelarias.

Lo demás sigue siendo silencio, ni la paz ni la guerra en Ucrania. Aburrido de que sodomizar a Europa le resulte tan sencillo, parece haberla abandonado en plena calle a cargo del pequeño Volodímir, que no deja de pedir y robar caramelos.

Más allá de su menguada voluntad por detener el genocidio en Gaza, allí siguen los sionistas haciendo lo que mejor saben. Mientras continúan apoderándose de todo Medio Oriente (Líbano, Siria) y subordinando a su voluntad a las monarquías del Golfo y Jordania, contenida por ahora por dos barreras, Turquía e Irán.

En el patio trasero, que parecía siempre tan dado a la combustión interna, ha sacado notables ventajas en Chile, Ecuador, Argentina, Perú, Bolivia, Paraguay, ¿El Salvador? A la que se le suma la reciente y oscura victoria de Nasry Tito Asfura. Mientras que todavía existe un frente poderoso, aunque muy de saco y corbata: el México con la cada vez más instalada Claudia Sheinbaum, el Brasil de Lula, ya convertido en un mito global, a la altura de Mandela, que para mejor Bolsonaro, con él tiró en el pie que se pegó lo ha dejado fuera de juego. Al tiempo que en la Colombia de Gustavo Petro, las otrora guerrillas marxistas parecen estar jugándole en contra.

Trump y sus muchachos de Langley, observan con cuidado lo que sucede con los incorregibles de siempre Cuba y Nicaragua, mientras mantiene con vacaciones pagas a los quince miles marines en el Caribe, que contemplan como Nicolás Maduro, convertido en un perfecto jarrón chino al que nadie le encuentra lugar por obsoleto e inútil, no deja de hacer el ridículo, provocando serios daños a izquierda del continente.

Todo esto mientras Narendra Modi, al que se le ha escapado a Trump, junto a sus mil cuatrocientos millones de connacionales, su quinta economía mundial y su destino inminente de superpotencia, al bando de los malos que capitanean Xi Jinping y Vladímir Putin.

Quizás esto signifique el punto más caliente, más allá de cualquier otra manifestación de Trump, ya que la defección india ha escalado al punto de que el Pentágono ya está reactivando el fantasma de una nueva guerra entre los países que separaron en 1947 los dioses y Cyril Radcliffe.

Mientras los planes de la CIA de aislar a China de sus vecinos del sur por medio de golpes de Estado y guerras civiles, un plan que tiene mucho más de un año (golpe en Pakistán, golpe en Bangladesh, guerra civil en Birmania y guerra fronteriza entre Tailandia y Camboya), desde la asunción de Trump, en algunos casos el éxito ha comenzado a ser intermitente.

La hora de África

La mirada ligera y evidente, incompleta de este panorama, necesita extenderse con más detalle en África. Donde desde hace décadas juega muy fuerte China, Rusia se ha comenzado a involucrar desde al menos cinco años atrás y donde Irán consigue materiales sensibles como uranio para el desarrollo de su plan nuclear. Mientras Narendra Modi, que acaba de visitar Etiopía, completa su quinta gira desde 2016, cuando llevaba dos años como primer ministro, para impulsar inversiones y negocios.

Mientras, Occidente, particularmente Europa, responde financiando a grupos terroristas para generar inestabilidad en las naciones que han conformado la Confederación de Estados del Sahel (CNS), un sólido bloque compuesto por Burkina Faso, Mali y Níger, militar, diplomático y comercial.

Desde la nueva llegada de Trump a la Casablanca, poco y nada ha comentado sobre África, más allá de que, como siempre, en cualquier guerra que se precie, más en territorios tan extensos y ricos como el continente africano, la CIA opera, aunque se note poco, como en la guerra en el este de la República Democrática del Congo (RDC), Sudán, el Sahel, Mozambique, Libia, sur de Argelia e incluso en Nigeria, el único país en que este Trump 2.0 ya ha advertido que intervendría si las khatibas de Boko Haram continúan asesinando cristianos.

Y es en este contexto que, en la mañana siguiente a Navidad, nos desayunamos con la novedad de que el rottweiler enajenado ha lanzado “numerosos ataques” sin saber hasta ahora cuán efectivo ha sido contra el Daesh en el noroeste de Nigeria.

Como es de suyo, ha prometido más ataques si los muyahidines continúan “masacrando cristianos”.

“Previamente, advertí a estos terroristas que, si no detenían la masacre de cristianos, pagarían un alto precio, y esta noche lo pagaron”, informó Trump en su red social Truth Social.

Hablando en serio, es cierto que el Departamento de Guerra realizó una serie de ataques durante el día de Navidad.

Con el buen gusto que tanto lo caracteriza, dijo: “Feliz Navidad a todos, incluidos los terroristas muertos”, que serán más, alertó, serán más si los ataques contra cristianos continúan.

Los ataques, que se concentraron en el estado de Sokoto, tuvieron el apoyo del gobierno nigeriano. Se estima que al menos una docena de misiles crucero Tomahawk fueron lanzados desde buques estacionados en el Golfo de Guinea, frente a la costa nigeriana.

Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Nigeria confirmó los ataques, agregando que continuará con su cooperación con los Estados Unidos para combatir “la persistente amenaza del terrorismo y el extremismo violento”, sin aclarar si a esta denominación responden solo Boko Haram y su némesis, la Provincia del África Occidental (ISWAP). O confundirá con los terroristas a los ejércitos de la Confederación de Estados del Sahel (CNS), los mismos que Bola Tinubu, el actual presidente de Nigeria, apenas unos años atrás pretendía atacar con las fuerzas de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), que en ese momento presidía. (Ver: Sahel: Cruje el corazón de África).

Estos ataques se constituyen en la primera intervención militar de Washington bajo el mandato de Donald Trump, utilizando como tapadera las masacres contra cristianos, que son tan ciertas como las matanzas de musulmanes, y obviando mencionar que Nigeria suele competir con Libia porque es el principal productor petrolero del continente.

Producción que muchas veces es saqueada por grandes cárteles mafiosos que la venden ilegalmente, generando pérdidas a las petroleras de Occidente que operan allí.

Desde 2009, Boko Haram, y a partir de escindirse en 2014, el ISWAP han llevado una desbaratadora campaña contra la población civil del país más allá de sus credos y ha asesinado sin contemplaciones fieles de cualquier religión.

Aunque por la clara segmentación que existe en la distribución de las dos principales religiones del país, al norte musulmanes y al sur cristianos, los muyahidines nigerianos nacieron y se expandieron por el norte y avanzaron hacia países vecinos como Chad y Níger, de mayoría musulmana, donde también han realizado grandes matanzas, sin que hasta ahora ni Trump ni nadie, a excepción de sus pueblos, los haya ofendido demasiado.

En las horas en que un comando terrorista invadía la redacción de Charlie Hebdo y asesinaba a gran parte de su staff, en una remota área cercana a la ciudad Baga, del Estado de Borno en el norte nigeriano, dos mil campesinos eran asesinados por Boko Haram en una sola noche y para ellos no hubo ni duelo, ni condenas. (Ver: Nigeria, la consagración del mal).

La renovada crisis de seguridad que vive el país del golfo, con más acciones terroristas, masacres, secuestros extorsivos, ataques a mezquitas e iglesias, escuelas y campamentos militares, ataques a trenes y saqueos a la industria petrolera, ha obligado al gobierno de Trump a agregar nuevamente a Nigeria a la lista de países de “particular preocupación”, casi como el resto del mundo que el norteamericano tendrá que armar.

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